A un año de Otis, aún hay traumas sicológicos que no se están resolviendo. Los saqueos fueron producto de 20 años de problemas sin resolver en el puerto, advierte la investigadora Martha Patricia Quevedo. El cerebro de los guerrerenses vive “gatillado” y “no aprende ni responde a la vida igual”, señala la sicotraumatóloga Alondra Berber. Se debe pensar en “una nueva cultura de vida y de prevención”, propone la directora de la Escuela Superior de Psicología, Mariana Morales Rodríguez
Noviembre 04, 2024
Óscar Ricardo Muñoz Cano
A un año del impacto del huracán Otis sobre Acapulco, una de las consecuencias más soslayadas por parte de los tres órdenes de gobierno ha sido el casi inexistente trabajo en torno a salud mental de la población.
Por ello, situaciones como la violencia sistemática a la que por alrededor de 20 años se han sometido quienes viven en Acapulco, encontró en el huracán una salida: el saqueo generalizado ocurrida días después de la tragedia.
Así lo confirman diversas especialistas, quienes aseguran que es necesario tomar cartas en el asunto a sabiendas de que luego de un año, continúan apareciendo problemas de índole mental relacionados con Otis que no se están resolviendo. La gente debe trabajar más en formar
Coraje y furia con Otis
Para la doctora en sicoterapia humanista e investigadora de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG), Martha Patricia Quevedo Fuentes, “Otis destapó situaciones de más atrás y que como sociedad venimos arrastrando y la rapiña ocurrida días después del impacto del huracán es una derivación de tales situaciones”.
La violencia sin control, la criminalidad, la incertidumbre con la que se vive en Acapulco desde hace alrededor de 20 años, ha sido de alguna manera contenida por la gente, pero “Otis permitió sacar todo ese coraje, toda esa furia contenida, toda esa desesperación”, y una vez que la gente se liberó, por decirlo así, no vimos tantos actos de rapiña con John.
“No había tanta incertidumbre porque la gente ya sabía qué es lo que podía pasar, incluyendo la llegada de la ayuda del gobierno federal”.
Teniendo como modelo teórico los mecanismos sociales, reiteró que “toda la violencia que se ha vivido en Acapulco en estos años salió al grado de que hubo un momento en que la violencia social disminuyó posterior a esos momentos”.
En charla telefónica, la especialista recordó que luego del impacto del huracán se hicieron brigadas de contención por parte de la UAG, ofreciendo incluso primeros auxilios sicológicos, “para evitar daños posteriores a la salud mental, atendiendo a niños y a adultos albergados en diferentes lugares a donde también llegaban otro tipo de apoyos, aprovechando nosotros para ayudar”.
De lo primero que se atendió “fue el miedo y conductas anormales, principalmente entre los niños; hubo a quienes esto les provocó un miedo irracional al grado que no podían hacer del baño y otros incluso pensaban constantemente que después de que se cayera su casa se iban a morir”.
Luego de seis meses, reveló la también docente universitaria que se han estado atendiendo ya casos de estrés postraumático y que se acrecentaron con la llegada del huracán John hace poco más de un mes, generando nuevas e igualmente graves inundaciones.
“Eso desató un miedo desenfrenado, en algunos casos hasta paranoia y también detectamos depresión, apuntó la especialista, destacando que si esto no se atiende se producen daños mayores patológicos en el individuo, tales como la depresión severa (con ideas y decisiones de suicidio) o trastornos de ansiedad muy difíciles de trabajar.
“Falta acceso a los servicios de salud mental, sobre todo los gratuitos, que de por sí son pocos”, alertando que hay que atender de inmediato con intervenciones sicosociales que con terapias grupales para problemas como la violencia social sin esperar a la posibilidad de que vuelvan reacciones sociales como los saqueos en siguientes calamidades naturales.
Trauma complejo guerrerense
No obstante, la sicotraumatóloga Alondra Berber Mijangos fue más allá al señalar que atrás de la violencia social en que se ha vivido, la estructura bioquímica y funcionamiento del cerebro del acapulqueño y del guerrerense es distinta, situación que quedó exhibida con el desastre del huracán.
En la sicotraumatología, dijo en charla electrónica, “los desastres naturales no son algo tan traumático, es decir, hay estrés, pudieron vivirse aspectos terribles de la catástrofe, pero aun así, ese estrés no tiende a volverse crónico, como se ha querido mostrar con Otis”.
Por ello, explicó que Otis sería un detonante de todo porque el problema de origen en Acapulco, incluso Guerrero, “es algo que podríamos llamar el trauma complejo guerrerense”.
