16 julio,2023 8:41 am

Exhibe Eloy Tarcisio su ‘arqueología’ personal en el Museo de la Ciudad de México

 

Ciudad de México, 16 de julio 2023. El primer piso del Museo de la Ciudad de México se ha convertido en el sitio de excavación personal del artista Eloy Tarcisio.

Ahí, entre las obras que favorecen los grandes formatos, realizadas con materiales que van desde el tradicional óleo sobre lienzo, hasta la sangre sobre tela, el creador indaga hacia lo profundo de sí mismo, en un recorrido por sus 50 años de trayectoria.

“La exposición se llama Arqueologías porque estábamos escarbando en la historia de mi obra y tratando de encontrar, en las diferentes capas de mis diferentes etapas, lo más emblemático”, explica en entrevista.

Este sábado fue inaugurada la exhibición con la que el artista revisa su quehacer, desde los años 70 hasta este 2023, a través de 24 obras que, con un pie firme en la pintura, se valen de las cualidades escultóricas de sus materiales y de acciones performáticas para exponer su mensaje.

“No es una muestra retrospectiva, ni exhaustiva, su objeto de reflexión busca ubicar y (re) conocer la obra de Eloy Tarcisio (CDMX, 1955) en la orografía del arte nacional (…)”, según explica en un texto introductorio Adriana Sandoval, curadora de la exposición.

La palabra “orografía”, con su acepción cercana al terreno, le viene bien a la obra, como sucede con De la línea (2023), una conjunción de 5 paneles de gran tamaño, con una superficie total de casi 8 por 5 metros, hecha con tierra, frutas y sangre sobre tela.

En los trabajos de Eloy Tarcisio, según él mismo plantea, hay una intención manifiesta por acercarse a las raíces más profundas del territorio.

“Me he metido en algo que ahora le llaman ‘decolonizar’, que es buscar el lenguaje y buscar las herramientas dentro de una filosofía del México antiguo para traerlas al presente y mostrarlas dentro de una estructura más contemporánea, más actual”, expone.

Esto llega a expresarse con referencias directas a la iconografía prehispánica, como en el caso de la pieza Coyolxauhqui (1993), donde el conocido monolito de la deidad mexica es reinterpretado sobre una rueda de madera y con pintura acrílica.

También ocurre esto con Pirámide del Templo Mayor (2023), donde una silueta arquitectónica ha sido trazada con esmalte dorado, sobre un lienzo pintado con mole, e intervenida con una silla de pino agigantada a manera de escalinata.

“Somos eso y está guardado. Somos, de alguna manera, el pasado, y no nos damos cuenta de que nuestro humor, nuestra forma de ser, de alguna manera está acompañada de esos matices, de lo que fue nuestro pasado más antiguo”, refiere el artista al respecto.

“Tenemos genes, tenemos sangre, tenemos algo que viene de esas épocas. Hasta aquellas personas que no nacieron aquí, pero que ya tienen cierta cantidad de tiempo viviendo aquí y han comido tortillas, frijoles, maíz, que son de Mesoamérica, del Altiplano, de México, te van llenando de una memoria, y esa memoria se reconoce frente a la obra”, abunda.

En otras piezas, la memoria no depende de la iconografía, sino de los materiales, como en el caso de Vista del Valle de México (1987-2023), una pieza de casi 3 por 5 metros, donde un enorme bastidor de madera refiere al paisaje del título con decenas de xoconostles clavados sobre la pintura en acrílico.

La ritualidad del México antiguo aparece también en la obra Vista del hombre (1995-2023), hecha con sangre sobre tela y unas repisas que muestran corazones en frascos de formol.

Una obra que, como muchas de la exposición, debe rehacerse con nuevos materiales cada vez que se exhibe.

“Pensé primero en lo efímero, pensé en el poema de Nezahualcóyotl, donde habla de que la vida del hombre, su paso por la Tierra, es como el suspiro de una flor, y ese poema me habló de lo efímero, de que las cosas no son eternas, de que hasta el óleo y el bronce son efímeros; tienen un tiempo determinado de vida”, reflexiona.

“Eso lo llevé a la flor, al nopal, a la tuna, a esos elementos mexicanos que tengo la intención de que no representen, sino presenten, su propia vida orgánica, su propio proceso, frente al espectador. A mí me interesa reflexionar sobre eso que somos en su propio tiempo”, ahonda.

Así como los xoconostles irán transformándose durante los cuatro meses que estará abierta la muestra, otras piezas reflejan el cambio y lo efímero en su hechura misma, como Velo de muerte (1991-2023), que surgió a partir de un performance realizado por alumnos del artista.

Dividida en cuatro salas, “Paisajes”, “Abstracción”, “Experimentación” y “Origen”, la exposición culmina con la pieza más antigua, un dibujo de tinta y guache sobre papel de 1974, y en una obra autorreferencial donde expone objetos personales, como fotografías, credenciales antiguas, postales y objetos varios, titulada Memoria del hombre (1995).

“Es una memoria propia, es una arqueología que hago de mis propios objetos, de lo que me rodea, de lo que se ha ido quedando en las cajas, en los baúles, y que hice también una selección aleatoria, no hubo la intención de hablar específicamente de algo, sino de mostrar que somos algo que se va quedando allí y que de pronto lo vemos y nos hace recordar momentos o situaciones de nuestra vida”, relata.

“Yo creo que el arte es eso: el recuerdo de algo; el que nos veamos reflejados en una obra es a través de que lo que estamos viendo nos habla de uno mismo”, concluye.

Con sus Arqueologías, Eloy Tarcisio excava en sí mismo, pero, también, en el espectador de su obra.

 

Texto y foto: Agencia Reforma