26 abril,2024 4:29 am

Gurnah Abdulrazak: hemos venido aquí a civilizarlos

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Adán Ramírez Serret

 

El pensamiento tiene la costumbre de distinguir: esto pertenece a este grupo y esto a aquél. La crítica literaria consecuencia del pensamiento hereda ese hábito de separar o unir corrientes. Por lo tanto, en el presente se pueden encontrar a grandes rasgos dos tipos de obras literarias cuando se entra a una librería: las que funcionan por sí mismas, por su estilo, la fuerza de su trama y personajes, libros autónomos, se puede decir; y las que están conectadas directamente con el presente, con los cambios ecológicos, movimientos sociales y políticos, las que se pueden llamar postautónomas, según Josefina Ludmer. Obras que, por supuesto, no carecen de estilo, trama y personajes, pero que su atractivo, en estos días precisos, consiste en la agencia política a la que se adecuan. Lectoras y lectores ya no son solamente exégetas de corrientes literarias; ahora también son activistas.

Entonces, hay obras radicales que buscan ubicarse en lo más puro de la literatura, que su estilo, trama y personajes sean tan potentes que logren ser completamente autónomas a la realidad. Mientras que hay otras que se ubican en el polo opuesto y su búsqueda más potente es hacer de manera activa una denuncia. Claro que no todas las obras son radicalmente lo uno o lo otro, quizá más bien se muevan en el rango hacia el centro la mayoría: conectadas con el presente que al mismo tiempo buscan una gran fuerza de estilo trama y personajes. En ese potente y complicadísimo punto medio, reservado a los genios y genias, se encuentran varias de las y los más recientes Premios Nobel de Literatura.

Es el caso prominente y deslumbrante de Abdulrazak Gurnah (Zanzíbar, 1948) a quien le fue otorgado el premio sueco en el 2021. Conjunta de manera única humor, frivolidad, paternidad, amor, sensualidad, estallidos sociales, historia, colonialismo, oriente, occidente y un largo etcétera, en obras que van directo a las entrañas e intelecto.

La primera novela que leí de Gurnah fue A orillas del mar, me sorprendió porque no era para nada lo que me esperaba al leer las reseñas. Da un giro de humor y frescura a temas tan brutales como el colonialismo. Recuerda a otra autora del mismo continente, a Chimamanda Ngozi Adichie, quien está dotada de ese talento único para en un libro tocar con humor y frescura temas como el racismo y clasismo; para al siguiente cambiar de tono y con un estilo avasallador denunciar y contar la historia de su país. Es el caso preciso de La vida, después, de Gurnah, quien en esta novela cuenta la historia de Tanzania durante la primera parte del siglo XX en la cual fue codiciada por Alemania, Inglaterra, Francia, Bélgica y Portugal, países que se dividían y peleaban el África Oriental para saquearla y explotarla al máximo; invadían de manera impune cualquier territorio sin el mínimo grado de humanidad hacia sus pobladores y que, además, decían que habían llegado para civilizarlos.

Bajo este duro escenario, Gurnah tiene el talento para contar historias de una belleza estremecedora. Las diferentes vidas de algunos habitantes de Zanzíbar y alrededores que no se revictimizaban, ni lamentaban; sorteaban sus vidas, unos en el ejército, otros comerciantes y, en el caso de las mujeres, en el núcleo apretado de sus barrios y espacios domésticos.

Gurnah demuestra, como los grandes novelistas, que entre todas estas historias de violencia, la vida sigue; sus personajes habitan sus páginas con dignidad: ese es uno de los valores más potentes de este autor, que mientras el mundo se viene abajo, hay personas que resisten con humildad.

La vida, después, tiene esa fuerza de ser más que un bello relato que cuenta y hace tomar conciencia de momentos brutales de la humanidad. La novela es una experiencia de vida que, al leerla, se tiene la esperanza, el deseo, de ser una mejor persona.

Abdulrazak Gurnah, La vida, después, Ciudad de México, Salamandra, 2022. 350 páginas.