10 agosto,2020 5:17 am

El glifosato

Silvestre Pacheco León

 

Resulta natural que los medios de comunicación hayan convertido en noticia llamativa la filtración de opiniones  vertidas por el titular de la Semarnat contra sus pares  del gobierno federal, denunciando y criticando a quienes se oponen al  desarrollo sustentable.

Bajo la creencia de que impacta más en esta época resaltar las contradicciones que se producen en el gabinete del gobierno federal que la fortaleza de un equipo que disiente con franqueza, en realidad la nota está en conocer los juicios que el titular de la Semarnat expone, denunciando las contradicciones que ve en la 4T en materia de medio ambiente.

Uno de los avances más notorios para conseguir el bienestar de la sociedad es contar como titular de la Semarnat con un exponente de lo más desarrollado en el mundo que tiene claro y trabaja para ir saldando de origen los graves problemas ambientales que dañan la salud.

Es correcto y sirve a la sociedad que desde el primer nivel de responsabilidad los funcionarios expongan los errores y denuncien lo que a su juicio constituyen actitudes o decisiones que dañan los grandes objetivos del cambio por el que se votó.

Si Víctor Toledo opina que el gobierno federal guía su acción para favorecer la agricultura comercial contra la agroecológia que es el modelo a impulsar, permite que la atención pública se centre en el conocimiento de las iniciativas de la Sader que van en sentido contrario; que si la minería sigue siendo el foco de contaminación del agua, que envenena a los pueblos, lo debe denunciar, igual que las concesiones que se otorgan a grandes empresas para usar prioritariamente y en volúmenes excesivos el agua que es de consumo humano, no importa que sea para la extracción de petróleo y tampoco que ese modelo genere fuentes masivas de empleo.

Si los mega proyectos no observan las medidas medio ambientales ni contemplan las de amortiguación y mitigación de los daños provocados, que se detengan y cancelen.

El uso de los agroquímicos que son agresivos para la salud humana merece un trato especial porque en la coyuntura actual, en el caso de Guerrero donde se quiere que el apoyo federal al campo fortalezca las iniciativas agroecológicas, es conveniente que sean los propios productores quienes debatan sobre la importancia de hacer los cambios pertinentes en el modelo de agricultura de autoconsumo.

Ése es el problema del glifosato. Si se hiciera una encuesta en el campo para saber la opinión de los agricultores sobre el uso del glifosato, mejor conocido en el medio rural como  “mata todo”, muchos dirían que es muy caro, y otros pedirían que se les apoyara incluyéndolo en el paquete del fertilizante gratuito, pero la mayoría estarían de acuerdo en que ese insecticida es eficaz para acabar con la maleza que invade los cultivos.

El uso del plaguicida se ha generalizado tanto al grado que en épocas de campaña electoral hasta hay políticos que lo regalan, porque resulta barato y con solo rociarlo quema toda clase de hierba ajena al cultivo en un santiamén, permitiendo a la milpa crecer en lo limpio, sin necesidad que el campesino se agache para deshierbar (eso ha influido hasta en la obesidad que ahora hay también en el campo, pues antes de su uso, la hierba se limpiaba manualmente con el consiguiente ejercicio físico. Los peones tenían que usar el azadón, el cagualo o  la tarecua para acabar con la hierba invasiva trabajando agachados o de plano en cuclillas, mientras que ahora simplemente se cargan a la espalda la bomba aspersora para rociar su campo.

Sin embargo, en el mundo hay un amplio movimiento contra el uso de este herbicida porque la organización Mundial de la Salud ha dicho que su uso posiblemente pueda ser causante de cáncer.

Pero aunque no se sepa a ciencia cierta si es real su efecto cancerígeno en los humanos, lo cierto es que su uso daña la biodiversidad porque afecta la vida de muchas plantas y  seres vivos que nacen y crecen naturalmente en el campo como riqueza alimentaria y curativa.

El caso del glifosato es ilustrativo como parte del debate que existe sobre el libre mercado.

Su fácil producción y bajo precio es un negocio que hace ganar millones de pesos, por eso las empresas fabricantes se oponen a su prohibición y destinan presupuesto para comprar los votos en el Congreso para frenar cualquier iniciativa contra su uso, en el mismo sentido que lo hacen las productoras de alimentos chatarra que ahora traen una campaña contra Hugo López Gatell.

En esta lucha entre quienes defienden el medio ambiente y las empresas trasnacionales que anteponen sus intereses económicos sobre la salud de las personas y la conservación de la biodiversidad, se inscribe la postura de Víctor Manuel Toledo.

Solo quiero recordar que pasaron muchos años para que por fin sucediera lo que ha sido noticia de Oaxaca donde el Congreso aprobó que se prohíba la venta de alimentos chatarra a los menores de edad.

Antes las autoridades hasta hacían bromas contra quienes planteaban la necesidad de revisar el contenido nutricional de los alimentos que provocan obesidad en los niños y jóvenes, porque gobernaban para las trasnacionales.

En la época de Miguel de la Madrid recuerdo que el sonorense familia de hacendados, Eduardo Pesqueira, quien fue Secretario de Agricultura, un hombre alto y obeso que se hizo de fama no tanto por cuidar la alimentación sana de los mexicanos, sino por los bromas que le hacía al secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas (le ponía cuernos en las fotografías,  cuando aún no era presidente), presumía que era mentira el daño que causaban las papitas en el desarrollo humano y ponía como ejemplo a sus hijos pequeños, todos rubicundos como para anuncios de televisión.

Treinta años después de aquella anécdota, en los prolegómenos del período neoliberal, estamos con un gobierno que se ha comprometido en poner énfasis en el bienestar colectivo mediante la sustentabilidad y tiene en la Semarnat nada menos que a un defensor de la biodiversidad.

Lo que hemos conocido como disentimiento de Víctor Toledo contra otros funcionarios de la 4T que apoyan el monocultivo, los transgénicos y en general la agricultura comercial, nos muestra las resistencias que hay en el gabinete de Andrés Manuel para cambiar el modelo de producción alimentaria, resistencias y contradicciones que seguiremos viendo por el híbrido que lo conforma, pero tampoco nos debe asustar ese hecho porque lo importante es ganar democráticamente la mayoría para impulsar las iniciativas de avanzada que eviten que sigan prevaleciendo los intereses del gran capital sobre las necesidades de los mexicanos.