13 noviembre,2017 9:32 am

El Redondo, construcción de origen africano que se extinguió en la Costa Chica

Sólo queda una casa redonda habitada por doña Cora, mixteca, y su familia en Tecoyame. Y está en peligro: “Han querido tumbar el jacalito, pero yo me he negado, porque es la única vivienda de la familia que nos dejó mi esposo”.

Tecoyame, Oaxaca, 13 de noviembre de 2017. Doña Cora vive entre la pobreza y su Redondo, el último de la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca; donde habita desde hace 73 años y paradójicamente es una indígena que conserva una vivienda proveniente de la cultura africana.

Mujer mixteca y oaxaqueña, que ha luchado por conservar esta casa de lodo y palos, donde ha albergado a varias generaciones de hijos, nietos y bisnietos.

Tiene 93 años, se encuentra de pie y mente lúcida, platica que “su casita ha aguantado temblores y huracanes”, además de haber criado sola allí a sus hijos, pues desde hace 53 años su esposo murió.

“Han querido tumbar el jacalito, pero yo me he negado, porque es la única vivienda de la familia que nos dejó mi esposo” narra la señora mientras sus manos separan de su tallo la flor de cempasúchil para hacer una cadena y ofrendarla a los muertos.

Doña Corintia Chávez Velasco, se siente orgullosa de su Redondo, en muchas ocasiones la han ido a visitar de otros países y tomarle fotos “pues ya no hay muchas por estos rumbos”, en pocas palabras es una atracción turística en un pueblo que se encuentra a unos 2 kilómetros del océano Pacífico.

La casa rústica está en la comunidad de Tecoyame, en el estado de Oaxaca; lo divide de Guerrero un pequeño río que va a dar al mar de Punta Maldonado. La gente de esta comunidad vive de sus siembras, pesca y algunos del ganado. Las viviendas son de concreto o de madera; sólo cambia la arquitectura el Redondo que se encuentra en el centro de la localidad.

“Es fresco, antes toda la comunidad tenía, también en San Nicolás, en Montecillos (municipio de Cuajinicuilapa), todos tenían redondos” cuenta su hijo Amado Clavel de 72 años.

Don Amado, menciona que para mantenerlo al menos cada dos años hay que cambiarle las palmas de coco que “cuestan 4 pesos y utiliza 890”, además de pagarle al peón que sepa coser la palma.

El redondo está construido de barro, con una base de “bejuco trementino que va entrelazado, varas de hormiguero y amarrado con bejuco de güilote”, revela. Mide aproximadamente 7 metros de diámetro y una altura de al menos 4 metros, su piso dejó de ser de tierra en el sexenio del presidente Vicente Fox “cuando soldados colocaron piso firme”, menciona.

En esa casa estilo africano viven ahora la hija y nieta de Don Amado, en su interior sólo alumbra un foco, hay dos camas, una hamaca, una televisión y un mecate que sostiene la ropa. Un pequeño espejo adorna la pared de lodo.

Aunque esta morada fue construida en zona de negros –a 30 minutos de Cuajinicuilapa–, también fueron adoptadas por los mixtecos y amuzgos que viven en la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca.

Don Amado Clavel creé que se dejaron de construir porque “se enfermaron los llanos, le meten ganado, ya no crece, le echan lumbre, antes la gente era mas cuidosa, ya no hay (material) para producirlos y es muy caro mantenerlos”.

Otros vecinos prefieren las casas de cemento y techos de lámina, “se ven más lujosas, pero no son tan frescas como mi casita”, dice.
Al final el indígena reprocha que siempre van visitantes a ver el Redondo, le toman fotos, datos y prometen que las autoridades les van ayudar para mantenerlo de pie y la ayuda después de tantos años “nunca ha llegado”.

