5 octubre,2021 5:18 am

Gobiernos municipales

Arturo Martínez Núñez

 

Como cada tres años, los ciudadanos atestiguamos la renovación democrática de nuestras autoridades municipales. El Ayuntamiento es la primera puerta de contacto con la ciudadanía. De su eficiencia o carencia de ésta, depende en gran medida el bienestar de la gente.

Los Ayuntamientos tienen como facultad exclusiva de acuerdo con el Artículo 115 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, a saber: agua potable, alcantarillado, tratamiento y disposición de las aguas residuales; alumbrado público; limpia, recolección, traslado, tratamiento y disposición final de residuos; mercados y centrales de abasto; panteones; rastro; calles, parques y jardines y su equipamiento; seguridad pública, policía preventiva municipal y tránsito. Nada más, pero nada menos.

A los ayuntamientos no les corresponde atender otro tipo de desafíos de mayor o menor dimensión. Si cada ayuntamiento cumpliera con estas funciones tan básicas y a la vez tan complicadas, México sería un país distinto.

Los ciudadanos no necesitamos que los Ayuntamientos resuelvan lo que no les corresponde. Necesitamos servicios públicos eficientes y eficaces. Necesitamos que cumplan a cabalidad con esas funciones básicas pero indispensables.

Con las reformas constitucionales de 1999, el sueño largamente acariciado por los municipalistas de tener ayuntamientos fuertes y con presupuestos suficientes, se fue desviando hacia burocracias abultadas, nóminas impagables, adeudos leoninos y estructuras dobles o triples para desarrollar una misma tarea. Antes, los ayuntamientos prácticamente no tenían presupuesto y dependían de la voluntad de los gobiernos estatales y del federal. Hoy, los ayuntamientos reciben de manera directa los recursos que le corresponden por ley pero esto no se ha traducido en mejores servicios sino al contrario.

Hoy la mayoría de los ayuntamientos están técnicamente quebrados, trabajan con presupuestos deficitarios y batallan cada quincena para pagar las nóminas gigantescas y al final del año para cumplir con aguinaldos, bonos y otras “conquistas laborales”.

Hoy casi todos los ayuntamientos están al borde del colapso. Es necesario replantearnos el modelo que buscaba hacer mejores los servicios públicos y que solo ha conseguido exponenciar la corrupción y crear riquezas trianuales.

No se puede reinventar el rumbo de un municipio cada tres años. Sin planes multianuales ni especialistas profesionales al frente de las áreas estratégicas, estamos condenando a la ciudadanía a tener cada vez peores resultados y peores servicios públicos municipales.

Los alcaldes y alcaldesas se han convertido en administradores de nóminas infladas y en gestores de la pobreza y la emergencia. Sin una intervención profunda y urgente en pocos años veremos colapsar a gran parte de las administraciones municipales.

Por eso es importante concentrarse en lo importantes y dejar a un lado los proyectos de relumbrón, la promoción personal de los gobernantes y los gastos superfluos en medios, asesores, consultores y proveedores. Tenemos que enfrentar con valentía el problema del exceso de colaboradores que condenan el uso del poco recurso público al pago de sueldos y prestaciones.

Los alcaldes y alcaldesas deben de enfrentar con valor, incluso a costa de su popularidad, el terrible problema de flujos. Es indispensable reducir las plantillas de personal y renegociar los laudos y adeudos. Solamente aquellas y aquellos que hablen con la verdad y expliquen la situación con la crudeza y verdad necesarias contarán con el apoyo de la gente. Los ciudadanos debemos de conocer a detalle la situación económica de los municipios.

Nuestros pacientes están graves y necesitan terapia de choque, tratamientos dolorosos y difíciles pero realistas. De nada sirve que nos receten mejoralitos cuando se necesitan quimioterapias, radioterapias y amputaciones.

Grandes males requieren grandes remedios. Seguir dándole vueltas al tema, evadir el problema, únicamente empeorará la situación.

Deseo éxito a las y los alcaldes entrantes. Ojalá que tengan el valor y la visión necesaria y que no se detengan ante las múltiples presiones. Solo aquellas y aquellos que tengan la determinación, heredarán a sus sucesores mejores administraciones que las que encontraron. Los que hagan cálculos políticos terminaran hundidos en el descrédito y el escarnio público. En el basurero de la historia.