1 junio,2021 5:47 am

El tsunami que viene

Abelardo Martín M.

 

Uno de los dilemas más difíciles de comprender es lo que conviene a una nación siempre en construcción, siempre cambiante, siempre expuesta a la ambición, a la envidia, a la permanente lucha por el poder y el logro de beneficios y privilegios contrarios al interés y verdadera conveniencia de las mayorías.

Hay mentes medianas que no aceptan lo benéfico de un gobierno fuerte, convertido en facilitador permanente para la solución de controversias, problemas y definiciones. Se ha optado en muchos casos por ir en contra primero del gobierno y consecuentemente de la sociedad toda. Los líderes inteligentes siempre deben buscar, hasta por propia protección o defensa propia, aunque principalmente por un valor superior de justicia, el que los beneficios del crecimiento no son tales si no alcanzan a la mayoría.

Es erróneo creer que mientras una cúpula política, económica o social se apodere del desarrollo, de sus beneficios, es posible hablar de progreso. Nada más mentiroso que creer que si una minoría cupular avanza, lo hace el resto de los compatriotas o paisanos. Eso es una falacia, o progresan todos los habitantes del país, o no hay progreso ni avance.

Estamos a cinco días de que en el país se lleven a cabo las elecciones de mayor tamaño en la historia de México.

Aunque se trata de una elección intermedia, en que no está en juego la Presidencia de la República, en cambio se concentra la elección de casi la mitad de los gobiernos estatales, y la inmensa mayoría de ayuntamientos y congresos locales.

Están en competencia más de 20 mil cargos públicos a los que aspiran, hasta ahora, alrededor de 100 mil personas, dedicadas en este momento al proselitismo electoral con muchos de los vicios del pasado, como el uso abusivo de tiempos de radio y televisión, especialmente, y una serie de promesas de campaña absurdos, irrealizables en muchísimos casos. Si algo queda demostrado en la propaganda electoral partidista es lo insulso, absurdo y equivocado de sus promesas, que no ofertas o compromisos.

Todos los partidos políticos y sus dirigentes desconocen al electorado y por eso creen que sus mensajes publicitarios, no de genuina propaganda política y menos ideológica, “penetran” en los ciudadanos. Se equivocan y descubren su lejanía de la auténtica forma de pensar, sentir y actuar de los ciudadanos, cansados de falsas promesas, de frases huecas, sin sentido y menos conexión con la realidad. Ojalá y todos estos usos y costumbres desaparecieran y se tratara a los ciudadanos como lo que somos: mayores de edad, con capacidad de crítica hacia todos aquéllos que aspiran sólo al poder por el poder, ególatras de diván, inconscientes de la realidad.

Por supuesto hay excepciones, desafortunadamente no muchas, por lo que la incipiente democracia se construye y acepta con instituciones burocráticas y onerosas como el INE, que no se asoma ni por equivocación hacia sus propios problemas y hacia sus muchas oportunidades de mejorar que tiene enfrente.

Urge una revisión a fondo de las leyes electorales, porque se agotó su modelo, construido para permitir y lograr la alternancia partidista en el poder gubernamental, pero que se convirtió en un organismo caro, insuficiente y deficiente para la construcción de la verdadera democracia. Ojalá sus funcionarios vieran hacia adentro, hacia sí mismos para que, con autocrítica, atendieran y resolvieran sus problemas.

Por ello, y luego del cambio radical que implicaron los resultados de la elección de 2018, la próxima jornada ha adquirido la categoría de un virtual referéndum, entre dos caminos que dividen al país y en cuyas distintas visiones se escinden los electores: profundizar el cambio iniciado, para derribar los intrincados intereses creados alrededor de la política y la economía nacional, o bien desandar lo andado, clausurar la aventura y reconstruir el modelo desechado.

En ésas estamos a nivel nacional y en Guerrero, donde tuvo lugar una campaña singular por la manera como se fue desarrollando, hasta llegar a la sustitución de la candidatura de mayor arraigo, la de Félix Salgado, por la figura de su hija, que heredó la mayor parte de las simpatías populares de su padre, pero no la totalidad.

Luego, una campaña llena de música, bailes y cantos, pero sin una plataforma política mínimamente expuesta, ha minado la inmensa base de apoyo morenista en el estado, a grado tal que la ventaja se redujo a un dígito, y en los últimos días algunos medios y encuestas hablan incluso de un empate entre Evelyn Salgado y el candidato de la alianza PRI-PRD, Mario Moreno, y hay quien le ha dado la delantera a este último.

En ese contexto se han producido hechos de violencia que enturbian el panorama político y hacen notoria la intervención de las fuerzas del crimen organizado.

La escaramuza final antes de la elección estatal tuvo lugar con la declinación de la abanderada panista, Irma Garzón, quien ha llamado al voto a favor del abanderado priísta respaldado por el PRD.

El humo de este juego pirotécnico durará poco tiempo, pues de todos es sabido el escaso arrastre que el partido blanquiazul ha tenido en Guerrero históricamente. Esta vez no ha sido la excepción, la expectativa panista era de sólo pocos puntos, los cuales, ya se sabe, no se trasladan automáticamente a otro partido o candidato.

La maniobra resultó además tardía. En un contexto en que el PAN hizo alianza con el PRI y el PRD en la mayor parte del territorio nacional, es inexplicable porqué desde el principio se negó a esta posibilidad en Guerrero, donde solos los panistas nunca han tenido posibilidad alguna de victoria, ni cuando su partido tuvo el gobierno federal. Si la historia pudo haber sido diferente ya nunca lo sabremos.

Pero sí conoceremos en breve el desenlace de la batalla que ahora se libra. Y también será posible delinear, a la luz de los matices de la voluntad popular que se exprese, el rumbo que el país tome.

De ahí la importancia de que la ciudadanía acuda a las urnas y vote por sus preferencias, y de que los poderes locales y federales se constituyan como un fiel reflejo de que lo que colectivamente queremos y que será, sin duda, un tsunami, independientemente del lado en el que se esté.