Esto es, “el huracán llegó a una ciudad de personas que bioquímica y eléctricamente funcionan distinto a lo que se califica como normal, por eso es una ciudad tan reactiva y que se equivoca más de lo que atina en sus juicios, ya que opera desde el cerebro primitivo y eso es normal”.
Ello, “además de que existe un contexto social especial (pobreza, falta de educación, antecedentes de terrorismo de Estado) que abona a la conformación de este llamado trauma”, escribió quien cuenta con estudios de posgrado en criminología, con especializaciones en sicología clínica, intervención en crisis y trauma complejo.
“Así, el cerebro no aprende ni responde a la vida igual, es impulsivo porque vive gatillado, siempre está con el estrés o con el cortisol (hormona que se libera en respuesta al estrés) tan elevado que lo intoxica y enferma, predisponiéndolo a un daño multiorgánico”.
En el caso del huracán, “el sufrimiento crónico, la desconfianza crónica y la disociación son rasgos de alguien que tiene trauma, pero con Otis no podías disociarte como con todos los horrores de la vida cotidiana, tuvimos que vivirlo estando presentes, conectar en verdad con los cerebros dañados”.
Por ello, “Otis sólo fue un detonante, un desencadenante con el que vimos el trauma de todos, fue como una exhibición; todo eso (el trauma) ya estaba ahí, ya existía, pero ahora podemos verlo más claramente porque el cortisol y la amígdala (estructura del cerebro que se relaciona con las emociones y la memoria) que fueron puestos a prueba están mostrando lo verdaderamente gatillante que son la sociedad y la realidad acapulqueña”, alertando de la aparición de muchos y nuevos problemas de la salud mental así como de la salud física, “que sin tratamientos sicológicos especializados y buenas redes de apego seguro hagan que las personas vivan con mayor dificultad la búsqueda de situaciones de bienestar”.
Una nueva cultura
Mientras tanto, la investigadora y docente de la UAG, Mariana Morales Rodríguez recordó inicialmente que estos fenómenos naturales no lo son tanto al tener de alguna manera como origen la mano del hombre, en referencia al cambio climático por el calentamiento global.
Luego, dijo, a partir de ellos es que “hay que pensar ya en una nueva cultura de vida y de prevención”, sabiendo que la situación geográfica de Acapulco es de mucha vulnerabilidad, teniendo una alta probabilidad de que se repita un huracán igual que Otis.
Por ello, quien es además directora de la Escuela Superior de Psicología de la UAG indicó que “como sicólogos debemos capacitarnos y contar con herramientas de sicología de emergencia y poder ofrecer una respuesta efectiva a la sociedad”.
En ese sentido, dijo, es necesario que los jóvenes estudiantes (de sicología) vayan desarrollando habilidades y estrategias para poder trabajar estas situaciones.
Y es que comentó, Acapulco como todas las sociedades se encuentra en una situación donde se vive con estrés, con ansiedad generada por cosas como la violencia y a lo que se suma esta vulnerabilidad por la situación geográfica.
Por ello, “es necesario trabajar en el desarrollo de políticas públicas y generar incidencias sociales para favorecer el bienestar de las personas”.
Tras recordar que también colaboró en algunas brigadas de auxilio sicológico en diversas situaciones como la pandemia de Covid-19, aceptó que no se le ha dado la atención que merece a la salud mental, a pesar de que hay muchísimas personas que enfrentaron crisis recientemente, cuando en septiembre cayeron las lluvias del huracán John y las inundaciones posteriores.
“Es normal la reacción de la gente, luego de un estrés agudo con Otis, ya que hay quienes incluso reviven situaciones, evocan momentos tristes, difíciles, por lo que es importante trabajar en la salud mental”.
Y es que, agregó, “hay muchas personas que además de estos eventos de crisis ya desarrollaron alguna condición, a lo mejor por alguna cuestión social, igual y por genética, con lo que se vuelven más vulnerables, agudizan los síntomas y tenemos tragedias”.
Así, reiteró la urgencia de trabajar con la salud mental, de analizar incluso cómo es que se dieron situaciones como el saqueo tras Otis para saber cómo y dónde trabajar.
De hecho, comentó que independientemente de lo anterior, es necesario trabajar con los niños, con los jóvenes, en la recuperación de valores, de la convivencia familiar, “de hacer trabajo comunitario, intervenciones, de desarrollar proyectos dirigidos hacia la visibilización de conductas inadecuadas, ilícitas y se eliminen.
“No podemos ser indolentes, debemos abrir varias trincheras, varios caminos para poder ofrecer varias alternativas para afrentar estas circunstancias”.