2 noviembre,2023 5:01 am

El sexenio, en un lodazal

 

Humberto Musacchio

La imprevisión ha pasado una inmensa factura y la está pagando el pueblo de Guerrero, asediado por la criminalidad, por un devastador fenómeno natural y por la cabal ineficiencia de una gobernante impuesta por capricho. Ante esa desgraciada conjunción, se hace indispensable la solidaridad de todos los mexicanos.
Hoy, cuando es indispensable un cese de las hostilidades políticas, el ejercicio informativo y analítico del periodismo es considerado como el enemigo principal por la autoridad de más alto rango en el país. Dar cuenta de la catástrofe sufrida por efecto del huracán Otis es tomado como un ataque a las instituciones, según el errado criterio presidencial.
Después de prohibir el paso de ayuda para los daminificados por el meteoro, no pocos de los ciudadanos que acudieron a Acapulco desde el primer momento fueron víctimas de asaltos, de policías deshonestos que les robaron pertenencias y de bloqueos dispuestos por una u otra autoridad, todo como producto del desorden propiciado por la imprevisión, la ineficiencia y ese nefasto personalismo que desprecia, pisotea y suprime instituciones que hoy serían altamente útiles.
En 12 horas, una tormenta tropical se convirtió en huracán de categoría cinco, lo que ahora se emplea como pretexto para los dislates gubernamentales, pero lo cierto es que desde el lunes un organismo especializado con sede en Florida advirtió de la amenaza, y no hubo autoridad que informara a la población del peligro. Tan fue así, que en Acapulco, la misma noche que entró el huracán se celebraba una convención, cuyos asistentes no fueron advertidos de lo que estaba a punto de ocurrir.
No hay excusa para esa falla garrafal de los tres niveles de gobierno, pero menos la hay para la pretensión de minimizar las pérdidas humanas. Es inadmisible eso de que “no nos fue tan mal”. Se quiere dar la impresión de que decenas muertos no son nada frente a la cantidad de fallecimiento causados por fenómenos similares. Pero se trata de una engañifa, pues lo mismo se podría decir los asesinatos del crimen organizado comparándolos con la pérdida de vida en la revolución: “no nos ha ido tan mal”. ¿No?
El presidente López Obrador ignora la función del periodismo cuando dice que los medios no “van a hacer un reportaje y decir nos fue bien”. Ignora u olvida deliberadamente que la función del periodismo es informar a la sociedad, analizar los hechos y aportar elementos de juicio, no complacer a un gobernante, como en los tiempos del absolutismo priista.
El gobierno, al minimizar los daños y la pérdida de vidas, pretende engañar a los ciudadanos. En las condiciones dejadas por Otis no se pueden aportar datos definitivos, no todavía, pues primero hay que levantar los escombros dejados en tierra y averiguar qué pasó con las personas que se hallaban a bordo de las 700 u 800 embarcaciones ancladas en el puerto, las que fueron destruidas.
Un aspecto no menor del desastre es la tardanza de las fuerzas armadas para entrar en acción. Lo cierto es que el antes efectivísimo Plan DN-III, esta vez no funcionó con la celeridad necesaria y la eficiencia esperable. Para varios obervadores, la causa se localiza en la dispersión del ejército, y sobre todo de sus mandos, ahora encargados de las tareas más peregrinas, ajenas por completo a las funciones propias del instituto armado, uniformados que nadan en un caldo de cultivo propicio para la corrupción, pues ya se sabe que en arca abierta, hasta el justo peca.
El jefe de Estado olvidó que debe gobernar para todos. La situación le planteaba como primera tarea llamar a la solidaridad a todos los mexicanos, a todos, independientemente de partidos políticos, de filias y fobias, pues cientos de miles de compatriotas se hallaban –y se hallan—en una terrible situación. Pero AMLO prefirió machacar con los ataques habituales a quienes no son sus incondicionales, optó por dividir más a una sociedad a la que ha polarizado.
Hoy presume el mandatario de sus altos índices de popularidad, veremos si los sostiene. Por lo pronto, una foto de France Press se ha convertido en la más fiel representación del sexenio: el presidente a bordo de un vehículo del ejército, rodeado y protegido por militares, y todos metidos en un lodazal. Esperábamos otra cosa.