12 noviembre,2022 5:11 am

¿Es la corrupción, o la violencia?

De Norte a Sur

Silber Meza

 

México se halla colmado de aguas escarlatas. Con Felipe Calderón y su “guerra contra el narco” se potenciaron los homicidios. Al iniciarse el sexenio de Enrique Peña Nieto siguieron escalando, y con el presidente Andrés Manuel López Obrador se detuvo el crecimiento y se ha manifestado una caída apenas perceptible, de acuerdo con las cifras oficiales.

Es verdad que las gráficas y las estadísticas se leen e interpretan según el ojo de cada persona, pero aun así se puede llegar a algunos datos duros razonables. Retomando información del gobierno federal, podemos decir que con Carlos Salinas de Gortari hubo 76 mil homicidios; con Ernesto Zedillo, 80 mil homicidios; con Vicente Fox, 60 mil; con Felipe Calderón el doble, 120 mil; con Peña Nieto, 156 mil; con López Obrador llevamos 120 mil hasta mediados del 2022.

Claramente este gobierno terminará con más asesinatos que los anteriores, pero también es cierto que está cambiando la tendencia de crecimiento. El primero es el argumento de sus críticos, el segundo el de sus defensores. Los dos son reales.

Sin embargo ese aparente freno de la tendencia creciente de los homicidios no es suficiente para un país tan lastimado. Y menos aún comprueba la hipótesis presidencial de que la corrupción es el mal de males, que si acabamos con la corrupción entonces todo lo demás será pan comido. O esta idea no se actualiza en temas de seguridad, o simplemente no se ha combatido la corrupción de forma efectiva.

Algo que hemos podido ver y constatar con los #GuacamayaLeaks es la enorme presencia del crimen organizado en México. En la mayor parte del territorio nacional operan una o varias organizaciones delictivas. Son decenas de ellas.

El gobierno mexicano los mapea, los investiga, los infiltra, los escucha, los sigue y los persigue. Pero nada parece suficiente, ni el uso del Ejército, ni la Marina, ni la Guardia Nacional. Los grupos delictivos se han armado, capacitado y acorazado para no ser detectados, o para enfrentarse al poder militar mexicano. Crean sus propias tanquetas, usan drones con explosivos, trafican armas, hacen alianzas impensables, cooptan a policías y políticos.

Ellos, los criminales, están listos para pelear. Eso es algo que nos debe preocupar en México.

Recuerdo que hace unos 20 años se decía que el crimen organizado temía a los militares; cuando los veían, mejor corrían. Se alejaban. A partir del gobierno de Calderón decidieron enfrentarlos. Armarse.

Ahora usan armamento militar, calibre .50, equipo de guerra. Lo traen de Estados Unidos o lo compran robado a elementos corruptos del Ejército Mexicano, como se puede ver en las investigaciones internas de la propia Secretaría de la Defensa Nacional que nos ha dejado observar el hackeo de quienes se identifican a sí mismos como hacktivistas de Guacamaya.

Sí: si se acabara con la corrupción de un día para otro, si de pronto se despareciera como por arte de magia, al crimen organizado se le acabarían las protecciones políticas en los gobiernos, con los policías, en las aduanas y un largo etcétera. Pero la corrupción no desaparece, sólo disminuye. La corrupción no ha abandonado ni a los países europeos con los mayores niveles de integridad.

Por eso, por la cantidad de dinero que mueven los criminales –miles de millones de dólares–, y por la decisión que tomaron los líderes de estas organizaciones de enfrentarse a las fuerzas armadas, es que la violencia está lejos de terminar en México, o al menos de disminuir en un porcentaje significativo.

Por eso no se le puede dar la vuelta al problema, por eso tenemos que pensar y dialogar si la corrupción es el problema más urgente de nuestro país o es la violencia del crimen organizado… o los dos.

Focalizar el problema únicamente en la corrupción, como sucede con la narrativa oficial de López Obrador, puede provocar que no atendamos la violencia, las acciones de los grupos criminales y sus consecuencias con la seriedad que ameritan.

Calderón quiso ver la violencia únicamente como problema estructural, López Obrador ha decidido focalizarse en la corrupción como origen y fin de los males. Sería bueno que se empiece a ver una política integral que realmente nos ayude a combatir a este monstruo que día a día nos devora.