23 febrero,2021 5:19 am

El método escritural de dos autores prolíficos

Federico Vite 

 

Algunas personas desconfían de los escritores que publican tanto; por ejemplo, la estadunidense Joyce Carol Oates y el argentino César Aira. Carol Oates publicó en 1964 su primera novela, With shuddering fall. Desde ese año no ha detenido la máquina de escribir. Es autora de 80 novelas, de 40 libros de cuentos, de 11 poemarios, nueve obras de teatro, 16 libros de no ficción y 10 relatos de literatura infantil y juvenil. Es bastante, de hecho, para un escritor promedio. Alguien con esa cantidad de trabajo, ¿qué puede decirnos sobre el proceso creativo? Para responder esa interrogante bien puede sernos de utilidad el volumen Conversations with Joyce Carol Oates (University Press of Mississippi, Estados Unidos, 1990, 192 páginas), una antología de entrevistas que exponen con claridad las obsesiones literarias de esta autora prolífica.

Entremos en materia con la pregunta del entonces reportero de Stockholm Magazine, Leif Sjoberg, quien pregunta: “¿no sientes que eres inusualmente prolífica?” Carol Oates responde con absoluta seriedad: “Creo que tengo la reputación de escribir una gran cantidad de libros sólo porque la tradición más antigua y saludable del escritor como un artesano extremadamente trabajador y persistente ya no está de moda. Ese hecho hace parecer que yo soy de alguna manera una inusual, pero medida contra Balzac, Dickens, Henry James, Edith Wharton, Fiodor Dostoievsky, y muchos otros escritores serios, yo no soy ciertamente inusual. Encuentro consuelo en esos ejemplos y podría colocarme a mí misma –espero no inmodestamente, pero uno debe tener ideales– en esa tradición”.

¿Usualmente escribes diario?, continúa Sjoberg, aunque esa pregunta es una obviedad para alguien que publica novelas de mil páginas y libros de cuentos de 300 cuartillas. Y en la respuesta, Carol da la receta que siguen los colosos de la literatura: “Sí, usualmente por muchas horas. Escribo y escribo, y reescribo, e incluso si hago una sola página en un día completo de trabajo, una simple página, pero ese material se adhiere al resto. Como resultado de ese procedimiento, muchos años después, yo tengo la reputación de ser prolífica cuando de hecho sólo soy una medida que va en contra de la gente que simplemente no trabaja tan duro o durante mucho tiempo”.

Esta aseveración conecta con el método de trabajo de otro escritor prolífico. Me refiero a César Aira, narrador argentino cuya obra supera los 100 títulos. Ha publicado novela, teatro y ensayo. Su primer libro, Moreira, apareció en 1975. No escribe cuentos, sólo novelas, porque cree que los cuentos necesitan correcciones y él se limita a escribir una página al día, con eso le basta para tener al año una o dos novelas.

La diferencia entre Aira y Oates estriba, radicalmente, en que Aira es fiel a Marcel Duchamp: más que un escritor, aunque escriba una página diaria, es un artista que no sigue las convenciones decimonónicas literarias, sino que se consuma como un ente conceptual de la literatura con el método de una paginita al día. Aira explica las líneas de trabajo de la siguiente manera en la entrevista que le concede a Soledad Gallego-Díaz, publicada por el diario español El País:

“Nunca son cosas deliberadas, voy improvisando las novelas a medida que las voy escribiendo, sin un plan. Empiezo con una idea. Tiene que ser una idea sugerente, no muy definida, de modo que me permita aventurarme en algo desconocido, pero siempre hay algo que me lleva a empezar. A veces es una idea más conceptual y a veces un lugar, los gimnasios, por ejemplo, o una ciudad. Pero esa idea crece a diario en una paginita. Mis personajes, por lo general, no tienen psicología porque no me interesa. No me interesa la persona, me interesa la historia, la trama, los personajes tienen que ser simplemente funcionales a la historia. Creo que no tienen espesor psicológico, pero no lo busco. De hecho, me hacen reír esos escritores que hablan de sus personajes como si fuesen seres reales. Lo mío no va por ese lado”. Aira contraviene lo enunciado por Carol Oates, aunque ambos tengan un mismo método: escribir una página al día. Una sola página.

En otra entrevista coqueta y reveladora, Aira le confiesa a Beatriz Pérez, reportera de La Voz de Galicia, la quintaesencia de la proposición literaria que profesa: “Yo empecé escribiendo, como todo joven que quería ser publicado, novelas que parecieran novelas y tuvieran volumen. Eso me costaba trabajo y no era lo mío. Pero en los 80 empezaron a aparecer editoriales independientes. Y la primera que apareció en Argentina estaba formada por tres chicas jóvenes que querían publicarme. Así que me di el gusto de darles una novela de 60 páginas. Y la publicaron. A partir de ahí, ellas publicaron 20 libros míos, todos breves, y entonces me liberé de escribir novelas que parecieran novelas. Ahora, precedido por mi prestigio, puedo darme el lujo de hacer libros de 25 páginas. Y una vez por año le entrego a mi editor de Random House una novela que parezca novela [risas]. Pero me da un trabajo acercarme a las 200 páginas. Por ejemplo, en Prins (2018) me quedé en las 137”.

Habrá que decir que tanto Carol como Aria tienen libros malos. Muchas de sus novelas son brillantes, pero no todas tienen el mismo nivel de calidad. Debe decirse también que por muy bajos que sean los estándares de estos autores, créame, superan a varios escribas con más más reflectores y más fama que ellos.

La enorme cantidad de libros publicados también evidencia imperfecciones, como bien señala Sjoberg, a quien cito: “En el caso de que los críticos se atrevan a afirmar que tiendes a repetirte. ¿Cómo replicas esto?”. Carol no pierde la sonrisa y responde: “Yo no soy consciente de las repeticiones que tengo en mi trabajo. Cada novela es un experimento estilístico y estructural, desde mi punto de vista. De seguro, todos los escritores repiten temas, de una forma u otra. Proust, Joyce, Faulkner, Bellow, ciertamente Kafka, Beckett y otros; pero eso es con la esperanza de encontrar un nuevo ángulo de visión, o nuevas rutas, lo cual hace el trabajo innovador. Yo he escrito 300 cuentos, por ejemplo, es quizá inevitable que algunos temas no se repitan. Pero desde mi punto de vista cada proyecto es nuevo y se dirige a nuevos problemas y nuevas exploraciones. Estoy muy interesada ahora en el drama, por ejemplo, el cual exige nuevas perspectivas y es verdaderamente estimulante”.

Aria, en cambio, refiere que él trabaja una página al día y en esa cuartilla condensa todo lo que está viviendo, así que ese hecho obliga necesariamente a no repetirse, porque no puede experimentar, ni vivir, ni pensar ni probar exactamente lo mismo. Este método, aparte de todo, le permite ejercitar el humor y, como bien señala, no se puede burlar de lo mismo de la misma forma. Por tanto, bajo ese argumento esquiva los escollos de la repetición. Resta decir que ella se mide con los titanes; él, con los artistas conceptuales. Dos rutas igual de válidas para un lector del siglo XXI.