29 marzo,2024 3:12 pm

Elizabeth Catlett y Francisco Mora: lazo de amor y arte

 

Ciudad de México, 29 de marzo de 2024. En su icónica serie gráfica La mujer negra, Elizabeth Catlett (Washington, 1915-Cuernavaca, 2012) retrata a una mujer de gesto adusto que viaja en la sección reservada para los negros de un camión, bajo el título I Have Special Reservations (Tengo reservaciones especiales, 1947).

Esta colección de 15 grabados es considerada como un “testimonio de la opresión, resistencia y supervivencia de las mujeres afroamericanas”, donde incluyó un retrato de Harriet Tubman, abolicionista que fue parte de una red clandestina para ayudar a esclavos fugitivos del sur de Estados Unidos en su huida hacia el norte en busca de libertad.

Nieta de esclavos y criada en Washington D.C., se le negó el ingreso al Carnegie Institute of Technology por ser negra. Estudió en la Howard University, sólo para estudiantes como ella, y luego obtuvo una maestría en Escultura en la Universidad de Iowa.

Influida por el muralismo mexicano y el arte negro de Miguel Covarrubias, llegó a la Ciudad de México en 1946 con una beca para estudiar con Francisco Zúñiga, y se unió al Taller de la Gráfica Popular (TGP), un grupo de grabadores cuyas ilustraciones, folletos y otros materiales eran en apoyo de las luchas sindicales y agrarias, la educación popular y el indigenismo.

A través del artista Pablo O’Higgins, quien era su traductor, pues Catlett no hablaba español a su llegada, conoció, en el TGP, a Francisco Mora (Uruapan, 1922-Cuernavaca, 2002), un pintor y grabador michoacano con quien se casó después de un breve matrimonio con el artista Charles White.

Mora se había unido al taller en 1941; sus grabados recogen su interés en la historia política de México con series dedicadas a los héroes de la Reforma y la Revolución, a las duras condiciones de los mineros en Hidalgo, a la lucha obrera, a la precaria vida en el campo y al analfabetismo.

Ambos, fallecidos en Cuernavaca -ella en 2012 y él en 2002-, se reencuentran en una exposición en el Museo Nacional de la Estampa (Munae), titulada Elizabeth Catlett y Francisco Mora, Compañeros en el arte y en la vida, que presenta alrededor de un centenar de obras realizadas durante más de seis décadas de trabajo.

“Veo esta exposición como una gran clase de historia”, define en entrevista el curador Arturo Rodríguez Döring.

“Empieza con la Reforma, en el caso de Francisco Mora, y con la Guerra de Secesión, con Elizabeth Catlett”.

Rodríguez Döring, investigador del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap) del INBAL, plantea que si Catlett fue aceptada en el TGP se debió a su manifiesta preocupación por la desigualdad social, al igual que el mexicano.

“No es una confrontación, sino que están vinculados por temas y con la idea de que fueron una pareja que trabajaron juntos en criar a sus hijos (Francisco, Juan y Diego); todo lo construyeron juntos. La casa (en Cuernavaca) es un santuario de ambos”, deja en claro el curador.

Antes de venir al país, Catlett enseñó en una escuela nocturna de Harlem, Nueva York, destinada a obreros, mientras que Mora, al venir de un medio rural mexicano, participó en campañas de alfabetización.

Los trabajadores del campo y la clase proletaria fueron, desde siempre, temas centrales en su obra, según comparte el curador, quien añade, en el caso de la estadounidense, “la opresión y la explotación que implican el racismo y las condiciones desfavorables de la mujer”.

La exposición recoge piezas icónicas de la artista nacionalizada mexicana, como Sharecropper (1970), ejemplo de “la determinación de Catlett para mostrar la vida de las mujeres negras en el sur, llamando aquí la atención sobre el injusto sistema de arrendamiento agrícola que a menudo desembocaba en un incesante ciclo de endeudamiento creciente”, como refiere el Instituto de Arte de Chicago.

Un grabado que, por cierto, acaba de adherirse a las colecciones del Museo Metropolitano de Nueva York.

“En cuanto a lo formal, ella es mucho más volumétrica (en el grabado), mucho más escultórica”, aprecia Rodríguez Döring.

Durante casi una década, a Catlett no se le permitió entrar a Estados Unidos, al haber sido llamada por la Embajada de su país y negarse a dar los nombres de políticos de izquierda que conocía en México.

Respaldó abiertamente a Las Panteras Negras, organización política de corte marxista-leninista fundada en 1966 en California, a quienes retrató en la serigrafía Las Panteras Negras hablan por nosotros (1970), una obra también presente en la exhibición.

Ni ella ni Mora trabajaron nunca para galerías, como tampoco participaron en exposiciones destinadas a la venta, recalca Rodríguez Döring, lo que refleja su filosofía del arte.

Con casi un centenar de obras de ambos, la exposición, ya abierta al público, permanecerá hasta el 23 de junio en el Munae, recinto ubicado en avenida. Hidalgo 39, Plaza de la Santa Veracruz, a un costado de la Alameda Central.

 

Texto y foto: Agencia Reforma