29 noviembre,2021 11:33 am

Fallece la escritora española Almudena Grandes, quien le dio voz a los marginados del siglo XX

La madrileña “era una gran amiga de México”, resalta Elena Poniatowska. “Era ruda” a la hora de discutir, dice Taibo II desde la FIL de Guadalajara, encuentro al que la autora era invitada continua

Ciudad de México, 29 de noviembre de 2021. La escritora madrileña Almudena Grandes falleció este sábado 27 de noviembre a causa de un cáncer, a los 61 años, informaron medios españoles.

La autora tuvo la fuerza y la constancia para darles a los derrotados del siglo XX español la épica literaria que les faltaba. A partir de 2007, cuando publicó El corazón helado, la carrera de Grandes encontró un sentido que trascendía lo literario.

Ella ya era una autora de éxito y de prosa sólida (algunas de sus novelas anteriores como Los aires difíciles o Atlas de geografía humana fueron especialmente celebradas por la crítica), pero cuando concluyó El corazón helado, donde por primera vez se detenía en las vidas de aquellos exiliados republicanos y sus posteriores generaciones de inadaptados, vio el agujero negro por el que se perdían una buena parte de los españoles del siglo XX, remarcó el diario español El País.

Sensibilizada y conectada con el movimiento de memoria histórica, Grandes comenzó en 2010 uno de los proyectos literarios de más largo alcance de la narrativa contemporánea en español: los Episodios de una guerra interminable, una saga de seis novelas que atravesaban lo peor de la historia del siglo XX. Antes de sacar el primer título a la calle, Inés y la alegría, Grandes ya sabía qué iba a contar en los cinco siguientes. Era ese tipo de escritores que monta los andamios y delinea planos antes de empezar el edificio. Deja diseñado en uno de sus habituales cuadernos la trama del último libro de la serie, que ahora ya no llegará a sus lectores uno de estos febreros, el mes que le gustaba para estrenar sus novedades.

Hay, sin embargo, una obra póstuma, que su editor en Tusquets, Juan Cerezo, considera una suerte de epílogo distópico a los Episodios. La escritora consagró a este libro sus últimos esfuerzos.

En el artículo publicado el pasado 10 de octubre en El País Semanal, donde anunciaba que hacía un año que le habían diagnosticado un cáncer, explicaba que seguiría “desaparecida una buena temporada” para encerrarse a corregir esta novela.

Si gracias al primer título los lectores descubrieron aquella tentativa fracasada de los comunistas exiliados en Francia, que invadieron el Valle de Arán en el Pirineo de Lérida en octubre de 1944, con el que obtuvo el premio Nacional de Narrativa, Los pacientes del doctor García (2017) saca a la luz la red montada por Clara Stauffer en Madrid para refugiar a nazis en una dictadura que tanta simpatía había mostrado por Hitler.

En el último publicado hasta ahora, La madre de Frankenstein, indagó en la biografía de Aurora Rodríguez Carballeira, acaso la parricida más famosa del siglo XX español, que tiroteó a su hija Hildegart Rodríguez Carballeira para no perder el control sobre ella, después de haberla moldeado durante años para convertirla en un modelo de mujer ideal.

Aurora, que acabaría ingresada en el manicomio de Ciempozuelos (Madrid), atrapó a la escritora, que la eligió para novelar de su mano los crudos años cincuenta. “En los cuarenta había más hambre y menos empleo, pero había esperanza de que Franco no se eternizara. En los cincuenta siguió la pobreza y llegó la desolación absoluta, ya se sabía que Franco iba a continuar en el poder y se había aniquilado la resistencia interior”, explicó la novelista a El País en enero de 2020.

El pulso literario estaba ahí desde siempre, desde que protagonizó uno de los estrenos literarios más exitosos de la joven democracia. Con la inolvidable Las edades de Lulú (1989), su primer libro, se convirtió en un fenómeno. Nadie había oído hablar de aquella licenciada en Historia que destripaba con atrevimiento el deseo de una mujer sin caer ni en la sensiblería de la novela romántica ni en la pornografía.

Con aquel relato que arrasó en ventas, ganó el premio La Sonrisa Vertical. Era la literatura justa que necesitaba una sociedad que se quería desprender de la pelusa del franquismo, transformar sus vivencias más íntimas y, también, la que empezaba a sentir cierta desilusión política. Un estreno tan influyente en su historial que muchos de las esquelas que se le dedicaron la recuerdan como la autora de Las edades de Lulú.

“Me he convertido en una escritora antisistema”

Pero los protagonistas de los Episodios fueron seres corrientes, como Manolita Perales, la chica normal que aspiraba a tener un marido al que llevarle la comida a diario y que acaba enredada entre la oposición comunista de la posguerra en Las tres bodas de Manolita. En esta novela de nuevo mostraba algo que había estado oculto: los trabajos forzados de menores, hijos de republicanos, en órdenes religiosas. “En este momento”, afirmaba en 2017, “me he convertido en una escritora antisistema. No lo parezco porque no llevo rastas, pero en la medida en que mi relato no contribuye a afianzar la versión de la equidistancia, soy consciente de que mantengo una versión disidente en el contexto de la literatura contemporánea”.

