16 octubre,2024 9:15 am

Fallece el escritor chileno Antonio Skármeta, víctima del Alzheimer, a los 83 años

Su obra más conocida, El cartero de Neruda, sirvió de base para la popular película Il postino

Ciudad de México, 16 de octubre de 2024. El escritor chileno Antonio Skármeta dejó el mundo arropado por una de las distinciones literarias más difíciles de conseguir: el cariño genuino de sus lectores, de los espectadores de sus películas y programas de televisión, de su universidad, y hasta del club de futbol del que era hincha.

A la mayoría de sus lectores, con seguridad, la noticia de su partida, ocurrida ayer a los 83 años, les arrancó un suspiro por el recuerdo de su novela originalmente titulada Ardiente paciencia (1985), renombrada El cartero de Neruda tras el éxito planetario de la película Il postino (1994), de Michael Radford, basada en ella.

Ya sea a través de las páginas o en la pantalla grande, el relato de un cartero enamorado que recurre al gran poeta Pablo Neruda para pedirle consejos es una de esas historias que perviven en el corazón de las personas.

No obstante, la amplitud de la obra de Skármeta (1940-2024) le ha conseguido un lugar importante en el corazón de sus lectores y colegas, más allá del éxito de esta novela.

“Fue un autor decisivo para quienes empezábamos a escribir en los años 70”, opinó el mexicano Juan Villoro, en un comentario a Reforma.

“Se graduó en Nueva York con una tesis sobre Julio Cortázar y combinó los recursos de la literatura fantástica del escritor argentino con elementos de la cultura pop y de las técnicas narrativas de los cuentistas norteamericanos”.

Al conocerse la noticia de su partida, tras un largo proceso desencadenado por el Alzheimer, Skármeta también fue ampliamente recordado en redes sociales por sus primeros cuentos, publicados a fines de los 60.

De entre ellos, El ciclista del San Cristóbal, del libro Desnudo en el tejado (Premio Casa de las Américas 1969), fue celebrado como un hito para la formación de varias generaciones de lectores latinoamericanos.

Ahí, la historia de un joven ciclista santiaguino, cuya madre convalece en cama en la víspera de una carrera en el cerro San Cristóbal, inyectó de vitalidad y arrojo a la literatura latinoamericana de la época.

“Fue conocido principalmente por El cartero de Neruda, que dio lugar a una película muy exitosa, pero creo que su mayor legado está en sus cuentos. Tuve la suerte de hacer una antología con esos materiales, Los nombres de las cosas que allí había (2020)”, reflexionó Villoro.

“Se trata de relatos de iniciación poética, de jóvenes que sienten el impulso de vivir de otra manera para escribir algo distinto. Ese impulso también benefició a Roberto Bolaño, aunque, muy en su estilo, luego criticara el triunfo comercial de Skármeta con otras obras”.

Luego de un primer esfuerzo en la narrativa breve, en libros como El entusiasmo (1967) y Tiro libre (1973), Skármeta escribió su primera novela, Soñé que la nieve ardía (1975), que hoy persiste como un testimonio de los días que condujeron al golpe de Estado de Augusto Pinochet.

En ella, un joven con ambiciones de convertirse en futbolista y donjuán llega desde el campo a Santiago de Chile y se hospeda en una pensión, en la que experimenta su despertar político justo en la sucesión de eventos que desembocaron en la caída del gobierno de Salvador Allende.

“Gracias maestro por la vida vivida. Por los cuentos, las novelas y el teatro. Por el compromiso político. Por el show de los libros que amplió las fronteras de la literatura. Por soñar que la nieve ardía en el Chile que te dolió tanto”, escribir en X el presidente de Chile, Gabriel Boric.

Skármeta, quien fue un miembro visible de uno de los partidos que conformaron la Unidad Popular, tuvo que escribir esta primera novela en el exilio, en el que permaneció 16 años, primero en Argentina y luego en Alemania.

Durante los 12 que vivió en Berlín, no sólo publicó la mayoría de sus novelas, sino que se afianzó como guionista, faceta en la que destaca su colaboración con el cineasta Peter Lilienthal, y en películas que dirigió él mismo, como la primera versión de Ardiente paciencia (1983), antes de que fuera un libro.

“La figura de Skármeta esta indisociablemente ligada a esa variedad del genero narrativo que es el guion”, dijo a Reforma el ensayista Adolfo Castañón.

“Pero, más allá, fue un narrador y un poeta, un maestro en el arte de la amistad entre vivos y muertos”.

A su regreso a Chile tras el retorno de la democracia, el autor inauguró la década del 90 afianzando su lugar en el corazón de jóvenes lectores, con la fundación del taller literario Heinrich Böll en el Instituto Goethe, semillero de autores chilenos.

Pero, sobre todo, alcanzó una audiencia latinoamericana con el programa cultural de televisión El show de los libros, donde su pasión por la divulgación literaria adquirió una de sus mejores formas.

“En mi infancia y mi juventud, lo digo siempre, fui beneficiario de tres campañas no oficiales de lectura: mi abuela Berta Gurrola, mi carnal Julián Herbert, y, en medio, por ahí de mis 17 o 18, el programa de televisión de Skármeta, que a finales de los 90 pasaban en el canal People+Arts”, recordó en Facebook el mexicano Luis Jorge Boone.

Querido por sus lectores, logró también granjearse el cariño de su alma máter, la Universidad de Chile, donde estudió y dio clases, que lo despidió en X, así como del club de futbol de la misma casa de estudios.

“’La U era especial. Sentí que era parte de mi alma y que yo debía insuflarle domingo a domingo mi aliento en las graderías’, escribió Antonio Skármeta, un apasionado hincha de nuestro Club. Nos sumamos a las condolencias por su partida”, declaró el equipo.

Y es que Skármeta, como lo aseguran quienes lo conocieron, era ante todo un ser amable que inspiraba un cariño genuino.

Texto: Francisco Morales / Agencia Reforma