26 diciembre,2023 4:54 am

El mismo escenario, el mismo problema

Federico Vite

Si usted es de los que ha renovado paseos por las calles de Acapulco entenderá que dos meses después del impacto de Otis estamos en el mismo Acapulco, pero mucho más empobrecido e igual de violento. Aunque siendo honesto, tal vez debamos preguntarnos si siempre fue así, es decir, esplendente, pero pobre y violento. Hay algunos registros al respecto, en especial, en el cine —ya tantas veces hemos reseñado algunos ejemplos— pero en la literatura, en especial, en la literatura escrita en inglés, hay un caso bastante  interesante; el de la novela Acapulco, de Burt Hirschfeld (1971).  El libro no es precisamente lo que se considera literatura, pero sirve muy bien para entender qué había acá, aunque la trama, ligera y comercial, sirve más bien como un telón de fondo para la escritura de un blockbuster de aquel tiempo. Acapulco, en este libro, no es sólo un puerto sino una ventana de México, es decir, en este lugar podía capturarse un poco lo que es México; colocaban a este sitio junto a Jalisco y Veracruz, quizá dos de los estado con los que mayor empatía hay al respecto de la mexicanidad. No decía Guerrero, sino Acapulco, y Hirschfeld entendía que la gente cercana, de la Sierra y la Montaña, era mala y no quería  a los extranjeros, pero Acapulco no, este sitio era otra cosa, había prostitutas, dealers, drogas, vida nocturna potente y seductora. También se habla de secuestros, asesinatos y tragedias que nunca han estado desligadas de este puerto.

Grosso modo, Hirschfeld narra en esta libro de una filmación en nuestro puerto, donde conviven, a veces con cierto manerismo infantil, las estereotipadas figuras del productor de cine mercantilista, el director de cine como máximo artista y la actriz, joven y guapa, que sufre una violación y es asesinada. Esto sumado al contexto de los multimillonarios, fiestas elegantes y la vida glamurosa de la gente de cine. En 331 páginas cabe perfectamente la vida de nuestro puerto.

Se puede ver a Acapulco en la novela, el amar, el paisaje, las playas, los bares, pero más aún, se siente el calor y el contacto físico de los costeños, la forma de tomar espacio en este tierra que no es otra que la misma de antaño, sólo que con más violencia. En palabras del autor, lo que hablamos de Acapulco cuando hablamos de Acapulco es esto: “La brillante ciudad del pecado, la diversión y la buena vida de México. Un mundo glamuroso y brillante, donde conviven turistas y campesinos, hombres de negocios duros y hippies libres, un mundo donde ricos y pobres se codean en busca de diversión. Paul Foreman fue allí para hacer una película con Shelly Hanes y Harry Bristol. Grace Biondi se puso a trabajar con las tribus originarias de las montañas. Samantha Moore vivió en el puerto con el esplendor que quedaba de sus días como reina de los sueños de Hollywood. En Acapulco sus caminos se cruzaron en una desesperada red de esperanza, lujuria e intriga que dejó una huella en sus vidas”.

Si usted escribiera una novela actual sobre Acapulco, obviamente metería el asunto del huracán. Pero aparte de eso, como caldo de cultivo indispensable se focaliza la violencia, rampante, funesta y temible, violencia. ¿Cómo representarla si los modos habituales simplemente ya no funcionan?

Burt Hirschfeld, refiere una columna en las páginas The New York Times en  octubre de 1971, un texto titulado Reader’s report en el que, a manera de editorial, se daba una pequeña introducción de la obra reciente de Hirschfeld:  “Se matriculó en la novela erótica con libros de bolsillo como Cindy on Fire, da un paso más suave y sofisticado con Acapulco. Habla de un escritor-director de cine (temporalmente un desastre, pero un buen tipo en el fondo) buscándose a sí mismo en México. Luego está un  productor de cine haciendo el proyecto Love, Love. El productor también es un desastre, pero en el fondo es realmente un tipo podrido. Tanto los buenos como los malos están bastante metidos en la cópula con nativas, una cópula simple y elegante, excepto que el escritor busca redención, mientras que el productor sigue siendo un idiota. Durante el rodaje de Love, Love hay mucha acción fuera de cámara: violación, asesinato, secuestro. Pero también hay esperanza, que no siempre se encuentra en la novela. Finalmente, el escritor logra alejarse hacia el horizonte, todavía buscando el pájaro azul de la felicidad”.

Las referencias hablan de Acapulco como sitio en el que la gente puede entender su papel en el mundo. Pareciera que eso es posible sí y sólo sí las personas que vienen acá tienen dinero, si no tienen capital padecen algunos problemas más que la consciencia de clase. De ese Acapulco al actual, pareciera que no hay mucha diferencia, como si los gobiernos no hubieran tenido cambios sustanciales, del PRI al PRD y del PRD a Morena. por más banderas políticas que le pongan a este lugar, las cosas no cambian, las cosas, por decirlo de una manera elegante, siguen en la estática de una postal de vacaciones.

La belleza connatural del paisaje también puede entenderse como el contrapeso de la violencia,  como la cuota de paz y tranquilidad que se paga por padecer lo terrible en este sitio. Este tipo de ideas, sin duda, encamina a una pregunta obvia, ¿hay otra manera de narrar Acapulco? Yo veo literalmente una línea continua desde Acapulco hasta la novela de Oliver Debroise, Lo peor sucede al amanecer (1990), donde la noche y el crimen son los componentes ideales para la aparición de un detective: Mateo Osorio, caso excepcional de la policía mexicana, se traslada a Acapulco una soleada mañana para resolver un crimen, pero él recorre otro camino común e inquietante: el de las pasiones humanas. Eso abre el rango de movimiento narrativo de este proyecto que se menciona poquísimo, pero si lo vemos a detalle, forma parte de este pequeño escalón entre el Acapulco de los años 60 y el Acapulco de los años 90 del siglo pasado. Hay una línea de continuidad, donde la violencia siempre es el eje o el pilar de la narrativa. Si miramos fuera de esos textos al puerto, lo que encontramos es un abismo más profundo. ¿Qué tipo de literatura puede darnos este Acapulco triste, pobre y desvencijado?