El también abogado, sociólogo y director de teatro cuenta que ha descubierto que hay “quintas de engorda” para el tráfico de órganos o la trata de blancas; ranchos de reclutamiento forzado para convertir en sicarios, halcones, extorsionadores, “mulas” a sus víctimas, muchas de ellas migrantes. De San Fernando a Techiutlán, dice, el crimen organizado las explota en una moderna esclavitud. “Les priva de su identidad, de su espiritualidad, de su humanidad para convertirlas en objetos, y si no le sirven, las desecha”
Abril 09, 2025
Carmen García Bermejo / Especial de Fábrica de Periodismo *
Ciudad de México
José Luis Solís Olivares, cineasta y escritor, circulaba lentamente en su auto por las calles del centro de su natal Monterrey cuando empezó a escuchar en la radio una noticia que lo impactaría e inesperadamente lo abatiría: “Han descubierto una narcofinca con 72 cadáveres de migrantes ejecutados y abandonados a la intemperie en San Fernando, Tamaulipas”.
Eran los primeros días de agosto de 2010 y el hallazgo de los cuerpos lo atravesó como un relámpago.
–Esa noticia –recuerda– me hizo sentir inerme, dolido, frustrado, ofuscado. Me impactó de manera profunda porque mis padres son originarios de Tamaulipas. Pero, además, tenía demasiadas preguntas que la versión oficial no respondía. Las autoridades dejaban más dudas que certeza sobre lo que había ocurrido.
La guerra contra el narco que el entonces presidente Felipe Calderón desató desde 2006 había sacudido extensas del norte del país, rasgado violentamente la vida diaria y esparcido miedo, dolor y terror por ciudades, pueblos y ranchos.
Fue hasta 2022 cuando José Luis estrenó La alberca de los Nadies, una cinta en la que aborda los hechos que ocurrieron en San Fernando.
Reconocida con más de 35 premios nacionales e internacionales a mejor película, mejor guión, mejor ensamble actoral y mejor fotografía, la cinta sigue el bautizo de fuego de un migrante secuestrado, a quien obligan a ser parte de un cártel y a obedecer las órdenes del capo y sus subalternos; ese mismo día una migrante embarazada es arrastrada también a la vorágine de violencia, de trata de personas y de asesinatos que se cometen contra migrantes mexicanos y extranjeros.
Quince años después de la masacre de San Fernando, a propósito del hallazgo en Teuchitlán, Jalisco, de un centro de adiestramiento y exterminio de otro cártel, José Luis Solís reflexiona sobre una realidad en el país que, afirma, poco o nada ha cambiado.
Teuchitlán, “horriblemente
esclarecedor”
–¿Qué sentimiento le generan los hechos que aborda en su película y lo que ocurre hoy en Teuchitlán?
–Me provoca una indignación muy fuerte. En 2024, apenas el año pasado, se exhibió La alberca de los Nadies en muchos lugares de México y entre más la presentamos, más nos damos cuenta de que esto continúa. Lo de Jalisco es horriblemente esclarecedor: las narcofincas allí están y proliferan dentro de lo que ahora se llama “capitalismo gore”; el ser humano se convierte en un objeto y si éste no tiene uso, es desechable porque no les sirve.
Pero también lo que revelaron las madres y padres buscadores en Teuchitlán es similar al reportaje de los esclavos que hizo el gran fotógrafo brasileño Sebastián Salgado. Mientras iba preparando mi película, era una de las referencias inmediatas. Así logré hacer, por ejemplo, la toma metafórica de la alberca y los migrantes, el inframundo, el altar, los interiores de la finca, el ambiente.
–Cuando creemos que hemos visto todo en México, sale a la luz un suceso más terrible, como el rancho de Teuchitlán.
–Llevamos 15 años en medio de esta violencia y no se ve para cuándo se pueda cambiar esta terrible fractura social. Más allá del género de terror, que tiene sus trucos en el cine, muchas de las realidades en el país son pavorosas, dolorosas y difíciles de asimilar. Pero los artistas debemos contar hasta esas historias; sensibilizar para que algo se genere: ser mejores ciudadanos, crear comunidades, ser más empáticos.
