Humberto Musacchio
Un sabio de tiempos no tan antiguos decía que es muy fácil sacar al ejército de sus cuarteles. Y concluía: el problema es regresarlo. En el presente sexenio, quien toma las decisiones no recordó lo anterior, sino que, por el contrario, parece empeñado en mantener a las fuerzas armadas en las calles, los campos, los puertos y las fronteras en funciones policiacas y administrativas, en la construcción de obras públicas y en otros renglones que no son precisamente los propios de la vida castrense.
Tal empeño en tener a marinos y militares en las más diversas funciones se acentuó después de que en 2019, en un desayuno que presidió en actual secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, y al que asistió casi un millar de oficiales, Carlos Gaytán Ochoa espetó a la selecta concurrencia frases que debieron encender las alarmas en Palacio Nacional.
Gaytán Ochoa, ex jefe del Estado Mayor y ex subsecretario de la Secretaría de la Defensa Nacional, dijo en esa ocasión que la sociedad mexicana “está polarizada políticamente porque la ideología dominante, que no mayoritaria”, se basa en corrientes “pretendidamente de izquierda” que acumularon durante años un “gran resentimiento”.
Incluso, el orador, que hasta donde se sabe nunca fue sancionado, puso en duda que la mayoría de los mexicanos estén de acuerdo con el actual gobierno federal, con el discutible argumento de que por AMLO votaron nada más 30 millones de ciudadanos. Tales expresiones eran para negar legitimidad al actual Presidente de la República e incluso no faltaron voces que advirtieron un tono golpista en la perorata.
Hoy las cosas son lo opuesto, pues el discurso del general-secretario el pasado 20 de noviembre incurrió en lo contrario, debido a que con peculiar sintaxis llamó a los mexicanos “a estar unidos en el proyecto de nación que está en marcha, porque lejos de las diferencias de pensamiento que pudieran existir, nos une la historia, el amor por la tierra que nos vio nacer y la convicción de que solo trabajando en un mismo objetivo podemos hacer la realidad de México, esta realidad que cada día sea más prometedora”.
Algunos críticos del actual gobierno juzgan reprobable lo dicho por el general Sandoval y afirman que no tiene precedente, pero sí lo tiene, y en abundancia, pues a partir de que la revolución se hizo gobierno, resultó frecuente señalar como única ruta la que indicaban los sucesivos gobiernos del PNR-PRM-PRI. Peor aún, tales exhortos frecuentemente tachaban a todo disidente de servir a oscuros intereses o a ideologías extrañas a nuestra idiosincrasia. ¿O ya se les olvidó?
Idealmente se considera que las fuerzas armadas son y deben ser apolíticas, en tanto que constituyen instituciones del Estado y no meras dependencias del gobierno en turno. Pues sí, pero todo conglomerado humano guarda abundantes contradicciones y es escenario de lucha de las más diversas tendencias políticas. Suman legión los militares y marinos que han llegado a cargos públicos, por designación o elección, al amparo del PRI, del PAN y ahora de Morena.
Desde luego, para la salud de la República no es recomendable una presencia casi omnímoda de las fuerzas armadas, ni su intervención en esferas que tradicionalmente corresponden al poder civil, pero el actual desgarramiento de vestiduras de algunas figuras de la oposición aprovecha para llevar agua a su molino.
Desde luego, no hay ruta única para la nación y lo mejor es que cada ideología se exprese y que cada proyecto se divulgue y se discuta. Las fuerzas armadas deben estar sujetas al funcionamiento institucional, pero hay realidades que, como indicamos al principio, buscan mantener el orden constitucional frente a toda amenaza. Por ahí anda la explicación de lo que ocurre en la esfera oficial.