22 enero,2021 5:06 am

El mundo vuelve a respirar

Jorge Camacho Peñaloza

 

No hay más calma que la engendrada por la razón.

Séneca.

A partir de ayer quedó atrás la era Trump, el mundo respira, regresa la normalidad al funcionamiento político de Estados Unidos después de cuatro años de ocurrencias y caprichos en el poder. La toma de protesta del presidente Joe Biden llegó como un balde de agua tibia al frío invierno de la polarización atizada por Trump al grado de azuzar la insurrección y toma del Capitolio, de la confrontación racista promovida por el magnate en la Presidencia, de la cerrazón al mundo y rechazo a uno de los valores humanos más preciados que han valido para la permanencia de la civilización: la unidad.

La toma de Joe Biden seguramente ha sido la que más expectativa ha generado y la más vista a través de las diferentes plataformas digitales en la historia de las 46 ceremonias de inauguración de gestión presidencial, y no podía ser de otra forma sobre todo por las informaciones del FBI que se divulgaron en el sentido de que había indicios de provocación de violencia durante el evento por lo que tuvo que ser custodiado por 26 mil efectivos de la Guardia Nacional estadunidense.

Millones de ojos al rededor del mundo vimos cómo regresaba el alma a la política de Estados Unidos, a sus instituciones, a sus relaciones, ahí frente al Capitolio en el evento estuvieron conviviendo sonrientes los republicanos el ex vicepresidente Mike Pence y el ex presidente George Bush con los demócratas ex presidentes Bill Clinton y Barak Obama, ministros religiosos católicos y protestantes, la Biblia bajo la mano de Biden, se sintió el regreso de los principios, los valores, las convicciones, de la paz, de la política y la democracia a Estados Unidos, y por qué no, al mundo entero.

Fue un acto del retorno de la convergencia, de la unidad política de una nación, de demócratas y republicanos, conservadores y liberales, mayorías y minorías, Lady Gaga y Jennifer López, religión y poesía, gente normal, diversa, pero con una gran conciencia de la necesidad de la coincidencia en los fundamentos de su nación, de su democracia, de sus anhelos, festejando, como declamó Amanda Gorman, que la victoria no haya recaído “sobre el filo de una espada, sino en los puentes que hayamos construido”.

Otro habría sido el escenario si en lugar de Biden hubiera llegado Trump, con él hubiéramos visto con temor e incertidumbre la algarabía, los cascos con cuernos, la locura y el discurso estridente retando al mundo, la diatriba, el insulto, la irracionalidad de la supremacía blanca amenazando, ese del que Amanda refiriera en su poema como quien “hubiera preferido quebrar nuestra Nación, antes que compartirla… que hubiera preferido destruir nuestro país por encima del retraso de nuestra democracia. Y en su esfuerzo estuvieron muy cerca de lograrlo”.

Pero no, gracias a Dios no fue Trump quien tomara protesta, en cambio apareció con su cabello blanco, a paso lento y sonrisa humilde proyectando sabiduría, Joe Biden con un sabio discurso que tuvo como mejor elemento su llamado a la unidad, su ubicación como patriarca de su nación, que no llega para defender a nadie sino a todos, que más que los intereses facciosos gobernará por los intereses de todos los estadunidenses.

Vuela vuela palomita y ve y dile: A toda la paisana que ya pueden respirar, que ya no está el copetudo en la Casa Blanca haciendo amagos, pues ya se fue con su Melania a su nueva mansión en Mar-a-lago.