Jacob Morales Antonio

Jóvenes rezagados llegaron a los golpes paraa defender su lugar en la larga fila en el segundo día de vacunación contra Covid-19 a menores con comorbilidad en el Hospital General de El Quemado.
Ayer otra vez hubo desinformación y confusión entre los jóvenes mayores de 18 años que se presentaron sin haber sido convocados por los “Servidores de la Nación” para ser vacunados. La larga fila superó las mil personas alrededor de las 10 de la mañana.
Ante esta misma situación y la desesperación de los adultos, en su mayoría jóvenes, pasadas las 9:30 de la mañana un grupo que se encontraba a las afueras del hospital llegó a los golpes por no respetar la fila.
Por la tarde el director de los programas de bienestar en Acapulco, Eduardo Bello informó que se aplicaron 330 dosis de la vacuna Pfizer a los niños con comorbilidad, 246 segundas dosis de Sinovac a rezagados, y mil 250 primeras dosis de AstraZeneca.
En tanto que el martes se aplicaron 144 dosis a menores con comorbilidad, 28 segunda dosis de Sinovac, y 590 primeras dosis de AstraZeneca.
En un recorrido realizado ayer por la mañana se observó confusión en la formación, desde la puerta, donde hubo cuatro filas, una de los niños con comorbilidad, otra de embarazadas, una más de rezagados de segunda dosis de Sinovac y otra de rezagados de primera dosis que se les aplicó la fórmula de AstraZeneca.
Sin embargo en frente de la entrada principal al hospital la fila daba varias vueltas y fue ahí donde hubo confusión y los jóvenes llegaron a los golpes. A las afueras del hospital y a lo largo de la fila no se observó a personal militar, o de otra corporación, pero adentro del área de vacunación sí.
Las quejas e inconformidades de los no convocados era porque no tenían información con certeza de si serían vacunados o no. Algunos comentaron que se enfermaron cuando les tocaba vacunarse y no acudieron por recomendación médica.
Los padres de los menores con comorbilidad también se quejaron porque para llegar al acceso principal para la vacunación se tiene que caminar por una calle de terracería, con agua de drenaje, y los que más han sufrido son las madres y padres que llevan a sus hijos en sillas de rueda, quienes demandaron mayor sensibilidad de los funcionarios federales.