25 abril,2023 12:15 pm

Fallece la leyenda Harry Belafonte, destacado cantante y activista de los derechos humanos

Murió en Nueva York a los 96 años de una insuficiencia cardiaca. A mediados del siglo pasado, derribó barreras raciales en Estados Unidos impulsando el calipso, al mismo tiempo que participaba en las luchas a favor de los afroamericanos

Ciudad de México, 27 de abril de 2023. Este martes murió Harry Belafonte, el legendario cantante de fama internacional, carismático actor y referente de la era de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, a los 96 años por una insuficiencia cardiaca.

El deceso ocurrió en su casa del Upper West Side, en Manhattan, Nueva York, al lado de su esposa, Pamela Frank, informó un vocero.

Belafonte ha sido un modelo y referente de los artistas activistas. Trabajó en estrecha colaboración con su amigo y contemporáneo, Martin Luther King Jr., a menudo interviniendo en su nombre tanto con políticos como con otros artistas y ayudándolo financieramente.

La leyenda de Belafonte se remonta a los años 50, cuando derribó barreras raciales en los espectáculos de Estados Unidos para llegar a la fama con ritmos afroantillanos, lo que le valió el sobrenombre de El Rey del Calipso, algo que rechazaba.

Harold George Bellanfanti Jr., nació en 1927 en una comunidad caribeña en Harlem. Su padre era marinero y cocinero con ascendencia holandesa y jamaiquina y su madre, en parte escocesa, trabajaba como empleada doméstica. Ambos padres eran inmigrantes indocumentados y Belafonte recordó haber vivido “una vida clandestina, como una especie de criminales, huyendo”.

Tras pasar por la Marina durante la Segunda Guerra Mundial, trató de convertirse en actor y estudió teatro en el famoso Taller Dramático de Erwin Piscator junto a Marlon Brando y Tony Curtis.

Se costeaba las clases cantando en clubes de Nueva York, donde lo acompañaron, entre otros, Miles Davis y Charlie Parker.

Con ello logró un contrato de grabación y, para buscar material, estudió los archivos de canciones populares de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

Esta fue una decisión inteligente: el joven talento se hizo conocido popularizando canciones como Banana boat song o Jamaica farewell, ambas incluidas en su tercer álbum, Calypso.

Este trabajo, lanzado en 1956, encabezó las listas de Billboard y fue el primer álbum de un solista en vender más de un millón de copias en Estados Unidos.

Alcanzó tal éxito que fue la primera persona de raza negra a la que se le permitió actuar en muchos lugares exclusivos de Estados Unidos, entre ellos algunos vetados para artistas como Louis Armstrong y Ella Fitzgerald.

Debutó en Broadway en el musical El almanaque de John Murray Anderson en 1953, por el que ganó un premio Tony como actor de reparto.

Más tarde apareció en películas, obteniendo su primer papel principal en Island in the sun, donde actuó junto a James Mason, Joan Fontaine y Joan Collins.

Partió de la música de sus raíces para conquistar al público con una voz sedosa e irresistible, con canciones que fueron enormes éxitos, como la mencionada The banana boat song (y su inconfundible y evocador grito, “Day-O! Daaaaay-O!”), Matilda o Island in the sun, titulada como la película en la que compartió cartel en 1957 con Joan Fontaine, una vez que la ley despenalizó las relaciones interraciales en la pantalla.

Una vez que logró la aceptación general, gracias en parte a su innegable apostura y a esa imagen de símbolo sexual sin esfuerzo, cambió el guion que le tenían preparado y empleó todo su capital en cambiar las cosas desde los escenarios, el cine y la televisión. En todos esos ámbitos, se mantuvo siempre fiel a dos de sus máximas: “El papel del arte no es mostrar la vida, sino enseñarnos cómo debería ser esa vida”. “No soy un artista que devino activista, sino un activista que decidió meterse a artista”.

Como parte de ese afán, trabajó estrechamente con el reverendo Martin Luther King Jr., por la igualdad de los negros en Estados Unidos en los años 60. Y lo hizo con el mismo ahínco con el que se implicó en la lucha contra el apartheid dos décadas después en Sudáfrica.

Los años no hicieron mella en su compromiso; siempre estuvo dispuesto a intervenir en el discurso público de un país al que vio cambiar, pero no lo suficiente. Criticó lo mismo a George Bush hijo por su guerra injustificada en Irak que a Obama, porque tras su imagen, “elegante e intelectual”, se escondía a su juicio una persona poco empática con los desposeídos, “negros o blancos”.

De corazón de izquierda

Las opiniones de Belafonte, ciertamente radicales en aquél país y en ese momento, no afectaron a su proyección. Inspirado por su ídolo, el cantante comunista de gospel Paul Robeson, fabricó en muchos sentidos el molde del activista famoso, un tipo cómodo transitando ese puente invisible que une Nueva York, Hollywood y Washington, atalaya desde la que no dudó en criticar recientemente a celebridades como Beyonce o Jay-Z por “traicionar su responsabilidad social”.

También coincidió con el actor Marlon Brando (de quien dijo que “nunca conocí a un hombre blanco que abrazara con tanta pasión la cultura negra, dijo de él en sus memorias), Walter Matthau, Tony Curtis o Sidney Poitier. Este último, otro símbolo de la lucha de los afroamericanos por abrirse paso en la cultura estadunidense, se convertiría en gran amigo hasta que la muerte a los 94 años de Poitier los separó.

En 1970, ambos se embarcaron en una empresa para ayudar a producir filmes en los que actores y directores fueran negros.

Mucho antes de que se pusiera de moda mezclar el arte con las causas justas, la arriesgada apuesta no mermó su capacidad para obtener prestigiosos reconocimientos. Consiguió tres premios Grammy, un Emmy y un Tony, así como la Medalla Nacional de las Artes del Congreso, en 1994. Recibió además un Óscar honorífico en 2014.

Una de sus últimas apariciones, antes de que su salud se deteriorara irremediablemente, fue en 2018, en la película El infiltrado del KKKlan, de Spike Lee, en la que interpretó a un anciano líder de los derechos civiles que, con la voz tocada por los años, cuenta la persecución judicial y el brutal linchamiento de Jesse Washington, un adolescente negro, en Waco, Texas, en 1916, y recuerda que fue una película, El nacimiento de una nación, la que dio en esa época alas al resurgir racista del grupo de odio racista Ku Klux Klan. El entretenimiento, parecía decir, siempre fue una poderosa arma política, a la que él supo sacar partido.

En 2020, pocos días antes de las elecciones presidenciales en Estados Unidos (celebradas en noviembre del primer año de la pandemia), Belafonte, al que sobreviven su tercera esposa, cuatro hijos y ocho nietos, firmó un artículo de opinión que comienza así: “Hace cuatro años, cuando Donald Trump se postuló por primera vez para presidente, instó a los negros a que lo apoyaran y nos preguntó: ‘¿Qué tienes que perder?’. Cuatro años después, sabemos exactamente lo que teníamos que perder. Nuestras vidas, ya que morimos en cantidades desproporcionadas por la pandemia que él ha dejado florecer entre nosotros. Nuestra riqueza, ya que hemos sufrido de manera desproporcionada la peor caída económica que Estados Unidos ha visto en 90 años. Nuestra seguridad, ya que este presidente ha estado detrás de esos policías que nos matan en las calles y de los ejércitos de supremacistas blancos que marchan de noche y traman a la luz del día”. (Con información de la agencia AP, BBC y El País).

Texto: Redacción