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Una denuncia por probable pederastia precipitó el doble asesinato en La Venta

   Segunda de tres partes La relación de Miguel Argemi con su hija llegó a su clímax cuándo ésta le reclamó su amistad con niñas vecinas de La Venta. “Es mi vida, no se metan”, le advirtió el catalán a ella y a su yerno. Deterioradas las relaciones, en disputa por la casa y por … Continúa leyendo Una denuncia por probable pederastia precipitó el doble asesinato en La Venta

Marzo 31, 2004

 

 Segunda de tres partes

La relación de Miguel Argemi con su hija llegó a su clímax cuándo ésta le reclamó su amistad con niñas vecinas de La Venta. “Es mi vida, no se metan”, le advirtió el catalán a ella y a su yerno. Deterioradas las relaciones, en disputa por la casa y por el automóvil, la pareja llevó el caso de las amistades menores ante la agencia del Ministerio Público para la atención a delitos sexuales, el mismo día en que fueron asesinados.

–Mi papá tiene un arma y dice que nos va a matar –reveló María Cristina a Joaquín Ozuna, ex comisario de La Venta y uno de los personajes más respetados –o temidos– del poblado.

–Pues búscala y escóndesela –le sugirió.

El matrimonio se encontraba la mañana del viernes, antes de que fueran asesinados ese día por la tarde, en las oficinas de la Agencia Especial para Atención a los Delitos Sexuales. Ahí llegaron a las 11 de la mañana luego de tomar un taxi desde la agencia VW Farallón, donde habían discutido con Miguel Argemi sobre si sacar o no el automóvil Golf en reparación, y estuvieron hasta la una de la tarde. Con ellos estaban Joaquín Ozuna, y Arturo Ozuna Valdez, su abogado y vecino en La Venta, quien la asesoró para presentar la demanda contra su padre por violencia intrafamiliar. Ahora son testigos de cargo contra el homicida.

–Le tengo miedo.

–Usted regrese a su casa mamacita, no dejen que los saque. Nada les va a pasar.

La relación entre la pareja y el catalán había empeorado cuando éste les dijo que llevaría a la niña A. a vivir con él. La niña frecuentaba a Argemi desde octubre. No era la única. Varias le visitaban. De él para ellas, los 20 pesos de vez en cuando, caricias al cabello que levantaron suspicacias entre los vecinos.

–La casa es mía y si alguien se va a salir son ustedes –amenazó entonces Miguel Argemi a su hija.

–La casa es de mi mamá, y no tienes porqué venir a hacer tus cosas a la casa donde viviste con ella –le respondió María Cristina.

–Con lo mío no te metas.

–No me gusta que le tomes fotos a las niñas.

–Es mi vida, no te metas

En la demanda ante la agencia de Delitos Sexuales, no hay una acusación directa a algún abuso sexual o trato deshonesto del catalán a A. o a otras menores. La acusación es por violencia intrafamiliar, pero deja abierta la puerta para que el Ministerio Público investigue.

Yo cumplo

María Cristina y David Enrique llegaron poco después de las 2:30 de la tarde del viernes a la casa que habitaban, propiedad a nombre de doña Cristina Sánchez desde hace 13 años. Según cuentan los vecinos, la pareja se llevaba bien. Él, originario de Paso Limonero, había renunciado apenas en enero al Ejército y estaba esperando su liquidación. Casado dos años atrás con María Cristina, apenas había tenido tiempo de tener vida conyugal. A falta de fortuna, el hogar era la casa de la suegra. Andaba en busca de trabajo.

Dos horas después regresó el suegro. Una furia. Al parecer, se había enterado de la demanda que le habían presentado en la agencia de Delitos Sexuales, o bien, de la intención de investigar su estatus en el país en Migración. Ya de por sí le tenía molesto lo del auto en disputa que, dijo, su hija y su yerno querían sacar de la agencia Farallón, donde estaba en reparación, sin su consentimiento:

–Yo cumplo mis amenazas, yo las cumplo –y se dirigió a su recámara, levantó la almohada, tomó la pistola. El matrimonio tuvo tiempo de salir, pero no lo hizo. El catalán abrió el cajón del ropero para ponerle las balas al arma, ocho. Enfurecido como estaba, la maniobra no debió ser fácil ni rápida. Salió del cuarto y encontró a la pareja en el pasillo y disparó sin más sobre su hija. El yerno, acorralado en el cuarto, intentó sostener a María Cristina, defenderse al mismo tiempo y recibió el primer disparo en el rostro. El otro, ya en el suelo, en el pecho. El catalán se detiene, los mira e intenta otro disparo sobre el yerno. La sexta detonación no llega. La bala se atora. Su nieto le mira. No entiende qué pasa.

