2 mayo,2023 5:26 am

El valor de la verdad

Abelardo Martín M.

 

Si se acepta la validez del dicho “la verdad nos hará libres”, debiera entonces reconocerse que la sociedad actual vive acariciando la esclavitud o, por lo menos, con márgenes estrechos y escasos de libertad. La proliferación en las redes sociales de rumores, verdades incompletas o “a medias” y hasta mentiras, esas sí totales, constantemente mantienen a sus usuarios en tensión y en un proceso irrefrenable de polarización grave.

La capacidad institucional para hacer frente a la desinformación, la rumorología ahora pomposamente llamada “infodemia” es mínima no sólo cuantitativa sino también cualitativamente. En el pasado, la información pasaba por el tamiz o rigor profesional de los medios de comunicación tradicionales. Era requisito indispensable de cualquier periodista verificar la veracidad de las informaciones y comprobar que las llamadas “fuentes de información” fueran confiables, certeras, precisas y alejar toda sospecha de imprecisión o falsedad.

Un reportero debía estar seguro, convencido, de la validez de sus informantes y se sospechaba frecuentemente de cualquier intento de utilización malintencionada de los periodistas. Al estar superados aquellos medios tradicionales, la prensa escrita, el radio y la televisión, hoy las falsedades corren sin freno, sin ningún filtro con la máscara de verosimilitud, con apariencia, sólo apariencia, de cierto y hasta verdadero.

Lejos de estar mejor informada, la sociedad actual (en términos generales) es más ignorante de lo cotidiano, se ha vuelto mucho menos exigente acerca de la calidad de la información que recibe y es presa fácil de diversos intereses personales, políticos, económicos o sociales. La gran mayoría de las instituciones públicas, privadas o sociales permanecen atónitas ante el fenómeno de comunicación actual. Por un lado, en el caso de las públicas, se confunde información con la promoción permanente de los titulares de las dependencias del gobierno, casi siempre en campaña para obtener otros cargos administrativos o de elección popular. Las empresas privadas, por su parte, no encuentran la eficacia para la publicidad de sus productos o servicios y aún se mantienen ajenos al fenómeno de lo que denominan “reputación corporativa”, es decir, la preservación, cuidado y crecimiento del buen nombre de la marca.

En el fondo, para todos los casos institucionales privados o públicos aún no hay consciencia de que la comunicación actual exige calidad, pero sobre todo, cantidad de informaciones probadas, comprobadas, que alimenten, nutran a las devoradoras de contenidos que son las redes sociales.

La proliferación de empresas llamadas de “comunicación” para promover guerras “sucias” desprestigio y contenidos falsos es la mejor prueba del tamaño de la crisis de comunicación que padece la sociedad en la actualidad.

Es, sin lugar a dudas, la comunicación uno de los principales desafíos de nuestra época.

Los mexicanos acabamos de vivir la demostración más fehaciente de la desinformación, la confusión, la propagación de mentiras y, finalmente, la aparición de la verdad ante la que, no obstante, muchos se dedicaron y continúan, calificando como falsa.

Un tercer contagio de covid del Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, causó desazón y desató un torrente de noticias falsas y alarmistas sobre su estado de salud; por fortuna el mandatario superó con rapidez el trance, pero el episodio mostró con nitidez cómo la falta de información sobre un tema delicado genera confusión en la sociedad y se vuelve un riesgo para la gobernanza.

Mientras el Presidente era trasladado desde Mérida a la ciudad de México para ser atendido por especialistas, las informaciones oficiales fueron escasas y contradictorias; con ello dieron pauta a versiones de un deterioro mayor de su salud, y hasta especulaciones sobre el futuro de la nación en el supuesto escenario de su falta absoluta. En las redes hubo versiones de su muerte, afortunadamente superadas pero creadoras de confusión, desazón y mentira.

Felizmente no hubo tal, pero tuvo que ser el mandatario quien al tercer día, y luego en su regreso a sus actividades cotidianas, diera cuenta puntual de lo que le había ocurrido; con ello quedaron exhibidos los rumores y patrañas que se desataron sin control, y sus promotores expuestos al ridículo.

Lo que también se puso de manifiesto es la centralidad de la figura del Presidente en la vida pública del país. Mientras algunos de sus detractores subrayan que el ocaso de su poder está cercano, la semana pasada presenciamos el peso que ha alcanzado su ausencia o su silencio.

Con su retorno a la vida pública, todo regresó a la normalidad, esto en la política, en los medios de comunicación, en las redes sociales. Porque en la realidad, el dinamismo del país nunca se alteró. En las calles, en las actividades laborales, en los ámbitos bancarios y financieros, todo transcurrió sin sobresaltos antes y después de lo relatado. El tipo de cambio mantuvo su cotización baja que ha adquirido en los últimos meses, y en todo caso tuvo las oscilaciones acostumbradas de cualquier moneda en los mercados internacionales, sin novedad.

En donde sí ha habido novedades es en Guerrero. En tanto en Acapulco y los otros lugares donde los turistas acuden a vacacionar el fin de semana se vivió la fiesta que permitió el “puente” del primero de mayo; en Tierra Caliente la situación dista de estar tranquila. Luego de que se realizaran decomisos de vehículos de lujo con reporte de robo y alcaldes de la región se reunieran con la gobernadora, Evelyn Salgado, en Ciudad Altamirano, para denunciar el clima de violencia que priva en sus municipios, al grado de que ellos mismos de dijeron inseguros para trasladarse a la capital del estado, el escenario terminó de descomponerse.

Por un lado la Fiscalía estatal continuó la búsqueda de vehículos robados; por otro, en un movimiento que encabezan los propios alcaldes de la zona, apoyado por algunos legisladores locales, se mantienen bloqueadas carreteras federales y estatales, exigiendo la salida de la Policía Ministerial y de los agentes de la Fiscalía. Los inconformes acusan de abuso y atropellos a las autoridades estatales, que han dañado bienes e incautado vehículos legales y hasta ha ocurrido el robo de vacas, denuncian.

Del lado oficial se afirma que son los grupos de la delincuencia organizada quienes operan las protestas y bloqueos, mientras el obispo de Chilapa, José de Jesús González, afirma que detrás de los alcaldes en rebeldía estás los intereses “de los poderosos”.

En Guerrero, como en el resto del país, la poca información, o los programas de comunicación social efectivos, alejados de la autopromoción personal y sin objetivos para beneficio de la población, provocan confusión, incertidumbre, desestabilidad y desorden.

En la política y en los fenómenos sociales, los vacíos no existen, de ahí que en los últimos días se comprobó que en tanto en el país la figura central, a partir de la cual ocurren o dejan de ocurrir sucesos y reacciones, es la del Presidente de la República, en Guerrero y en muchos estados de la república, por lo menos en algunas regiones, el factor fundamental se ubica en los grupos del crimen organizado, reflejo de la descomposición social, pero también de la debilidad y hasta ausencia de gobierno, no se diga de gobernanza, lo que sí es muy grave.