25 octubre,2022 5:28 am

El peor sistema de gobierno

Marco Antonio Adame Meza

 

En días recientes se ha publicado un documento denominado: Pronunciamiento por el Futuro de Nuestras Democracias, derivado de la Cumbre Global de la Democracia Electoral que reunió a organismos internacionales, de la sociedad civil y autoridades electorales de diversas regiones del mundo. Al respecto, es entendible que uno de los temas centrales de este encuentro se ubicó en la preocupante condición de la democracia en el mundo, y de acuerdo con las más recientes evaluaciones, en general, el aprecio por ese sistema de gobierno ha decrecido en todas las regiones.

De las diversas investigaciones relacionadas, me referiré a una evaluación en particular, la que configura al índice de democracia realizado por la unidad de inteligencia de The Economist (2021), en el que, del estudio de variables como: proceso electoral y pluralismo, libertades civiles, funcionamiento del gobierno, participación política y, cultura política; con base en esa revisión se clasifica a las naciones en cuatro categorías: democracias plenas, democracias defectuosas, regímenes híbridos, y regímenes autoritarios.

En nuestra región latinoamericana, de acuerdo con este análisis, dos países son considerados democracias plenas, 11 democracias defectuosas, siete regímenes híbridos y cuatro regímenes autoritarios. México, en las últimas valoraciones dejó de ser considerado una democracia defectuosa, con desafíos, pero una democracia en desarrollo, a ser estimado como un régimen híbrido con una composición que mantiene características de libertades, pero incorpora rasgos autoritarios; una circunstancia que conserva los criterios democráticos por debajo de los límites requeridos. (Morlino, 2017)

Frente a ese panorama, francamente desalentador, las conclusiones de la Cumbre son un llamado a la reflexión social pues, entre otras variables, gran parte de esta fragilidad está vinculada con la pérdida de confianza hacia las instituciones. Esta circunstancia de erosión democrática está emparentada con la captura de las instituciones públicas por inercias autoritarias, que compromete su funcionamiento y finalmente, refuerza los señalamientos de desconfianza ciudadana.

En ese contexto, la tendencia en muchas regiones-naciones se expresa en el ejercicio de poder centralizado, autocrático, con matices autoritarios, condición que vulnera en la práctica el ejercicio de libertades y de derechos. Al respecto es importante expresar que la condición de la fragilidad de la democracia no es un aspecto observado sólo en el plano nacional o que pertenece a temas que están reservados para debates académicos; en ese orden de ideas debo decir, que estas preocupaciones tienen su correspondencia en nuestros entornos inmediatos, en gobiernos locales, partidos políticos, representaciones vecinales, sindicatos, espacios laborales, instancias públicas y universidades.

Es decir, la fragilidad de la democracia y su degradación puede ser ubicada perfectamente en nuestros ambientes cotidianos, se puede percibir en los trámites opacos de las instituciones públicas, en la manera en que se condiciona el servicio de las autoridades, en la forma en que se pasa por encima de las reglas, en el talante con que se señala inquisitoriamente la opinión divergente, en la manera en que se sigue concibiendo lo público como parte del patrimonio particular, aunque sepamos que las instituciones no son la personas.

En ese sentido, más allá del plano electoral, en donde es indispensable mantener y procurar la imparcialidad, la independencia y autonomía de los órganos electorales, la propuesta amplia está orientada al fortalecimiento del esquema republicano de la división de poderes, del respeto al Estado de Derecho, del fortalecimiento de las instituciones democrática y la promoción de principios de civilidad que tengan un reflejo en la vida cotidiana de las personas.

También es importante expresar que frente a esta fragilidad de la democracia las instituciones públicas, gubernamentales, de procuración de justicia, educativas, deben poner interés en promover la formación de una ciudadanía democrática. Este interés debe acentuarse, más aún, en las instituciones vinculadas a la tarea educativa. Por ello, tenemos que mantener la premisa que señala e insiste que los problemas de la democracia pueden resolverse con más democracia, es decir, con una sociedad más informada, participativa y con efectivos canales de exigencia.

Pese a las circunstancias expuestas, la democracia sigue siendo considerada una forma de gobierno valorada como un bien universal, porque supone la protección de libertades individuales y sociales, pues todavía, a pesar de la distancia, registra vigencia la sentencia de Winston Churchill: “La democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás”. En tal sentido resulta relevante lo dicho por John Keane (2018), la democracia es “un tipo particular de sistema político en el que el pueblo o sus representantes se gobiernan a sí mismos de forma legítima”. De tal manera que seguimos en la búsqueda de más democracia, en el entendido de que efectivamente, puede ser una imperfecta forma de gobierno y de vida, pero es la que permite una convivencia común en condiciones de desarrollo, en el contexto de libertades. Entonces, si esto es así, pongamos nuestra atención en lo importante.

 

 

 

* Profesor universitario