21 febrero,2023 5:18 am

#EsConelpueblo

Arturo Martínez Núñez

 

Claudia Sheinbaum se ha posicionado ya como la clara delantera en todas las encuestas serias que se han publicado. Los terribles hechos en el metro de la Ciudad de México no hicieron mella en la popularidad de la jefa de gobierno. Los capitalinos y los mexicanos entienden que lo que ha ocurrido ha sido una combinación de sabotaje con años de abandono y de trabajos de mantenimiento preventivo que paradójicamente está administración es la única que se ha ocupado de realizar.

A lo largo y ancho del país, los militantes de Morena y simpatizantes de la Cuarta Transformación ven a Claudia como la clara sucesora y continuadora de la obra del Presidente de la República. Eso está ya fuera de discusión. El problema que enfrentamos ahora es cómo llegar con la propuesta de Sheinbaum a los ciudadanos y sectores que están en contra de nuestro movimiento para poder convencerlos de la necesidad de la continuidad del proyecto nacional a través de otra persona que comulga en lo fundamental con el Presidente López Obrador pero que no es el presidente López Obrador, ni para bien ni para mal.

El año 2024 será más parecido al 2006 que al 2018. La elección será ganada por Morena y sus aliados pero difícilmente se alcanzará el margen de victoria que obtuvo López Obrador. Esto impactará en la conformación del Congreso, fundamental para la gobernabilidad.

Para poder continuar y profundizar los cambios es necesario que éstos sean acompañados por los ciudadanos que no simpatizan con nosotros. Claudia no puede ser, ni pretende ser, un clon del presidente López Obrador, esto no es deseable ni le beneficia a nadie.

Claudia es una política que tiene sus propias virtudes y sus propios defectos. No reconocerlo así sería una falta de respeto hacia ella y hacia el propio Presidente que tiene ojo clínico a la hora de evaluar a los políticos. Después de 2024, en la Cuarta Transformación no habrá ni maximato ni bicefalía. El presidente López Obrador ha dicho en reiteradas ocasiones que al terminar su periodo se retirará por completo de la vida política y que se dedicará a escribir. Ha dicho que no opinará sobre política y que no hablará con políticos. Su rancho no se convertirá en santuario de peregrinaje ni de dictado de línea. El Presidente entiende mejor que muchos, que la única manera de preservar su legado es dejar que la generación del relevo actúe con total libertad y con criterios propios. Ha insistido en que la única lealtad que debe de conservarse y procurarse es con el pueblo de México.

Andrés Manuel López Obrador arrasó en 2018 en parte por los excesos cometidos por sexenios que anunciaron que se-rían distintos y que resultaron más de lo mismo.

Claudia Sheinbaum tiene que lograr vender continuidad y cambio al mismo tiempo. Por eso la estrategia no puede estar solamente sustentada en la enorme popularidad del presidente.

Una vez echado a andar el Movimiento Nacional #esClaudia y asentada en las encuestas como la opción mayoritaria, Claudia debe de comenzar a propiciar el encuentro con las y los ciudadanos que no comulgan con nuestras ideas y convencerlos de que somos la mejor opción para México.

La alianza no es con los poderosos aunque en muchos lugares somos nosotros mismos; la alianza no es con las y los gobernadores, las y los diputados y las y los presidentes municipales; la alianza no es con los funcionarios de gobierno. La alianza más importante es con el pueblo de México sin intermediarios. Esta es una unión indisoluble y es la única vía sostenible para mantener el cambio verdadero. Lo peor que le puede pasar a un movimiento popular es que se le asocie con el poder. La alianza debe de ser con la sociedad civil, no aquella organizada en grupos de interés y de presión sino con los liderazgos campesinos, académicos, populares, intelectuales, artísticos, productivos, espirituales y sociales, que son los verdaderos replicadores de los mensajes.

La batalla interna se gana hablando hacia los de adentro pero la batalla final se gana convenciendo a los de afuera, a los diferentes, a los que no piensan como uno. Cuidado con las alianzas electoreras. Cuidado con aliarse con aquellos que buscan únicamente lavar sus pecados montados en el tren ganador. Cuidado con asociar el nombre sin mancha con los manchados de siempre. Sí a las alianzas claras y programáticas, sí a las alianzas con las y los ciudadanos sin partido. Sí a las alianzas con los liderazgos naturales, sí a la alianza con el pueblo de México.