8 junio,2024 5:58 am

Fuimos presa de nuestro propio algoritmo

DE NORTE A SUR

Silber Meza

 

No podía saberse. En realidad sí, sí podía saberse. La enorme mayoría de las encuestas le daban a Claudia Sheinbaum, la abanderada de Morena-PT-PVEM, una ventaja mayor a los 15, 20 puntos sobre Xóchitl Gálvez, la candidata de PAN-PRI-PRD. Pero la oposición no lo quiso ver. Las y los anti AMLO prefirieron ignorar los datos y clavarse en rumiar el odio en Twitter (X), en sus grupos de Whatsapp, en sus muros de Facebook, en sus pláticas de familia y de café. Fue la forma más fácil de escapar de la realidad, de esa realidad terca, como siempre lo es, que les decía que estaban equivocados.

Puedo parafrasear en uno solo los comentarios que he leído en redes sociales digitales: “Claro que no ganará Morena, si nadie de mis amigos votará por ese partido”. Tenían razón en eso, nadie de sus amigos votaría por Morena, pero los otros millones y millones de ciudadanos que no eran sus amigos sí tenían claro que votarían por el color guinda.

En esta columna lo dije en tres ocasiones. Fueron tres textos en los que comenté que no había ninguna razón para creer que Xóchitl iba a ganar la contienda, ninguna que no fuera la ceguera voluntaria de muchos de los convencidos por Xóchitl, o que simplemente no concordaban con Morena y el presidente Andrés Manuel López Obrador. No faltaron los que lanzaron insultos por los textos publicados, pero la realidad, ésa que se aferra a presentarse frente a nosotros, nos dijo que los números de las encuestas tenían razón, que el ánimo social pro Morena era muy claro, y que esconder la cabeza en un hoyo o en un caparazón no serviría de absolutamente de nada, más que para la negación momentánea.

Esta columna se titula “Fuimos presa de nuestro propio algoritmo” porque así fue. Recordemos que ahora con las redes sociales el modelo del algoritmo nos presenta de forma recurrente lo que queremos ver y leer. Identifica nuestros gustos y nos envía más información similar y nos oculta aquellos datos que nos desagradan, que no queramos ver ni leer ni compartir. Entonces el internet nos empezó a llenar de mensajes que deseábamos ver, de ésos que nos decían que iba a ganar Xóchitl aunque no tuviera ningún sustento; pero también nuestras redes sociales presenciales, las familiares, las de amistades e incluso las laborales nos soltaban los mismos datos: ganará Xóchitl porque nosotros lo creemos y deseamos que gane Xóchitl.

Incluso, el día de la jornada electoral, el 2 de junio pasado, analizaron la expresión facial de López Obrador mientras votaba. Decían que ese rostro era el de la derrota, que moría de miedo. Cuando Televisa soltó los primeros resultados de la encuesta en la que se afirmaba que Claudia había ganado con un amplio margen frente a Xóchitl, de nuevo las personas antimorena entraron en negación automáticamente y empezaron a hablar de un fraude; comenzaron a hablar/escribir sobre un fraude cuando ha sido una de las críticas más grandes a López Obrador cuando lo denunció en 2006 y 2012. Ahora fueron ellos los que retomaron el famoso coro obradorista “voto por voto, casilla por casilla”. Incluso, aunque Lorenzo Córdova, expresidente del Instituto Nacional Electoral, les dijo que no había manera de que hubiese fraude, continuaron con el reclamo. Se aferraron a unas cuantas casillas con indicios de manipulación.

Abrieron paquetes y no pasó nada de lo que deseaba la oposición; al contrario, Claudia refrendó su triunfo.

Cómo es posible que gane Claudia si nadie de mis amigos ni de mi familia votará por ella: no es verdad, no es posible. La negación.

La desconexión de la oposición partidista y empresarial con el México real, el de a pie, el agraviado, el que vive al día, el que come o no si obtiene 50, 100 pesos, es brutal. Inmensa.

Ellos, los más pobres, siempre han estado allí, pero no los han querido ver.

Las clases medias tampoco votaron masivamente por Xóchitl. Un porcentaje alto de clasemedieros eligió a Claudia. Eso tampoco lo vieron venir.

La oposición se encuentra tan mal, que el partido más exitoso de izquierda en las últimas décadas, el PRD, está a punto de desaparecer. Está tan mal que los dirigentes del PAN y del PRI están más preocupados por mantener el cargo, y los puestos y las pluris, que por mantener el partido.

La oposición nunca quiso ver el México agraviado, y Andrés Manuel y Claudia sí lo hicieron. Mientras no cambien de actitud y presenten un plan de gobierno diferente y esperanzador, seguirán perdiendo una y otra vez.