10 septiembre,2022 11:15 am

Estremece la banda inglesa Iron Maiden a un eufórico auditorio en el Foro Sol

Atestiguan 65 mil asistentes la potencia del grupo metalero en su Legacy of the Beast World Tour ’22

Ciudad de México, 10 de septiembre de 2022. La séptima noche de septiembre, a tono con el cabalístico número, será recordada como la vez en que un sanguinario samurái asestó latigazos a diestra y siniestra, en forma de precisos riffs de seis cuerdas, cuya efectividad hizo rugir de euforia a todo un Foro Sol.

Escudado en su ataque por 65 mil gargantas que ruidosamente respondían coreando cada himno metalero, cifra revelada por el propio Iron Maiden, el grupo volvió a la Ciudad de México con la gira que ya presentó en 2019 durante tres jornadas en el Palacio de los Deportes, y constató que su público tiene muy buena memoria.

Esta vez la invitación decía Legacy of the Beast World Tour ’22, guión adaptado a las tácticas de Senjutsu, la criatura, en forma de álbum doble, alumbrada por la formación británica durante el confinamiento y a la que presentó orgullosamente ante los mexicanos.

Su declaratoria de guerra se materializó con el tema homónimo desde las 21:08 horas del miércoles, seguido por los dos sencillos del material, Stratego y The writing on the wall.

El saludo del incombustible vocalista Bruce Dickinson dio la consigna al numeroso batallón.

“Buenas noches, Ciudad de México, amigos. Miren al cielo, ¿pueden ver el escrito en el muro?”, señaló el frontman a lo alto.

Demostró estar más que feliz al jugar con un peluche Simi. Lo meció, lo pegó a su mejilla e incluso lo acercó a su micrófono.

Causó hilaridad

Un largo interludio dio paso a la artillería pesada, al momento del headbanging presencial, tan extrañado por la comunidad metalera nacional, al igual que sus frenéticas simulaciones de guitarra y percusión, con la llegada de Revelations y Blood brothers.

La banda que lidera el bajista Steve Harris y que completan Adrian Smith, Janick Gers, Dave Murray (guitarras) y el baterista Nicko McBrain despachó los hits que han forjado su historia, de casi cinco décadas, como la esperada Hallowed be thy name y la no menos aclamada The number of the beast.

The trooper, quizás la más estruendosa a juzgar por la reacción desde las gradas del inmueble, y The clansman iniciaron las hostilidades del encore con el apoyo de Eddie, el esquelético engendro de la Doncella de Hierro, para reclamar su cuota de protagonismo.

La batería de McBrain, tuneada con algunos peluches más de la franquicia farmacéutica, sonó como un trueno a lo largo del show, mientras que los siempre amenazadores dioses de la lluvia se borraron de la lista en una cita apacible, como para haber asistido en manga corta.

El repertorio nunca dio tregua. Run to the hills y Aces high, clásicos eternos, coronaron una sinfonía de tintes espeluznantes pero que después de una hora y 50 minutos de cruenta acción, con un Dickinson en plena forma que agitaba ante su regimiento un sombrero charro, quedó saldada con decenas de miles de rostros extasiados y jubilosos.

Maiden dio por buena la nueva normalidad después de, lo que calificó su vocalista, fueron “tres años de porquería”.

Texto: Miguel González / Agencia Reforma