24 junio,2021 10:35 am

Ganan científicos que crearon las vacunas anti Covid, el premio Princesa de Asturias

 

Ciudad de México, 24 de junio de 2021. La labor científica que allanó el camino para contar con las primeras vacunas contra el SARS-CoV-2, la herramienta más importante hasta ahora para combatir al virus, se alzó ayer con el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2021.

El importante reconocimiento recayó específicamente en siete investigadores cuyo trabajo contribuyó al desarrollo de tres de las primeras vacunas creadas: por un lado, las de Pfizer/BioNTech y Moderna, de tecnología de ARN Mensajero –mRNA, en inglés–, y la de AstraZeneca y la Universidad de Oxford, basada en un adenovirus.

Se trata de la bióloga húngara Katalin Karikó; el inmunólogo estadunidense Drew Weissman; los doctores alemanes Ugur Sahin y Özlem Türeci; el biólogo canadiense Derrick Rossi; la vacunóloga británica Sarah Gilbert y el bioquímico estadunidense Philip Felgner, cuyo reconocimiento congratuló al gremio.

“Estamos muy contentos, muy emocionados todos los que defendemos a las vacunas, porque este es un reconocimiento del papel protagónico que han tenido para el avance positivo de la pandemia”, destacó en entrevista la directora del Instituto de Biotecnología de la UNAM, Laura Palomares, quien encabeza en este centro el desarrollo de una vacuna contra el SARS-CoV-2.

“(Su desarrollo) fue un esfuerzo que implicó ir a contracorriente en muchas de las investigaciones e identificar las áreas de oportunidad donde la mayoría hubiesen renunciado”, remarcó, por su parte, la viróloga María Isabel Salazar, para quien las vacunas son uno de los mayores logros en la salud pública global.

Es un premio a una labor de años, incluso décadas, como es el caso de Karikó –considerada la madre de las vacunas basadas de mRNA–, precisó vía telefónica la doctora en biología molecular Roselyn Lemus.

“Esto es algo que se tiene que reconocer: es investigación de años; no es algo que se hizo sólo el año pasado”, remarcó, sin obviar que si bien la investigación de los galardonados sentó las bases, el desarrollo de las vacunas involucró a cientos de científicos.

A decir de Salazar, jefa del Laboratorio de Virología e Inmunovirología en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del IPN, Karikó y Weissman –fundadores de Pfizer/BioNTech–, así como Rossi, hallaron la forma de rodear procesos adversos que detendrían a muchos en el uso terapéutico del mRNA. “Y Gilbert liderando al grupo, que impulsó la vacuna de AstraZeneca con vectores adenovirales para su aplicación en el campo de la vacunología fue un inmenso esfuerzo que requirió un gran convencimiento en el método científico y sus procesos”, agregó.

“Básicamente, sin el trabajo de los académicos, de la ciencia básica, es imposible que estos desarrollos puedan llegar rápidamente a las personas”, sostuvo Palomares.

Para Juan Joel Mosqueda, quien también encabeza el desarrollo de una vacuna en la Autónoma de Querétaro (UAQ), no sólo era anticipable un reconocimiento de la talla del Asturias, sino que incluso refiere la posibilidad de que se otorgue el Premio Nobel por el trabajo detrás de estas vacunas.

“Lo que ellos han hecho es algo extraordinariamente excepcional; han logrado desarrollar una vacuna en menos de un año, lo que jamás en la historia de la inmunología se había logrado hacer”, celebró el director del Laboratorio de Inmunología y Vacunas de la UAQ.

“Y esto es posible gracias a todos los estudios previos que ellos habían realizado, que les permitieron poner en uso este conocimiento de una manera muy eficiente para que la población mundial tuviera acceso a una vacuna en un tiempo tan corto”.

Las repercusiones del trabajo de los laureados van desde lo evidente e inmediato, como es la disminución en los contagios y decesos por Covid-19 –“se están salvando vidas, que es lo importante”, enfatizó Lemus–, pero se extiende mucho más allá de la actual contingencia sanitaria.

Y es que, a ojos de las especialistas, se ha establecido un precedente moderno en la vacunología con estas plataformas, que serán de gran valor en el tratamiento de varios padecimientos tanto infecciosos como crónicos degenerativos a nivel global en el futuro.

“Efectivamente, se abre un abanico de posibilidades terapéuticas –para los cuales la parte de seguridad queda ya establecida por su uso como plataformas vacunales– para su explotación en otros campos de la salud humana”, apuntó Salazar.

“El uso de estas tecnologías es un cambio de paradigma para la salud en general y el impacto va mucho más allá de la prevención de enfermedades infecciosas”, reiteró Palomares. “Seguramente va haber otros impactos muy relevantes para el tratamiento de enfermedades como el cáncer, pero también otras que pueden presentarse por alguna deficiencia en algún gen”.

Si hay algo que no ha estado a la altura de la destacada investigación que precedió el desarrollo de estas vacunas ha sido el rechazo a aplicárselas por parte de un número significativo de personas, lamentó Lemus.

Su referente más inmediato es el caso de Estados Unidos, donde a pesar de los esfuerzos gubernamentales por lograr una inmunización masiva, incluso comprando millones de dosis –acaso acaparándolas, como se ha criticado–, persiste un 30 por ciento de gente que se ha negado a vacunarse.

“Y no sólo en Estados Unidos, en muchas partes del mundo hay muchas personas antivacunas (…) Estas personas están haciendo un detrimento de toda esta investigación que costó mucho trabajo y esfuerzo”.

Mosqueda opinó que quizás el cometido del Asturias sea precisamente convencer a la población de que estas vacunas no sólo nos han logrado regresar a la vida de antes, sino que sin ellas estaríamos todavía lidiando gravemente con la enfermedad.

El caso nacional

Si algo destaca Palomares con motivo de este premio es la vinculación armónica y con confianza que debe haber entre la academia, el gobierno, la industria y la sociedad para un desarrollo como son las vacunas puedan realmente beneficiar a la humanidad.

Y es que en México, comentó, la falta de vinculación entre los sectores es uno de los retos para el desarrollo de vacunas que aún persisten, así como la falta de más investigadores en la materia y la falta de infraestructura disponible para todos.

“Eso es mucho de lo que estamos ahorita batallando entre todos (los que hacemos una vacuna en el país), ver en donde hacemos las cosas porque no hay suficiente lugar o espacio.

“Esta pandemia nos ha permitido avanzar un poco”, reconoció, “pero persisten todavía las mismas limitaciones que teníamos antes, desafortunadamente”.

No obstante, celebró que aún ante estos retos México esté llevando a cabo este trabajo. (Con información de Yanireth Israde).

Texto: Israel Sánchez / Agencia Reforma