23 septiembre,2022 5:29 am

En memoria de Alejandro Cervantes Delgado

La política es así

Ángel Aguirre Rivero

 

Aunque la mañana amaneció lluviosa por la presencia de la tormenta Lester, los buenos oficios de don Alejandro Cervantes Delgado en el cielo lograron una tregua, y quienes nos dimos cita en la Rotonda de los Hombres Ilustres en el Panteón de Chilpancingo, pudimos recordar con cariño a uno de los mejores gobernadores de nuestro amado estado de Guerrero.

Así, tuve el privilegio esta mañana de ser orador en el 22 aniversario luctuoso del ex gobernador Cervantes Delgado, junto a la familia Cervantes Rocha, varios de sus excolaboradores, legisladores y dirigentes políticos.

Don Alejandro, el gobernador de la reconciliación, quien sembró las bases de la pluralidad política en Guerrero, partió hace 22 años, pero se queda con nosotros su legado de civilidad política, de un hombre que se adelantó a su tiempo al impulsar programas de gobierno como Crédito a la Palabra, que hoy son retomados por todos los gobiernos.

Dí testimonio de cómo, aún cuando se afirma que a don Alejandro Cervantes Delgado se le consideraba un hombre parco, éste profesaba a sus hijos Vicky, a Tere, a Alejandro y a sus pequeños nietos en aquellos años, Yvette y Juanito, su razón de vivir.

Fui testigo también del cariño que sentía al ser un hombre noble por los cuatro costados, por su yerno Juan Hernderson, quien junto con Vicky nos abrieron los brazos y su amor a Laura de Rocío y a mí cuando llegamos a esta hermosa tierra, Chilpancingo, donde nacieron mis hijos Laura y Ángel, que hoy ya no está con nosotros.

El legado de don Alejandro fue tan grande, como grande fue la mujer que lo acompañó durante toda su vida, mujer que entregó su esfuerzo, su trabajo y gran amor a los pueblos y comunidades de Guerrero, doña Graciela Rocha de Cervantes Delgado.

Junto a Humberto Salgado Gómez, Jorge Salgado Leyva, Efraín Flores Maldonado, Juan Larequi Radilla, Héctor Manuel Popoca y Jorge León Robledo recordamos anécdotas y bromas de cuando colaboramos con él, y que don Alejandro se percataba y con habilidad desactivaba para darnos una lección.

Nos acompañaron Luis Walton Aburto, destacado empresario y político guerrerense, Alberto Catalán Bastida, dirigente del PRD en Guerrero; Yanelly Hernández Martínez, presidenta de la Mesa Directiva de la 63 Legislatura del Congreso local, así como los diputados Raymundo García Gutiérrez, Bernardo Ortega Jiménez y Jennyfer García Lucena.

Al igual que Ernesto Sandoval Cervantes, Antonio Cervantes Núñez, Francisco Abarca Escamilla y Juan Muñoz Caballero.

Así como el senador Manuel Añorve y Pilar Badillo, secretaria general del PRI en Guerrero; José Genchi Arredondo, líder del transporte en la época de don Alejandro y Gelio Castro, destacado empresario chilpancinguense.

Durante mi participación, narré episodios de mi vida política al lado del exgobernador, los que sin dejar lugar a dudas me formaron como hombre de servicio con los principios que aprendí de él, de sus actos, y de las encomiendas que me dio don Alejandro, a quien considero mi tutor en política.

Don Alejandro siempre planteó el trato desigual para los desiguales, para que a las entidades de mayor rezago se les asignaran mayores recursos.

Fue visionario e innovador, pugnó por la diversificación de nuestra actividad económica, “no dependamos sólo del turismo, hagamos que el campo guerrerense sea el proveedor de la actividad turística e impulsemos la industria y la minería”, pugnaba.

Impulsó novedosos programas como el Dando y Dando, Cancha Deportiva, Aulas Comunitarias, promovió la modernización de Chilpancingo con el paso a desnivel y obras de embellecimiento.

Recordé cómo a los 28 años, me dio la oportunidad de ser el secretario de Gobierno más joven del país y de la historia de Guerrero.

Don Alejandro Cervantes Delgado durante toda su vida pregonó la honestidad y la sencillez prístina, predicando con el ejemplo.

De él aprendimos a nunca usar la violencia como método para resolver nuestros problemas, por el contrario, siempre nos enseñó bajo cualquier circunstancia a privilegiar el diálogo.

Alguna vez siendo yo gobernador, le pregunté cuál era en su opinión, el mejor legado de un gobernante y su respuesta fue contundente: –mire Aguirre, que cuando vuelvas a ser un ciudadano más de a pie, la gente te salude con respeto y aprecio, si no te mientan la madre, date por bien servido.

Ambos coincidimos en que el poder no cambie a las personas, sino el poder se use para transformar y cambiar sí, las condiciones de las personas.

Ambos coincidimos en que la mentira y la soberbia son las peores consejeras de la política y que la humildad es la virtud más grande de un político y de cualquier ser humano.

Estoy seguro que don Alejandro Cervantes no espera hoy nuestras lágrimas, lo que quiere es que cosechemos sus siembras, que las vea florecer cual manantial constante de pureza, que sigamos expandiendo los campos que él nos ha dejado.

Querido don Alejandro, su partida lo ha llevado a un lugar de privilegio, nosotros nos quedamos contemplando cómo su figura se agiganta, como lo hacen los árboles más nobles con el paso de los años.

Del anecdotario

Por aquellos años don Enrique Nájera, cuñado de don Alejandro Cervantes Delgado, fungía como chofer de un alto funcionario del gobierno del estado, se trataba de don Carlos E. Adame, quien fuera además uno de los fundadores del periódico Revolución de Acapulco.

Don Alejandro, siendo un chiquillo, le pedía a su cuñado lo llevara a Acapulco para conocer sus hermosas playas, hasta que un día, so riesgo de que lo corrieran del empleo, lo subió en la cajuela del auto y así pudo realizar su sueño.

Llegué totalmente mareado me platicaba alguna vez don Alejandro, y cuando llegué de gobernador le platiqué de este pasaje a don Carlos, que era un gran hombre quien contagiado de la risa me dijo: –caray gobernador, de haber sabido, créame que le cedo mi lugar.

Lo que me recordó a mi tía Lupita Díaz de Aguirre (QEPD) cuando alguna vez le pedí que me facilitara cien pesos para comprar mi boleto de la famosa “Gacela” y llegar a mi destino final, mi querido Ometepec, cuando me regresé de la Ciudad de México.

Con el paso del tiempo le devolví con creces el favor a mi amada tía, quien era una mujer excepcional y ella ya no se acordaba y entonces sólo alcanzó a decirme: –Ay hijo!, me hubieras pedido más, porqué tan solo cien pesos.

La vida es así…