Eran fotos artísticas

El rostro de Miguel Argemis, de 67 años, casado, jubilado, estudios de bachillerato superior, nacido en Barcelona, con domicilio en La Venta, que no bebe ni fuma, “nunca, estoy viejo”, y que “nunca antes he sido detenido”, no aparece en la foto.

La toma es de abajo hacia arriba, y el botón lo apretó seguramente la otra niña, la de siete u ocho años, que aparece en otra foto con una niña regordeta de unos diez años. El catalán la abraza y le toma el hombro, cual abuelo cariñoso. En otras aparecen ambas niñas en fallidos poses de modelos. Todas las imágenes, tomadas en el pequeño patio de la casa de La Venta.

También están las fotos de A. Niña de once años con poses de modelo más afortunados. Guapa ella, se le ve con un micrófono sobre la tarima de un cantabar, cual imitadora de alguna cantante. La foto es mala, como tomada a contraluz, como trabajo de un aprendiz, pero la tomó el español. El lugar aún está vacío. Parece ser de día. Al fondo la barra y anaqueles con botellas de bebidas alcohólicas y un mesero que pasa sin importarle si hay una sesión de fotos enfrente.

–Ella es A. con la que se quería casar –cuenta doña Margarita Sánchez, quien dijo que semanas antes recibió una llamada de su aún esposo, en Estados Unidos, en la que le pidió el divorcio “porque se quería casar”.

–Mi hija quería ir a hablar con la mamá de la muchacha –dice.

–La mamá de la niña parece que trabaja en una cantina, o es mesera –contaba antes Joaquín Ozuna.

–Parece que no le importaba lo de su hija con el español.

“Lamentablemente aquí hay mucha pobreza. La gente por los 20, por los 50 pesos, dejaban que lo fueran a ver, no les importaba que toqueteara a sus hijas. En La Venta llevaba a algunas a la escuela: ‘¿Y ese señor que es para ti’, preguntaba la gente: ‘mi padrino’, decían”.

Joaquín Ozuna dice que además de las amenazas María Cristina le comentó de las visitas de las niñas y las peleas con su padre por ello, que crecieron cuando su esposo renunció al Ejército, donde era soldado raso, para quedarse a vivir con ella.

-¿Quién iba a pensar?… a su hija –suelta, suspirando.

Argemi, en su declaración ante el juez este lunes, donde aceptó su primera confesión de culpabilidad ante el crimen y dijo que no tenía nada que agregar, respondió no obstante a la acusación pública que le hizo su esposa, quien dijo que el origen del problema es que él pretendía apoderarse de la casa –que está a su nombre– para casarse con una menor de 11 años de edad: “En ningún momento abusé de las niñas, yo soy músico, toco el piano, porque yo las quería recomendar para Televisa”.

Y es que a los cargos contra el ciudadano español se podría agregar el de pederastia, derivado de la denuncia a la agencia de Delitos Sexuales, demanda que se incorporó al proceso penal por homicidio: “Lo leí en un periódico. Yo me río de esto, porque todo se puede comprobar y pueden ir a buscar a las niñas, a sus familias y preguntarles también . Nada es cierto, es valor artístico y valor musical no valor pedafólico (sic), que dicen, esta palabra grave y fea”.

Además de las fotos de las niñas que la familia de María Cristina recogió de la recamara del catalán, y que presentarán como pruebas de presunta “pedofilia”, como le dicen, está una libreta tipo profesional, vieja, con unas 20 hojas, con apuntes de Argemi. En una hoja, dice el abogado, practicaba la copia de la firma de la señora Margarita con el fin de falsificarla y ponerse a su nombre la casa. En otras hay el plano como de una casa. En unas más nombres de niña, el de A. en especial. Con letra grande, en color rojo, se habla de “un video original” de una niña “con capacidades artísticas” (A.) y que dice, se va a recomendar a Televisa. Es como el ensayo de una carta o un oficio. En otra hoja se lee el nombre de A. en algo que parece el intento por comenzar a escribir una carta.

–Lo de ella y yo es un asunto, la quiero y me voy a casar –cuenta la señora Margarita que le contó su hija María Cristina.

De los videos, comenta que había una cámara, “que ya desapareció, no sabemos dónde está”. “Habrá que ver si filmó a las niñas”, sugiere el abogado Ozuna.