Títulos como Los besos en el pan (2015), una novela que se le coló entre los Episodios apremiada por los efectos que la crisis económica de 2008 causó a su alrededor, transparentaban su compromiso con los desfavorecidos del presente.

“A esto lo llamamos crisis económica pero ha sido una guerra de los poderes financieros y los especuladores contra las soberanías de las democracias. Pensé que esta realidad no era tan distinta de mis Episodios, una situación en la que los españoles intentan resistirse salvajemente a la represión y el empobrecimiento”, contó cuando se publicó.

De nuevo, sus personajes eran los derrotados, los desposeídos por la gran hecatombe financiera que regaló el ultraliberalismo. Esa obra, quizás más urgente y menos puntillista que otras, compartía elementos del universo literario de Grandes, atravesado por la esperanza como una forma de lucha y la solidaridad como un ir por la vida.

Le hacen homenaje

La muerte de Almudena Grandes dejó un inmenso hueco en la literatura española. Su legado, sus libros, fueron enarbolados como símbolo de resistencia por los centenares de lectores que le rindieron su último homenaje, su último adiós en el velatorio final antes de su entierro, en el Cementerio Civil de Madrid, donde compartirá sepultura con anarquistas, heterodoxos de todo pelaje, resistentes, rebeldes, ateos y comunistas, como ella misma se reivindicaba con orgullo.

Su despedida fue casi inesperada, súbita, a pesar de las señales que dieron ella misma y su familia hace algo más de un mes, cuando anunció el deterioro de su salud, el cáncer que le carcomía, la incertidumbre del futuro.

Por eso, y por lo mucho que se le quería y admiraba, su muerte provocó un auténtico pesar colectivo en España, en Madrid, donde fue despedida como lo que fue, una de las escritoras madrileñas más grandes y admiradas. A su último adiós, en el Tanatorio de Tres Cantos, a unos 20 kilómetros de Madrid, acudieron las más altas autoridades del país, desde el presidente del gobierno, el socialista Pedro Sánchez, hasta los representantes más diversos de la cultura y la literatura.

La despedida de Almudena Grandes fue una reivindicación de su literatura, de esa escritura que habla de los “vencidos” de la Guerra Civil, de los pobres sometidos por el poder opresor, de los que pasan hambre, de los que mueren de frío, de los que sufren de la intemperie de la vida.

El velorio se convirtió en una despedida multitudinaria, con centenares de personas haciendo cola para darle el último adiós.

Entre los que acudieron a darle ese último adiós estaba el presidente español Pedro Sánchez, que afirmó que “la aportación intelectual de Almudena Grandes ha hecho de nuestro país un lugar mejor, con el que estaba comprometida”. Y detrás de Sánchez fueron llegando dirigentes políticos, sindicales y empresariales de todas las tendencias, pero sobre todo de la izquierda, de la que orgullosamente militaba la escritora.

Reacciones en México

“Un mujer brava”, “una voz abierta, innovadora”, “con sentido del humor”, “una gran amiga de México”. Por los pasillos de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) que tantas veces recorrió Almudena Grandes, sus compañeros escritores y editores recordaron este sábado a la novelista española tras su fallecimiento a los 61 años debido a un cáncer. La noticia se conoció poco antes de la inauguración del gran evento editorial en español, que arrancó con un improvisado minuto de silencio.

Entre cigarro y cigarro en uno de los patios de la feria, Paco Ignacio Taibo II, escritor y director del Fondo de Cultura Económica, recordó las muchas veces que Grandes y su esposo, el poeta Luis García Montero, cenaban en su casa en la Ciudad de México. “Eran una pareja entrañable. Muchas veces con mi pareja discutíamos a cuatro voces. Era ruda”. Taibo, hijo de exiliados españoles, resalta también “su intento de regeneración de una idea de España desde la guerra. Lo seguí con mucho interés literario”.

La escritora Elena Poniatowska rememoró que “era una gran amiga de México. Escribió sobre los españoles que vinieron a raíz de la guerra civil. Los entrevistó y escribió libros como El corazón helado”. Con aquella novela, Grandes se detuvo por primera vez en las vidas de los exiliados republicanos y sus posteriores generaciones de inadaptados.

Poniatowska resalta también la importancia de su debut, Las edades de Lulú (1989), con la que arrasó en ventas. “Admiré muchísimo su desparpajo y su valentía cuando publicó. Fue la primera que escribió a partir de su propia sexualidad y de la de tantas mujeres con total libertad y valentía”.

Mientras que Alberto Ruy Sánchez, con quien Grandes compartió el premio Cálamo en 2006, la recuerda como una escritora que rompió esquemas. “Para mi generación, especialmente entre hombres, fue una voz abierta, innovadora”, dice el novelista y poeta, autor de Los nombres del aire. “Almudena combinaba el testimonio personal, la lucidez social y la divulgación histórica con una densidad intelectual y gran rigor”.

El gerente comercial de la editorial Planeta, Alejandro González, dice que ha sido una noticia “muy lamentable”. Era, dice, “el pilar de Tusquets”, el sello en el que la autora ha publicado títulos como Las edades de Lulú o La madre de Frankenstein.

Texto: Redacción / Agencia Reforma