EL-SUR

Sábado 28 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Guerrero  

Se ensañaron con José Rivera en El Charco; iba destrozado a balazos, dice su esposa

Eustolia tenía 18 años y su marido 22 cuando ocurrió el ataque militar, llevaban apenas nueve meses de vivir juntos en la comunidad de La Palma y en esos días planeaban casarse porque ella estaba embarazada

Junio 08, 2023

La presidenta del Comité de las Viudas del Charco, Eustolia Castro Ramírez, en su participación en el mitin político que realizaran en la Plaza de la Paz en el municipio de Ayutla, para exigir justicia a 25 años de que efectivos del Ejército masacraran a 10 indígenas y un estudiante, en la localidad de El Charco, Ayutla Foto: Jesús Eduardo Guerrero

Zacarías Cervantes

Chilpancingo

De los 10 indígenas masacrados por militares el 7 de junio en El Charco, municipio de Ayutla, se ensañaron con José Rivera Morales, relató a su viuda Eustolia Castro Morales, dijo que cuando le entregaron el cuerpo tenía el rostro, las piernas y brazos destrozados a balazos. También, como todas las víctimas, tenía el tiro de gracia en la frente.
Eustolia tenía 18 años y José 22. Llevaban apenas nueve meses de vivir juntos en la comunidad de La Palma y en esos días planeaban casarse porque ella estaba embarazada.
El 7 de junio Eustolia se levantó temprano porque tenía planeado subir a El Charco debido a que era la encargada de ayudar con los primeros auxilios a los enfermos de las comunidades de la zona, y ese día le tocaba esa comunidad.
Eustolia había recibido un curso-taller de primeros auxilios porque entonces en las localidades no había médicos, centros de salud, mucho menos medicamentos.
Ayer platicó al reportero que ese 7 de junio de 1998 cuando todavía no sabía de la masacre iba a subir primero a El Charco y después a otras comunidades para ver si había gente enferma y apoyarlos en la aplicación de suero, inyecciones o recomendarles algún tratamiento, de acuerdo a sus conocimientos que había aprendido en el urso-taller.
Sin embargo, muy temprano le avisaron que había habido un “enfrentamiento” y se asustó porque José, su pareja, estaba desde un día antes en El Charco debido a que se integraría una comisión de gestores sociales para demandar obras en las comunidades, relató la indígena.
Dijo que de todos modos decidió subir acompañada de una sobrina, pero no pudo porque estaba cerrado el paso. Los militares les exigieron que se regresaran, “aquí no tiene nada que hacer”, oyó que le gritó un militar desde atrás de un tráiler que estaba atravesado en la brecha para no dejar pasar a nadie.
“Entonces yo estaba embarazada y no pude hacer mucho y nos tuvimos que regresar”, declaró, rodeada del resto de las viudas que este miércoles bajaron a Ayutla para participar en una marcha y mitin para exigir justicia, castigo a los responsables del asesinato de sus maridos y reparación del daño.
“Durante todo el día (del 7 de junio) me quedé esperando a ver si aparecía mi esposo, lastimosamente nunca apareció, nunca llegó”.
Contó que en los días que siguieron volvió a intentar subir a El Charco para preguntar y buscar a su pareja pero tampoco pudo debido a que los militares no se retiraron luego, “se mantuvieron varios días en el lugar de la masacre”.
A los nueve días le dijeron por medio del síndico de Ayutla que fuera a reclamar su cuerpo a la funeraria Manzanares de Acapulco.
Según Eustolia no fue fácil su localización e identificación.
La búsqueda se realizó a través del síndico municipal, quien le dijo que revisó varias veces los cuerpos y no pudo identificarlo a pesar de que lo conocía perfectamente por su labor de gestor social, y eran frecuentes sus visitas al Ayuntamiento.
“Tardó en reconocerlo porque estaba desfigurado de la cara, tenía un tiro de gracia, a todos los que mataron tenían su tiro de gracia”.
Sin embargo, dijo que con su marido se ensañaron porque además del rostro tenía destrozadas a balazos las piernas y sus brazos, “y cuando yo quise levantarlo el día que lo íbamos a enterrar su cabeza estaba batida, ya casi no tenía ni huesos”.
Dedujo que fue así porque José Rivera Morales era un gestor social de las comunidades y ese 7 de junio iban a integrar en El Charco una comisión de gestoría, “por las obras que no llegaban a las comunidades, en ese tiempo las comunidades nunca recibían nada de las autoridades, por eso era la intención de que hubiera una comisión de representantes de las comunidades para que se dedicara a buscar a las autoridades y se hicieran las obras que estaban demandando”.
Eustolia indicó que después de la masacre supieron que a cuatro de los 10 indígenas “los vistieron de guerrilleros” y que lo supo porque su pareja fue uno de ellos.
Dijo que cuando fue a reclamar el cuerpo, en la funeraria Manzanares de Acapulco le dijeron que estaba vestido de guerrillero, pero aseguró que la mañana que lo mataron llevaba puesta una playera azul y su pantalón crema.
De acuerdo con la viuda, los militares no se conformaron con ejecutarlos, sino que los criminalizaron después de muertos.
Eustolia Castro compartió su testimonio rodeada de Margarita Joaquina Castro Morales, viuda de Mario Chávez García; Catalina Leobardo Aurelia, viuda de Fernando Félix Guadalupe; Marcela Petra Cayetano, viuda de Manuel Francisco Prisciliano; Juana Morales Guadalupe, viuda de Mario García Morales; Marcelina Castro Ramírez, viuda de José Apolonio García y María Guadalupe Julia, hermana de Zeferino Damián Marcos.