–¿Qué lo impulsó a escribir y dirigir La alberca de los Nadies?
–En el norte del país experimentamos el fuerte embate de la guerra contra el narco. De diciembre de 2009 a febrero de 2010 todo había cambiado por completo. Se generó una fractura social que todavía tratamos de entender y de aliviar.
–Se supone que ya no estamos en esa guerra contra el narco, pero San Fernando se repite hoy en día.
–Todos los ciudadanos experimentamos esto desde hace más de tres lustros. No hay absolutamente ningún cambio. Todo sigue igual, llámale “guerra contra el narco”, llámale “abrazos, no balazos”. Estamos dentro de un sistema de consumo y en Estados Unidos es tan perfecto, tan avasallador, que es casi imposible frenarlo.
–¿La masacre de San Fernando, Tamaulipas, sólo se puede contar desde la ficción?
–La alberca de los Nadies es una película basada en un hecho real. Como no sabemos con certeza lo que pasó, recurro a la ficción para plantear lo que vivieron los migrantes centro y sudamericanos dos horas antes de que fueran abatidos en esa narcofinca en su tránsito hacia Estados Unidos. Tomo como referente ese impactante hecho histórico de San Fernando para, desde la ficción cinematográfica, exponer cómo en tiempos de barbarie un grupo de seres humanos son obligados a cambiar radicalmente sus principios para poder sobrevivir.
Solís Olivares define a su filme como la historia del “vertiginoso caos del salvajismo actual” donde modernos campos de concentración se desarrollan en ranchos arrebatados a sus verdaderos dueños y convertidos en “fábricas” de sicarios, prostitutas y esclavos del tráfico de drogas.
San Fernando, el “primer
acto de narcoterror”
Conforme investigaba sobre el tema, relata, perfilaba el argumento. La película cada vez se fue alejando más de un thriller de narcotráfico para acercarse más a una historia de migración, de sobrevivencia, de lazos afectivos, de seres humanos.
–Después de conocer con detalle los hechos, ¿qué es lo que más le inquietó?
–Las preguntas se me agolpaban en la cabeza y una de ellas fue: ¿si el grupo criminal de Los Zetas ya había cavado fosas (cuando realizaba) otros crímenes, por qué dejaron tirados los cuerpos a la intemperie en la quinta? Tardé mucho tiempo en hallar la respuesta. Investigué muchísimo sobre el tema y llegué a una conclusión: la masacre de San Fernando fue el primer acto de narcoterror en nuestra historia contemporánea y nos avisaba cómo se iban a manejar las cosas. Pero ese mensaje prevalece, ha crecido y lo sufrimos en todo el país.
–¿Cuánto tiempo le llevó investigar el caso y qué descubrió?
–Me pasé tres años y conforme más indagaba, empecé a ver la proliferación de estas narcofincas como modernos campos de concentración. Descubrí que hay “quintas de engorda” para el tráfico de órganos, para la trata de blancas; ranchos de reclutamiento y de entrenamiento para convertirlos en sicarios, halcones, extorsionadores, vendedores de droga o “mulas” (trasiego de drogas). Así se moldea un sistema capitalista de explotación que participa de una terrible economía de mercado. Por eso, el crimen organizado extorsiona y explota a sus víctimas en una moderna esclavitud. A los sujetos se les priva de su identidad, de su cultura, de su espiritualidad, de su humanidad para convertirlos en objetos. Pero resulta que ese objeto es un ser humano: si no les sirve para mercar su cuerpo o para generar más violencia, pues no les sirve y entonces lo desechan.
Cruel historia de migrantes
actuada por migrantes
–Aunque el tema es de alto impacto, ¿cómo evita la violencia en pantalla?
–En La alberca de los Nadies tenía un principio estético: cero violencia gráfica a cuadro. Como narrador audiovisual usé la técnica “fuera de cuadro”. Este recurso genera algo en el espectador y su capacidad de imaginar termina construyendo lo que pasa. Quería que fuera un impacto directo a la conciencia de la persona. Por ejemplo, desde un punto de vista cinematográfico, las recientes imágenes del rancho de Teuchitlán, Jalisco, causaron un efecto similar al de mi película: no se muestran cadáveres. Vemos ropa, zapatos, tenis, objetos que pertenecían a las víctimas. El golpe visual es contundente, aunque también es un golpe emocional y textual, por los testimonios escritos que hallaron las madres y padres buscadores.
