9 marzo,2023 5:18 am

El drama de Matamoros

Humberto Musacchio

 

El viernes 3 de marzo, a las 9 de la mañana con 18 minutos, cuatro estadunidenses cruzaron la frontera por Matamoros. A las 11:45, un grupo de criminales con armas de alto poder disparó contra ellos en una zona céntrica, hirió a tres y se llevó a los cuatro en una camioneta GMC de color blanco. En la balacera murió una mujer de 33 años que esperaba el camión que la llevaría a su casa. Su cadáver fue recogido por empleados de una funeraria y no se sabe más.

De acuerdo con las versiones publicadas, tres días después, ante la exigencia de las autoridades estadunidenses y cuando éstas ya ofrecían una recompensa de 50 mil dólares, fuerzas federales y de Tamaulipas empezaron a buscar a los plagiados, a los que hallaron el martes 7. Para entonces, dos habían muerto, uno más se hallaba herido y sólo la mujer que viajaba con ellos estaba ilesa. En el lugar fue detenido un tipo de 24 años que vigilaba a los secuestrados.

El día 7, en su conferencia mañanera, el presidente Andrés Manuel López Obrador declaró que “están trabajando los del FBI en coordinación con la Secretaría de Seguridad”, pues ya se sabe que para toda investigación seria los policías mexicanos necesitan de guajes para nadar, como se decía antes.

En la misma ocasión, como la Casa Blanca calificara el hecho de “inaceptable”, el mandatario mexicano dijo que “ellos (los estadunidenses) tienen derecho de manifestarse”, sin embargo, le reprochó a la prensa del país vecino que “cuando asesinan a mexicanos en Estados Unidos, callan como momias”, como ocurrió recientemente, dijo, con el caso de “un granjero (que) asesinó a indígenas mixtecos y no salió nada en la prensa”.

En el curso de la mañanera, AMLO pidió a Rosa Isela Rodríguez dar respuesta a la pregunta que hizo un periodista presente. La funcionaria, teléfono en mano, dijo que estaba hablando con el gobernador Américo Villarreal Anaya, quien le informaba en ese momento “que ya los encontraron” (a los cautivos), aproximadamente “hace una hora”, lo que “hace 35 minutos ya fue plenamente confirmado por la fiscalía”. Esto es, que la funcionaria y su jefe fueron informados con injustificable retraso.

Luego se supo que los dos sobrevivientes, del lugar del secuestro fueron llevados al Puente Internacional Ignacio Zaragoza custodiados por un convoy de 20 vehículos de la Guardia Nacional y de la policía tamaulipeca. En la línea fueron entregados a las “autoridades estadunidenses que procedieron a brindarles atención médica” (quizá porque en México no hay personal sanitario), en tanto que seis horas después los peritos trasladaron los dos cadáveres al Servicio Médico Forense.

De los hechos se desprenden varias preguntas: si la balacera fue en una zona céntrica, a unas cuadras de la línea fronteriza, por qué no aparecieron policías municipales, estatales o guardias nacionales en el lugar de los hechos. ¿No se enteraron, no juzgaron prudente arriesgar sus vidas, recibieron la orden de no intervenir, padecen sordera o están comprados por las bandas criminales?

¿Por qué, si los dos sobrevivientes del secuestro son los únicos testigos de lo ocurrido, fueron entregados de inmediato a las autoridades del otro lado? ¿Acaso no se investigará el asunto para perseguir, detener y juzgar a los jefes de los criminales? ¿A la policía mexicana le basta con el pobre diablo que vigilaba a los secuestrados?

En una declaración que parece hecha para justificar a los asesinos, el fiscal tamaulipeco dijo que se “confundió” a las víctimas con narcos pertenecientes a otro grupo criminal, como si cada persona debiera llevar en la solapa un letrero para identificarse como simpatizante del Cártel del Golfo, la verdadera autoridad tamaulipeca.

Lo ocurrido muestra que las autoridades no pueden con el paquete y que la criminalidad crece en forma incontenible, pone en riesgo a toda persona y, si algo faltara, ofrece pretextos para el intervencionismo, pues, en Washington, políticos de baja estofa tratarán de sacar raja de cualquier cosa.

Antier, martes, en Celaya, hombres armados tomaron un balneario, dispararon a mansalva sobre la gente, mataron a cinco personas e hirieron a ocho más. Es dudoso que se llegue a investigar el caso, pues se trata de víctimas mexicanas.

¿Seguimos con aquello de “abrazos, no balazos”?