12 junio,2018 6:36 am

Elecciones, patrón de desarrollo y crecimiento económico III

Eduardo Pérez Haro
 
Para Carlos Montañez.
La contienda electoral en curso se encamina a un desenlace previsible que no estará exento de pasar por su mayor tensión en los días que vienen, pero no hay trazos de que se suceda un viraje sorpresivo. Por el contrario, lo que no se esperaba, todo apunta a que será posible. La mayoría del Congreso y las gubernaturas serán para Morena.
El PRI jala de los pies a Anaya y le resta posibilidad alguna de aproximarse a un segundo lugar competitivo, en tanto que éste, el Revolucionario Institucional, echa mano de todo lo que está a su alcance para evitar el colapso mortuorio. Mientras esto se procesa en los sótanos de la realidad electoral, el rechazo a la partidocracia tradicional se expande dando paso a la propagación del fenómeno AMLO.
Las expectativas sociales se elevan. Andrés Manuel López Obrador se somete a un sentimiento cruzado, pues de un lado se sabe ganador indiscutido y de otro lado, percibe que México no es Morena que en automático se dirige hacia el triunfo. La inercia de los gobiernos precedentes, incluido el de Enrique Peña Nieto, le heredan una agenda, una estructura administrativa, una manera de hacer y proceder, etcétera, que se perfilan como contrariedades, además de las dificultades e inconvenientes que la realidad conlleva e independientemente de las insuficiencias que puedan ser propias. No obstante, ya no hay para donde hacerse. Habrá que afrontar el desafío.
Las sociedades de base que hoy ofrecen su respaldo y su entusiasmo confían en una respuesta pronta en contraste de los incumplimientos acumulados por los gobiernos anteriores. Y la idea del cambio verdadero no es tarea sencilla para nadie, primero porque las debilidades nacionales en infraestructura, tecnología, capacidad especializada de la fuerza de trabajo, organización de la producción, integración de redes productivas de valor, vinculaciones de mercado, financiamiento e incluso acuerdos y compromisos instituidos, y otras, son debilidades de condición asimétrica respecto del desarrollo comprometido, y segundo, porque después de la elección, las fuerzas actuantes no se contabilizan a manera de votos.
A diferencia de los votos, las corporaciones y naciones intervinientes en el curso y dinámica nacional, disponen de instrumentos coercitivos desde el poder económico y político. Hay debilidades y habrá resistencias y contraposiciones en defensa de sus intereses en juego. De manera que para romper las inercias y cambiar los basamentos del crecimiento económico, los votantes tendrán que salir en respaldo de las mejores decisiones, y si no hay determinación de cambio hacia un crecimiento con inclusión social en las ideas, prácticas y decisiones de gobierno, los votantes de hoy saldrán en demanda del cumplimiento de la palabra comprometida como ocurre en Francia, Argentina o en el mismo Estados Unidos, algo que no tiene que ver con el signo partidario o ideológico de los gobernantes sino con la necesidad y expectativa social.
Sociedad y economía se sintetizan en el patrón de desarrollo, el crecimiento económico sólo es un agregado macroeconómico con el cual se esconden las modalidades del patrón de desarrollo tras la artimaña de hacer creer que “el crecimiento del PIB” es sinónimo de mejoría para todos o como suele informarnos hoy en día el gobierno, cuando destaca que el consumo, que le reporta la Unión Nacional de Tiendas Departamentales, crece y, por tanto, hay base firme para el crecimiento y por tanto solidez en la economía nacional. La realidad económica del desarrollo tiene otra base y otros indicadores de prueba y evidencia. Incluso distintos del llevado y traído “mercado interno” que se usa como recurso para intentar la crítica de la globalización y su característico comercio exterior
El núcleo de una economía no es el consumo general y mucho menos el consumo de víveres sino el consumo productivo, así como el crecimiento del PIB no revela de dónde viene, de manera que hay crecimientos que se generan por un número reducido de empresas en las que las mayorías de trabajadores y empresarios, medianos y pequeños, quedan al margen, con lo cual queda claro que no comparten la suerte de sus generadores y beneficiarios que son unos cuantos como sucede en México. Por ende, la fuerza del desarrollo proviene del consumo industrial de infraestructura, maquinaria y equipo y por supuesto, materias primas e insumos, por lo que incluso la mejor suerte de los productos primarios se resuelve en la economía urbana de la industria y el comercio, esos son sus mercados de destino por excelencia.
Cuando la economía urbana de la industria se amplía como capacidad productiva, se amplían los servicios relacionados y la demanda de los bienes agropecuarios y no al revés, con el agregado principalísimo de un elemento concomitante que es la ampliación de la demanda de trabajo con base en lo cual se deriva el acceso al consumo y calidad de vida de las familias. No obstante, esto que parece sencillo implica procesos prolongados en la creación de capacidades instaladas y calificación del trabajo y, por tanto, no se lleva a cabo y en su lugar se ha sucumbido a la influencia y poderío de fuerzas y naciones externas, acomodando tras ello negocios de ganancia rápida y voluptuosa para algunos nacionales. Así, dejando de lado el cimiento y desarrollo de las capacidades de la industria nacional y por ende, de los servicios y las actividades primarias relacionadas, se ha construido el atraso en lugar del desarrollo.
De manera que el cambio consiste en alinear los instrumentos de la política económica, de la política fiscal y de la administración pública, a la nueva industrialización de México, no sin subrayar que dicho proceso se desarrolla en paralelo de, al menos, dos condiciones sin las cuales no se cumple el sentido preciso de ser punto de apoyo del desarrollo, la primera es que se tiene que hacer en correspondencia con los referentes globales de competencia del sistema económico del capitalismo mundial, lo cual presupone la imbricación de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones dentro del conjunto del aparato productivo y en paralelo, de una amplia política social y de seguridad pública, donde además de los trabajos de mediación en la conjunción de intereses de los diversos sectores tendrá un lugar de especial importancia la relación de cumplimiento con las sociedades de base.
Los indicadores de cumplimiento del cambio no serán el PIB y la venta de víveres, sino el crecimiento del capital fijo y del empleo y el salario, que después habrán de reflejarse en las balanzas comercial y de pagos. Huelga decir que nada de esto se hace al margen del mundo ni sólo se trata de un axioma económico, es un zoom que se precisa para evitar el juego fácil de términos y palabras que carecen de contenidos, por más que suenen bien o aparenten tecnicismos de teoría alguna en voz de los asesores. El discurso debe ceder espacio a la ciencia de la experiencia en que se pauta el conocimiento verdadero. La elección está decidida, se aproxima el tiempo del cambio comprometido y la hora de cumplir.
 
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