9 julio,2021 10:33 am

Frente a los feminicidios, las protestas de mujeres no se pueden calificar de violencia: Marta Lamas

Recrimina que hasta que le aventaron diamantina al jefe de la policía de la Cdmx se le dio espacio en medios al movimiento feminista. Habla de ese y otros temas en su nuevo libro Dolor y política

Ciudad de México, 9 de julio de 2021. Las emociones son un motor de la vida política, advierte la antropóloga Marta Lamas. Un ejemplo son el dolor y la rabia, expresadas en acciones feministas, calificadas como violentas y que han sido criminalizadas sin que medie un esfuerzo de comprensión, señala la autora de Dolor y política, libro recientemente publicado por editorial Océano.

“Tenemos que definir bien si pintarrajear un monumento o romper una puerta es violencia. Son actos disruptivos, confrontativos, pero, frente a los feminicidios, yo diría que no son violencia. El movimiento feminista no ha matado a nadie y espero que nunca maté nadie. Entonces: ¿A qué le vamos a llamar violencia?”.

Son estos actos de los que, además, suele ocuparse la prensa, señala en entrevista la fundadora del Grupo de Información en Reproducción Elegida, mientras movimientos como la Primavera Violeta de 2016 no ameritan la misma atención.

“Es hasta que las feministas llegan en 2019 a la oficina del jefe de Policía y le avientan diamantina rosa y rompen y se hace un escándalo mediático, cuando por primera vez va a haber un interés sobre el feminismo, la movilización y todo, a partir de lo que se consideran actos violentos. Ahí tendríamos también que pensar un poco en la responsabilidad de la prensa, que le dio a esa echada de diamantina una cobertura que no le dio en 2016 a la Primavera Violeta.

“Si las feministas, que han estado haciendo este tipo de expresiones, soltando su rabia, soltando su indignación, rompiendo cosas, pintando todo, se dan cuenta que las pelan cuando hacen eso pero no cuando escriben un documento o cuando hacen una marcha pacífica, ¿qué camino queda?”, se pregunta Lamas: “No sólo son los actos en sí mismos los que hay que valorar, sino el contexto”.

La autora apremia a discutir si la expresión de la rabia y de la indignación tiene formas más productivas o menos contraproducentes de expresarse.

En Dolor y política retoma al respecto las posiciones de dos filósofas: Martha Nussbaum, quien advierte que la violencia siempre tiene consecuencias negativas, y Amia Srinivasan, cuya postura indica que hay formas de violencia que pueden resultar productivas, por lo que personas no escuchadas en sus legítimas protestas optan por ello.

“Me preocupa que estas protestas legítimas y dolidas pierdan eficacia política, que puedan resultar contraproducentes o que no logren articularse ni generar alianzas que las fortalezcan”, escribe en el libro, subtitulado Sentir, pensar y hablar desde el feminismo, en el que además de analizar las prácticas de las jóvenes feministas, la autora aclara su postura, formula interrogantes y se confronta con su propia subjetividad.

Dolor y política, un libro más de divulgación que de carácter académico, es entonces también un acto de reparación ante incidentes que le resultaron dolorosos porque en meses recientes se llegaron a tergiversar sus posturas, por ejemplo, frente el trabajo sexual, el fenómeno #MeToo y su decisión de aceptar varones como aliados.

“Es un acto de reparación de algo que me dolió mucho. Son los tres incidentes que cuento allí, y ante los cuales necesitaba primero ponerme clara, y mi manera de ponerme clara siempre ha sido escribir, para saber por dónde me sigo”.

Diversidad y una causa

Lamas compara la rabia patente en las protestas de la denominada Cuarta Ola Feminista con la que afloraba en el pasado.

“Este año cumplo 50 de haber entrado al movimiento feminista. En los primeros 20 no nos enterábamos, más que muy de vez en cuando, y si leías la nota roja, de un asesinato de mujeres, como crímenes pasionales, pero no había este clima de fragilidad, de vulnerabilidad que estamos viviendo hoy.

“Los feminicidios los empezamos a escuchar con las asesinadas de Ciudad Juárez por ahí de 1993 o 1994 –Julia Monárrez, de El Colegio de la Frontera Norte, escribe una investigación muy impactante–, cuando en sus trayectos asesinaban, desaparecían a las obreras de la maquila, pero cuando salíamos a la calle, en los 70, en los 80, no teníamos miedo, no teníamos ese nivel de rabia”, recuerda la también fundadora y directora de la revista Debate feminista.

Por supuesto, había enojo y protestas por la desigualdad, por la discriminación y la explotación, pero también la convicción de trasformar la sociedad a partir de mostrar los problemas y buscar soluciones, relata.

“Las feministas de la llamada Segunda Ola pensábamos que haciendo política esas cosas se iban a resolver, y creo que no se han resuelto muchas y que después de 50 años se ha ido acumulando también coraje, porque aunque hoy la cara pública del movimiento son estas chicas más jóvenes, de todos modos están en contacto con otras mayores, maestras que están enteradas y que se dan cuenta que llevamos muchísimo tiempo y que hay cosas que no se destraban, al contrario: se han ido complicando, agudizando y agravando.

“Entonces sí hay una legitimidad de la indignación y de la rabia como respuestas a lo que está pasando, pero también creo que sí tenemos que dar esa discusión sobre cuáles son las vías más productivas y menos contraproducentes para dar camino a esa rabia y a esa indignación”, insta.

La pluralidad de visiones dentro del feminismo es, a la vez, una pluralidad de emociones y de confrontaciones, reflexiona Lamas.

“Las emociones son un motor de la vida política, pero hay que ver qué tipo de emociones son, para saber qué tipo de política es posible alcanzar. Si tus emociones son de envidia, de arrogancia, pues el camino va a estar sembrado de muchos obstáculos. Si son de otro orden, de solidaridad, de compasión, de respeto, de tolerancia bien entendida, obviamente que se va a poder construir cierto tipo de política”, pondera.

Texto: Yanireth Israde / Agencia Reforma