24 septiembre,2018 7:01 am

El Tren Maya: ¿para los ricos o para todos?

Razones Verdes
 
Eugenio Fernández Vázquez
No puede haber desarrollo sin una infraestructura adecuada, pero no todas las inversiones en infraestructura generan desarrollo. El impacto que tengan en la economía y, sobre todo, a qué tipo de productores y actores económicos beneficien esas inversiones pueden variar enormemente. Hay infraestructuras logísticas, por ejemplo, que sólo benefician al gran capital, como es el caso del eje que se está proyectando entre el puerto ampliado de Veracruz y el Nuevo Aeropuerto Internacional de México. Los proyectos de caminos vecinales y sacacosecha en regiones marginadas, en cambio, benefician a los productores más abandonados, a los más pobres. Está todavía por verse a quién beneficiará el Tren Maya, y ahí se revelará uno de los signos sobre qué desarrollo prefiere la administración que inicia funciones el 1 de diciembre.
El Tren Maya que ha prometido Andrés Manuel López Obrador recorrerá, si se lleva a cabo, los tres estados de la península de Yucatán y tendrá un ramal que llevará a Chiapas y Tabasco. El presidente electo ha prometido que no habrá deforestación por este proyecto, porque se utilizarán derechos de vía ya abiertos hace tiempo para el ferrocarril del sureste, así como tramos carreteros y otras áreas en las que no hay arbolado maduro o especialmente sensible. Esto es una buena noticia, pero deberá garantizar también los pasos de fauna en todo su recorrido, y se deberán tomar medidas para minimizar el impacto en los cuerpos de agua de la región, principalmente cuando pase cerca de humedales costeros, y en los lomeríos del sur de la Península.
Pero lo que tendrá que definirse antes que nada es a quién busca servir, la periodicidad de los recorridos y la composición de los convoyes. De entrada, si el Tren Maya sólo fuera de pasajeros, y sólo tuviera las estaciones que se han anunciado, que marcan el recorrido cada 100 kilómetros más o menos, este proyecto terminará beneficiando solamente a los grandes hoteleros que reciban ese turismo, a excepción, quizá, de algunos pequeños empresarios del sur de la Península.
Aún si el precio se redujera y fuera accesible para los pobladores de la región, sin paradas en Nicolás Bravo, Quintana Roo, o en Chan Laguna, por hablar de puntos intermedios en las rutas, el nuevo tren no contribuirá a mejorar la conectividad en una región que, a pesar de tener una orografía muy favorable, tiene zonas que siguen relativamente aisladas, como el sur de Quintana Roo y Campeche. En este sentido, será un proyecto que no beneficie a las pequeñas economías ni contribuya a la integración económica de la península.
En cambio, si se incorporan nuevas paradas y si sobre esas vías puede circular también carga, entonces el Tren Maya puede ser la base para un nuevo desarrollo en la región. Por un lado, podría permitir abaratar los costos que hoy tienen que cubrir los productores forestales y agrícolas de la región, a quienes sale enormemente caro transportar por carretera y que aún así ya exportan miel y maderas preciosas, por ejemplo.
Por otra parte, si el proyecto va acompañado de un impulso al consumo de productos locales entre los hoteleros de la región y si se fortalecen los nodos de distribución de alimentos y mercancías, entonces el Tren Maya podría ser la base para la consolidación de un mercado yucateco en el que los recursos que hoy se diluyen o se van al centro del país, se queden entre el Golfo y el Caribe.
Lo que hemos visto hasta ahora no dice mucho, más bien al contrario: dice poco de los beneficios directos a los productores locales. Se habla de derrama económica, sí, y de empleos creados por el flujo de turistas hacia zonas nuevas, pero eso no genera un desarrollo incluyente y con un reparto más justo de la riqueza. El proyecto puede ser una buena noticia, y puede servir para dar nuevos bríos a la región. Queda por ver a quién quiere beneficiar la administración de López Obrador con este proyecto, si a los más ricos o a los más pobres.