EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Sociedad  

Superan las jóvenes de Zitlala las trabas machistas y en los últimos años participan en las peleas de tecuanis

El Atzatzillistli es la culminación de una serie de rituales para pedir al dios Tláloc por lluvia y fertilidad a la tierra en el inicio del ciclo agrícola

Mayo 07, 2024

Dos jóvenes se saludan en tono amistoso luego del ritual de petición de lluvias Foto: Luis Daniel Nava

Luis Daniel Nava

Zitlala

El momento que Lluvia Tecolapa había esperado desde hace años llegó la tarde del 5 de mayo. A sus 17 años peleó por primera vez en el ritual Atzatzillistli. “Me sentí con ganas de dar unos buenos chingadazos”.
Desde hace seis años, las mujeres de Zitlala participan en las peleas de tecuanis que son la culminación de una serie de rituales para pedir al dios Tláloc por lluvia y fertilidad a la tierra en el inicio del ciclo agrícola.
Es una tarde calurosa en el centro de Zitlala y en una esquina del cuadrilátero unas adolescentes son atadas de la cintura con una cuerda de lazar. La cuerda llega al brazo derecho y termina en una especie de látigo con una punta maciza. Esa es el arma con la que habrán de pelear.
Luego se les pone una máscara de cuero de res con las características de un felino. Ojos, colmillos, orejas, bigotes. Una representación fiera y singular del jaguar.
También portan trajes verdes que simulan la piel del animal, icono de la entidad.
En el rostro se les ve nerviosismo, tensión, pero también adrenalina. A su alrededor más de 2 mil miradas las observan y les toman fotografías, mientras los sonidos de tres bandas de música de viento entremezclados le dan más festividad a la multitud.
El centro ceremonial está ubicado a una hora y media de la capital del estado.
Mientras otros peleadores se enfrascan en rudas peleas. Lluvia o Kaley como le gusta que le digan se prepara, observa a su eventual contrincante, brinca.
Le ponen su máscara y entra al ruedo. Se trenza a reatazos durante un minuto con otra joven del barrio rival. Se golpean con el látigo la cara cubierta con la máscara, los antebrazos y hasta las piernas.
Ambas, igual que al iniciar la pelea, se abrazan y luego por separado junto a su manda brincan y gritan en señal de triunfo.
–¿Cómo te sientes?, le pregunta el reportero a Lluvia del barrio de San Francisco, al terminar su pelea.
–Muy bien, tenía tantas ganas de entrar, estuvo bien
Lluvia tiene 17 años y ha sido su primera batalla. Este momento lo esperó desde que hace años pudo ver pelear a sus abuelos, a su padre y a sus tíos.
–Es mi primer año, mi primera pelea. Estaba con ganas de dar unos buenos chingadazos.
Dice que su motivación es para preservar las tradiciones y costumbres de su pueblo y sobre todo para pedir a los dioses lluvia para que haya maíz, frijol y calabaza en la región.
Entre las feroces peleas hay una mujer que hace las funciones de referi y que medía entre los grupos rivales que no dan tregua. Empuja, se abre paso a la fuerza y la respetan. Es la síndica de Zitlala, Elia Tepectzin Saavedra, quien antes repartió mezcal a peleadores y arrojó playeras alusivas al ritual al público.
La funcionaria dice que desde hace unos seis años las mujeres de la comunidad empezaron a participar en las peleas y que lo hacen por la adrenalina que les provoca estar en el ring convertidas en guerreras.
“Esto es tradicional y la equidad de género también influye”, expresa la síndica.
En el bando de la San Mateo y La Cabecera está con un traje verde y un látigo en la mano Berenice, de 17 años. Con este ya van tres años que es parte del ritual.
–¿Cuál es tu motivación?, se le plantea.
–Mi abuelito, antes él peleaba y cómo pues de mi familia los hombres ya se murieron, soy la única que pelea. Mi abuelo Grimaldo Espinoza peleó con La Cabecera, pero falleció hace ocho años.
Berenice conoce la principal consigna del rito propiciatorio de las lluvias.
“Por cada gota de sangre, es cada gota de agua”.
Por su parte, Aracely, del barrio de la cabecera, brinca y levanta su cuarta (chirrión) antes de iniciar su pelea y para observar a sus rivales de San Francisco y Tlaltempanapa.
Tiene una chamarra acolchonada color amarillo vivo a la que le ha puesto manchas negras para simular ser un tigre.
La segunda pelea de su vida dura más de un minuto. Son golpes de ida y vuelta sin que ninguna de las dos peleadoras se doble, hasta que los referis las separan.
Se quita la máscara y no hay golpes visibles en su cara. Se toma un litro de agua y recibe consejos de su esquina para volver a pelear otro round.
–Desde hace dos años he representado al barrio de La Cabecera, más que nada para personificar la tradición y a mi hija.
Zitlala, como muchos pueblos nahuas de Guerrero, mantiene una cultura machista, pero en los últimos años la tendencia se ha reducido.
Datos del Inegi indican que este municipio nahua tiene una población total de 21 mil 977 habitantes de los cuales 11 mil 926 son mujeres, que representan el 54 por ciento, mientras que 10 mil 51 son hombres.
La dirección regional en Chilapa del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas registra que, en los últimos cuatro años de 22 comisarías y siete delegaciones, 10 mujeres han sido comisarías propietarias, 23 han sido suplentes y 15 delegadas.