–¿Esa estética le ayudó a centrarse en el sistema de explotación de la migración?
–Sí porque La alberca de los Nadies es una película fuerte. No es un melodrama, sino una cruel historia de los migrantes. Así es que ves a los victimarios fuera de foco para crear espectros, que son una metáfora en sí; tienen este efecto de la viñeta en el cuadro abierto para ir centrando al personaje y envolverlo en un ambiente asfixiante. Además, hay una forma de manejar el color: todos los interiores de la finca donde aprisionan a las víctimas son cálidos y se van tornando hasta dar la imagen de un país nauseabundo, enfermo, como lo es hoy México.
–¿Por qué decidió incluir a migrantes reales dentro del elenco?
–Cuando se conoció la masacre de San Fernando, casi toda la información periodística se concentró en el grupo delictivo y la negligencia de las autoridades. Para mí, ese no es el principal problema. El asunto es dónde quedan los migrantes, los sin nombre, los “Nadies”, como dice Eduardo Galeano en su poema. La película se desarrolla en una quinta (rancho) que también le fue arrebatada a sus dueños por el narco. Así es que decidí que los actores de método representaran a los reclutadores y que los migrantes fueran realmente migrantes porque ellos han vivido en carne propia el peligro en su intento por llegar a Estados Unidos.
“Su participación es algo que agradezco. Conocí lo que viven los migrantes y también aprendí hasta dónde llega su anhelo por escapar de su realidad y vivir ‘el sueño americano’, sin saber que se convertirán en víctimas del crimen organizado que los extorsiona y explota. Las personas no saben qué es lo que les espera al emigrar de sus países de origen”.
De la cultura del trasiego
a la del salvajismo
Antes de convertirse en cineasta, José Luis Solís Olivares escribió poesía y cuento. En Monterrey, donde nació en 1968, no existían escuelas de cine. Entonces se hizo dramaturgo, fotógrafo, abogado, sociólogo y director de teatro, aunque nunca abandonó su sueño de dirigir sus propias películas.
En 2004 estrenó su cortometraje Mañana, sí; le siguieron Los amorosos (2006); Alameda; Endless Valero (2009), La estancia (2011) y El hombre bueno (2016).
En 2010 decidió hacer una trilogía de largometrajes sobre la narcoviolencia. Primero rodó Gringo (2016); después, La alberca de los Nadies (2022) y ahora escribe el guión de Balada para un hombre y sus muertos, un western también situado en Tamaulipas sobre otro caso real ocurrido en 2010.
–¿Cómo va a cerrar la trilogía sobre Tamaulipas?
–Escribí el guión Balada para un hombre y sus muertos. Es una película que esperamos producir en 2026. Será un western basado en el abandono de Ciudad Mier, Tamaulipas, donde sucedió algo parecido a la masacre del municipio de Allende, Coahuila, a manos del crimen organizado. Aquí narro cómo es que las autoridades de todos los niveles dejaron completamente abandonada a la comunidad. Ciudad Mier es muy pequeña, pero de tener 32 mil habitantes, sólo se quedaron 400 porque grupos delictivos empezaron a pelearse la plaza. En este western hablo de cuando pasamos de la cultura del trasiego a la cultura del salvajismo. Este abril cumpliré 57 años y me tocó crecer en esa época. No era la cultura de la extorsión, ni del cobro de piso, ni de los asesinatos masivos, ni de los descabezados, ni de los asesinatos a migrantes. No existía eso.
Incluso en Nuevo León, menciona, “hubo un fenómeno en el cine conocido como el cabrito western: los héroes eran los pistoleros, que tenían como estelares a los hermanos Almada, y los mafiosos eran los policías federales. Los corridos narraban la forma en que los delincuentes eran quienes mantenían la paz laxa. Ahora ya no existen los pistoleros, son sicarios.
* Esta es una versión resumida, publicada en El Sur con autorización de FdP. Lee la entrevista completa en fabricadeperiodismo.com.