Los pueblos negros trajeron ese estilo a la región

Los redondos son casas de estilo africano que fueron construidas en la Costa Chica con la llegada de los negros a la región. Ahora son viviendas que han ido desapareciendo y sólo se pueden conocer por medio de fotografías y algunos pocos trabajos que hay sobre ellos.

El antropólogo Gonzalo Aguirre Beltrán explica en su libro Cuijla que “tal tipo de casa es una retención cultural de procedencia africana, más específicamente, bantú (pueblos de raza negra que habitan en el centro y el sur de África)”.

Para Gonzalo Aguirre, “el redondo tiene uso principal como sitio de protección para la familia durante las horas de la noche destinadas al sueño, esto es, en los momentos en que el cuijleño (refiriéndose al poblador de la zona de Cuajinicuilapa) se encuentra desarmado contra las injurias de los hombres y de los sobrenaturales”.

El redondo está construido primeramente por una base en forma de cono de palma colocada en la parte superior de la vivienda, que es de “vara o un cordón, se dibuja la circunferencia de uno y medio a dos metros de radio que limita la base de lo que será la futura techumbre”.

“Concluido el techo se procede a la construcción del cilindro que forma las paredes del redondo. Sobre un círculo menor que el de la base del cono se clavan horcones de madera fuerte y durable. Los horcones de quiebrachi, un árbol que resiste a la pudrición y cuyas características las ostenta en su nombre vulgar, son enterrados a un metro de distancia unos de otros. Los espacios que quedan entre horcón y horcón se llenan con un tejido de varas, llamado jaulilla, encargado de recibir el barro que recubrirá el cilindro”, explica Aguirre Beltrán en el libro Cuijla, publicado por primera vez en 1958 y que hasta ahora es el más reconocido estudio etnográfico publicado sobre los negros de Guerrero y Oaxaca.

El escritor de origen veracruzano señala que la desaparición de los redondos data desde el inicio del siglo XX “cuando el desprecio por lo nativo y un desmedido anhelo extranjerizante, quiso borrar la fisonomía colonial de las aldeas para darles una fachada moderna”, y se agudizó en la dictadura de Porfirio Díaz, “porque sólo entonces hubo la posibilidad de actuar contra los intereses de la comunidad sin temor a las protestas de los afectados”.

El director de la Casa de Cultura de Cuajinicuilapa, Mohamed Molina Rodríguez, cuenta que cuando existían las cuadrillas o barrios formados por Redondos, los pobladores se llegaban a pelear “y sólo se cambiaban de lugar, quitando el cono y llevándolo a otro lugar” volviendo a construir el cilindro.

Muchos de esos barrios fueron construidos en las zonas de trabajo, principalmente en 1878 cuando el estadunidense Carlos A. Miller estableció su hacienda en Cuajinicuilapa y les daba trabajo a los negros.

“Una de las razones era que cuando los negros recibían su paga se iban a dejarla a sus casas, pero muchos no regresaban y Miller optó por dejarlos vivir en sus terrenos para que hicieran sus cuadrillas y llevaran a sus familias, construyendo los tradicionales redondos”, expone Mohamed.
“Ellos traían la arquitectura, porque el clima era similar al de África y la mejor forma para protegerse era el Redondo, la temperatura calurosa y siempre les daba sombra”, dice el director de la Casa de la Cultura, también de origen negro.

Explica que esta cultura la adoptaron los indígenas amuzgos, mixtecos y triquis, que la tomaron como un préstamo cultural de los negros, aunque para los indígenas no era desconocida la arquitectura, porque varias culturas tenían la forma cilíndrica y el techo de cono desde la llegada de los españoles.

Los Redondos “soportan los temblores y las tormentas, son térmicos; lamentablemente han desaparecido y el INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) no apoya en mucho, los dejó en el olvido”, finaliza Mohamed.

Actualmente, sólo queda un redondo habitable en la región que tiene 73 años construido y que han mantenido en la comunidad de Tecoyame en el estado Oaxaca.

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Texto y foto: Lenin Ocampo Torres