9 julio,2024 6:01 am

El hoy que nos ocupa improvisar

AMERIZAJE

Ana Cecilia Terrazas

Muy diversas razones –nacionales, internacionales o planetarias– relacionadas con la premisa “por primera vez”, nos invitan a improvisar. Improvisar, claro, ensanchando, desfondando y optimizando el vocablo, sus significantes, su significado.
Tan sólo en México tenemos las siguientes situaciones inéditas a la mano: se aproxima la primera administración de una presidenta mujer; se dio la elección más nutrida de la historia; existe una polarización a todo pulmón; los niveles de violencia parecen irrefrenables. En el mundo: persiste una condición de desarrollo sostenible en franca convulsión; se imponen ideologías extremistas retomando el timón de muchas naciones; surge una multiproducción comunicacional a velocidades que nos rebasan.
En medio de esto –eco de otro coloquio en 2016, titulado “Improvisar en tiempos atroces”–, hace una semana el 17, Instituto de Estudios Críticos realizó desde la Fonoteca Nacional su XXXVII Coloquio Internacional Máquina productora de silencio. La improvisación en y más allá de la música y las artes.
Con excelente tino y aliados inigualables, Benjamín Mayer Foulkes, director del 17, Instituto de Estudios Críticos, logró convocar a decenas de paladines nacionales e internacionales de la improvisación, en conjunto con Ricardo Lomnitz Soto, cocoordinador del área Estudios de la Improvisación de ese instituto. (Todo lo acontecido en la semana del 24 al 29 de julio puede revisarse en https://diecisiete.org/portadas/maquina-productora-de-silencio-la-improvisacion-en-y-mas-alla-de-la-musica-y-las-artes).
En los coloquios del 17 –como se le conoce familiarmente–, las palabras cobran formas de mucho mayor calado y profundidad; lo simple se puede volver complejo a fuerza de explorarlo con la lupa de los estudios críticos. Se procura mirar y releer, hablar, pensar y “problematizar” lo que está –como dijo Mayer Foulkes en la mesa introductoria– “en nuestras narices”. Por eso, hablar de improvisar, desde los estudios críticos, resulta tan luminoso y congruente, tan “relacionado con la resiliencia desde el acto”, como mencionó Lomnitz Soto en esa misma mesa, porque esa acción de improvisar se coloca bajo los reflectores del saber y del pensar de muchas y muy variadas personas, en contextos y entornos nuevos, que sorprenden y provocan azoro. Improvisar, de hecho, es una suerte de camino único a tomar ante todos esos sucesos que ameritan “toquemos de oído”, fuera de la costumbre, ayunos de la estructura o la norma.
Vivir –suena un tanto obvio– es improvisar. Improvisar entonces es lidiar con aquello que no controlamos y con circunstancias que procuramos leer, pero que aún no hemos vivido.
Tomado en resonancia el desgrane del concepto, cabe subrayar como características de la improvisación las siguientes: activa la cotidianeidad, lidia con lo no conocido; nos conecta con lo otro, con los otros, con eso nuevo circundante; fuerza la imaginación y la creatividad; es pasaporte para abordar un tren andando; requiere nos detengamos a tratar de comprender los alrededores; urge nuestros saberes experienciales, teóricos, de instinto y de rebote; obligadamente nos vincula; nos desentiende de lo común.
Dice el 17 en su introducción al coloquio*:
“Llamamos a instalar los Estudios de la Improvisación en los territorios de la ñ. Ahí donde se denosta a los improvisados, afirmar el carácter originario y fundante de la improvisación –que también damos en llamar extemporización–, entendida como la capacidad para negociar con gracia la diferencia entre el conocimiento y sus límites, los planes y la vida. Tal como hace falta en todos los campos de la cultura, la sociedad, la política, la ciencia, la técnica y el medio ambiente. Sin excepción. De donde se desprende que, en nuestro tiempo, cuando una vez más se apuesta a calcularlo todo, es fundamental responder con una relación con la improvisación que sea afirmativa…”.
En lugar de hundirnos en la preocupación existencial, la propuesta es armarnos y ocuparnos de improvisación para crear, actuar, comprender y atajar estos tiempos y las nuevas coyunturas. Improvisar es lo que toca también cuando se quiebra el plan o lo planeado. Una cualidad fundamental de la improvisación, que redondea esta práctica presente y singular para encarar el futuro desconcertante, es su exigencia de una escucha redonda, completa, total. Es forzoso un silencio muy atento para poder coordinarse con los instrumentos contiguos. Y sí, sólo así se puede, a partir de la improvisación, generar alguna pieza afirmativamente nueva ante nuevos escenarios.

* https://17instituto.org/maquinaproductoradesilencio/

@anterrazas