26 marzo,2024 4:32 am

Estamos en la puerta número 6, recoge tu arma y Dance with The Devil!

Federico Vite

Tengo la certeza de que lo más importante en un autor radica en el estilo y la visión del mundo. Así que cuando echo la memoria atrás veo algunos aspectos que que perfilan el momento en el que estamos. No por Otis, porque Otis sólo apresuró las cosas. Ya lo sabemos. Seguramente usted recuerda a El Azteca. El espectáculo que Benji, coreógrafo y bailarín, presentaba en la discoteca Palladium. Sin afán chocarrero, me gusta pensar en este espectáculo como un correlato de lo ocurrido en Acapulco a partir de enero de 2006. Es decir, veo en esta actividad performativa, cuya canción de fondo es lo que me convoca a poner sobre papel este asombro, una manera de entender nuestro presente: Dance with The Devil!. “Porque el día del juicio ha llegado”, así iniciaba el espectáculo.
Durante muchas noches, el ritmo del presente, de la realidad presente, se usó en esa canción, un ritmo trepidante, portentoso, cuyos versos hablaban del Diablo, de las seis puertas abiertas a una realidad, cuya única solución (la puerta seis) era justamente recoger tu arma y pelear contra el Diablo, y si salías vivo, el Diablo te podía dar sexo, drogas y house (entendido como un ritmo musical o como casa). El Azteca, representado como Diablo, ofrecía sexo, drogas e inobjetablemente una casa.
En una entrevista que Trino Trevino publicó en la revista Vice el 23 de enero de 2015, Benji habla de la canción: “Es curioso pero desde que empecé con esa rola (2002) la gente siempre identificó el show con esta frase (Dance with The Devil), entonces, por razones obvias de mantener el show actualizado sin perder esa esencia con la cual la gente lo identifica, tomamos la voz de ese viejo mix, la re-masterizamos y la adaptamos a música electro más actualizada, innovando la clásica frase: Dance with The Devil”.
Dicho de otra manera, a la gente le prende bailar con el Diablo (bailar con el oponente). Y si uno escucha la canción se pone en perspectiva lo que es Acapulco; sobre todo, se describe la confrontación vivida en este puerto. No se trata de un acto premonitorio sino de un correlato de los hechos; me interesa poner el énfasis en eso, el correlato de los hechos con un estilo y una visión del mundo singular: hecha en Acapulco pues.
La canción no sólo es pegajosa sino que la letra nos remite a una encrucijada. Describe aspectos de tiempos inmemoriales, cuando los guerreros van a la guerra y bailan en torno al crepitar de las llamas en la fogata ancestral. Celebran la vida previa al encuentro con la muerte. Pero la pertinencia del símbolo creado por Benji despierta algo que implica movimiento y confirma el encuentro de dos fuerzas –que para efectos de practicidad– configuran la irremediable confrontación con el oponente: el bien y el mal. Pero sin estirar mucho la liga, El Azteca representa algo que significa la cima de la vida nocturna de Acapulco y con él también empieza el declive de eso que durante tantos años hizo famoso a este lugar y el presente tristemente célebre inició en 2006, porque se transformó la vida nocturna en algo que aún no acaba de tomar forma, pero ya se moldeó a la orden de grupos delictivos.
En 2006, como todos sabemos, ocurrió lo más grave y se inauguró una nueva era con las cabezas colocadas frente a la iglesia de la Garita: “Para que aprendan a respetar”. Ese año, me parece, floreció el correlato de la canción que durante tantos años estuvo sonando en Palladium. Y se convirtió en un correlato de lo real. “Prepárate para bailar con el Diablo y ruega que salgas vivo a de ahí”, dice la canción y cobra sentido, sobre todo ahora. Se abrió esa puerta, la sexta, según la canción: “Tú sabes quién soy. Yo puedo darte sexo, drogas y house”. Y las cosas se dieron:

Sex, drugs and house!
I can give you house
I can give you house!
I can give you house!!
Sex & Drugs & House!
Dance with me
You know what I can give you
I can give you sex
I can give you drugs
And what I certainly can give you, is house!

“Puerta 6. Recoge tu arma y pelea. Y baila con el Diablo”, se enuncia cuando El Azteca eleva la antorcha y se oyen los tabletazos de un fusil Ak-47. Pero más allá de leer ese acto performativo como una estupenda muestra del sincretismo tropical, Benji anunciaba justamente lo que podía sentirse en el ambiente, representaba nuestro presente, porque era obvio el desfiladero al que nos estábamos acercando. Dicho de otra manera, el ritmo del mundo entraba en esa sintonía, esa canción exponía la realidad a gritos, de esa manera lo subyacente salió a la superficie: el declive de la vida nocturna se anunciaba. “Feel my drum”, esa frase de la canción podría traducirse como el registro del cambio, el arribo a una nueva era: Siente el ritmo de mi tambor. Y tambor es un símbolo de guerra.
Como espectáculo, me encanta la fonomímica y escenificación de Benji, los elementos épicos, la teatralidad y el magnetismo escénico: penachos, calaveras, rayos láser y fuego, pero sobre todo, la danza. El Azteca inició en el extinto Disco Beach, en 1997, después en Palladium en el 2000 y en Palladium, con la bahía de fondo, se activó ese correlato a un ritmo trepidante hasta el 2011.Dance with The Devil!
Hace 24 años existía eso que ahora es una historia: la vida nocturna de Acapulco. Ahora se reconstruye el puerto con huecos en un programa integral muy chafa. El demiurgo llamado Azteca regresa a la noche de los tiempos.
Benji labora en Puerto Vallarta, porque en Acapulco las cosas no van bien, ni irán, por un largo periodo, de la manera más optimista posible. Mientras más se retrase la reconstrucción serán más ominosos los desplantes políticos (de los tres órdenes de gobierno), que resultan vomitivos, producen enredos cada vez más siniestros y detestables. Por ejemplo, la construcción de cuarteles de la Guardia Nacional en el parque Papagayo. Ya nos quitaron el Centro de Convenciones, ahora van por el otro símbolo, uno verde, pero con la libertad que no tiene el verde marcial.
El Azteca puso a bailar, sin broma, a millones de personas. Abría la pista en Palladium y con ello nos recordaba ese eterna batalla entre el bien y el mal, entre el presente y el pasado, pero la mejor de las maneras para asimilar ese correlato es aceptar la vieja escuela del conflicto, donde habrá una encontronazo entre dos fuerzas de nuestro mundo narcotizado. Hablamos del Diablo, porque en el fondo nos referimos al oponente. Siempre.
Resta decir que si todos nos vamos a ir de este puerto, hagámoslo bailando. “Tu me conoces, estoy en torno a ti, entrando directamente a tu cuerpo. Siente el ritmo de mi tambor. ¡Siente el ritmo de mi tambor! ¡Siente el ritmo de mi tambor! ¡Pelea!”. Tal vez eso sirva como epitafio. O quizá debamos hablar de todo esto con una paráfrasis de La Iliada: La cólera, ¡oh Azteca!, de los narcos, maldita, que causó a los acapulqueños incontables dolores, precipitó al Hades muchas valientes vidas.