27 octubre,2023 5:40 am

Guerrero un pueblo de damnificados crónicos

 

Vidulfo Rosales Sierra

 

 

El día 25 de los corrientes por la tarde aparecieron las primeras escenas de una ciudad destruida envuelta en el caos y la desolación. Hoteles, plazas comerciales y edificios modernos ubicados en la avenida costera Miguel Alemán de Acapulco Guerrero, totalmente destruidos.
La avenida del paradisiaco puerto, símbolo del capitalismo moderno, del dispendio impúdico y el hartazgo de políticos, empresarios y gobernantes corruptos quedó hecho trizas y en la ruina total. Una noche bastó para aplastar la arrogancia y el antropocentrismo de los adinerados. Pareciera que los dioses Tlaloc y Ehécatl dieron una señal de su ira contenida a causa de los excesos e iniquidad de los potentados.
No es la primera vez que azotan las tempestades en las tierras del sur. Recientemente los huracanes Paulina, Ingrid y Manuel castigaron a la población de Guerrero. Los huracanes y los torbellinos sociales exhiben a los gobiernos y la clase política inepta, corrupta y prepotente.
Su distracción, frivolidad e irresponsabilidad salen a relucir en estos momentos trágicos. Desorientados y sin saber los pasos que tienen que dar, recurren a la improvisación.
Lo que los medios hasta ahora han mostrado es la costera. Al momento no sabemos en qué condiciones están las colonias periféricas y comunidades rurales de Acapulco y Coyuca de Benítez.
Ahora empiezan las preocupaciones de los recursos económicos para enfrentar el desastre e indemnizar a los damnificados. Ha iniciado el debate y cuestionamiento de las previsiones que se debieron tomar en cuenta y de donde se sacarán los fondos para enfrentar los estragos que causó el meteoro, así como quién va operarlos.

Es preciso revisar si las medidas preventivas que las autoridades del ramo tomaron en consideración fueron oportunas y eficaces. Este mes es de huracanes y el fenómeno meteorológico Otis se pudo ver con antelación. Se monitoreó su comportamiento y avance, sin embargo, las autoridades desdeñaron su fuerza y el gobierno del estado inició los llamados preventivos muy avanzada la tarde del día 24, el tiempo fue muy breve para tomar medidas preventivas eficaces. Se tendrá que indagar si las autoridades incurrieron en omisiones y deslindar responsabilidades, sobre todo por que estamos hablando de 28 pérdidas de vidas y de desaparecidos. El gobierno tiene el reto de atender con diligencia a los damnificados y restaurar los servicios de comunicación, transporte y electricidad, desplegando todos los recursos de que dispone el estado para hacer frente a la devastación. Hasta ahora se muestran aletargados y a la deriva, sin una ruta clara que ilustre un golpe de timón para salir del atolladero, se han limitado a realizar llamados de buena voluntad y medidas improvisadas que no resuelven la situación, mientras tanto, cunde el miedo y la desesperación, por ello, empiezan a ser saqueados los comercios.
Resulta paradójico la pose de los gobernantes que aparecen en público en lujosos automóviles, con un nutrido séquito de seguidores, aduladores e incondicionales que aplauden sus discursos fatuos y superficiales frente a su inacción ante las dificultades de la naturaleza y las de carácter social. Esa imagen de gobiernos fuertes es una simulación, meros actos de proselitismo de corte electorero.
Pero no solo los huracanes afectan nuestra entidad. Desde hace varios meses la violencia e inseguridad azota nuestra Entidad, muertos diarios a lo largo y ancho del estado forman parte de la vida cotidiana. Ya nadie se inmuta ante las pérdidas de vidas humanas. Cuerpos desmembrados y embolsados forman parte del paisaje y ambiente del habitad guerrerense.
En los últimos días la violencia se disparó exponencialmente e incluso tomó otro cariz alcanzando a varios personajes que fueron blanco de ataques de los grupos del hampa. El 16 de octubre personas armadas dispararon a la casa de la presidenta municipal de Benito Juárez en la Costa Grande, el 18 de los corrientes fue asesinado el dirigente indígena Bruno Plácido Valerio cuando salía de una reunión de las instalaciones de la secretaría de salud y el 23 fue asesinado el catedrático de la unidad académica de Ciencias de la comunicación de la Universidad Autónoma de Guerrero, Rigoberto Acosta González cuando salía de su centro de trabajo. Ese mismo día en una comunidad de Coyuca de Benítez fueron asesinados once policías y dos de sus jefes. Ese día fue el más sangriento de este mes. El periódico el sur registró 22 homicidios en la entidad.
Frente a esta ola de violencia las autoridades del estado nada dijeron y nada hicieron, más allá de lo ordinario: acordonar la escena criminal y levantar los cuerpos. Se han convertido en simples espectadores de la vorágine de la violencia que causa estragos y dolor en las familias.
La llegada del huracán Otis les vino bien, desvió la atención de los asesinatos de los líderes sociales y 13 policías, ya no tienen que explicar lo que sucedió ni enfrentar los reclamos de justicia de las familias.
Sin embargo, las familias sufren el dolor de la muerte causada por los grupos delictivos que actúan en total impunidad sin que nadie los contenga. El asesinato de Bruno Plácido Valerio es sumamente grave, porque con todos los cuestionamientos, era un defensor de los derechos de los pueblos indígenas. El día de su artero asesinato salía de gestionar servicios de salud para su comunidad indígena Na Savi de Buenavista. Si el gobierno cree que el estrago del Huracán Otis desviará la atención, se equivocan, el dolor de las familiares sigue incólume mientras no haya justicia ni reparación del daño, el asesinato de líderes sociales socava la débil y maltrecha democracia y estado de derecho, el tejido social cada día se hace trizas. Mientras tanto el gobierno hace cuentas alegres, como si estuviese gobernando y viviendo otra realidad. En el informe de la gobernadora que se filtró a los medios aparecen datos de reducción de la pobreza, del desempleo y de la violencia sin que expliquen la fuente y metodología para la obtención de los mismos.
Sin embargo, la realidad los golpea y desborda su mundo de ficción y frivolidad, Guerrero es el vivo ejemplo que somos una sociedad castigada por las tormentas naturales y sociales.
La intersección de naturaleza brava, sociedad inicua y gobierno frívolo hacen de nuestra entidad un pueblo de damnificados crónicos y ciudadanos a la intemperie con sus vidas en vilo.