Netzahualcóyotl Bustamante Santini
Octubre 01, 2024
El sábado 1° de octubre de 1994 este periódico tenía como nota principal: “Interrogaron por 10 horas a Rubio Canales”. Se refería a la indagatoria emprendida por la extinta PGR contra el ex director del Fideicomi-so para el Desarrollo Económico y Social de Acapulco, Fidaca, el tamaulipeco Abraham Rubio Canales, que había sido acusado junto al ex diputado Manuel Muñoz Rocha, de ser uno de los autores intelectuales del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu.
Entonces como ahora, como siempre, Guerrero era noticia nacional. El asesinato del ex gobernador de 48 años, a manos de Daniel Aguilar Treviño un joven sicario 20 años menor, había conmocionado a la opinión pública en el año político más tormentoso de la historia reciente. El magnicidio ocurrió el 28 de septiembre a las 9:28 de la mañana en la calle Lafragua, al exterior de la sede del sector popular del PRI. En el que sería otro peldaño de su meteórica carrera política, el también secretario general del tricolor estaba a semanas de asumir la coordinación de los diputados federales de su partido en la 56 Legislatura, el 1° de noviembre de 1994.
El cargo recayó entonces en el tristemente célebre Humberto Roque Villanueva, recordado por un oprobioso gesto cuando celebraba eufórico con sus correligionarios, la aprobación del incremento del IVA de 10 a 15 por ciento en el salón de sesiones de la Cámara de Diputados. En la icónica imagen de la roqueseñal que tuvo lugar el 17 de marzo de 1995, aparecen también inflamados, José Natividad González Parás que luego sería gobernador de Nuevo León, Ignacio Ovalle Fernández, director de Segalmex en el sexenio obradorista, y el actual senador de Morena, Oscar Cantón Zetina.
En los comicios de 1994, el PRI había barrido en los 10 distritos electorales federales que entonces tenía Guerrero. Efrén Leyva, Píndaro Urióstegui, Netzahualcó-yotl de la Vega, René Juárez, Marcelino Miranda y Antelmo Alvarado fueron algunos de los legisladores electos. El PRD tuvo como representantes por la vía plurinominal a Leticia Burgos, Martín Equihua, Cuauhtémoc Sandoval y Zeferino Torreblanca.
Para el Senado fueron electos por mayoría relativa los priistas Guadalupe Gómez Maganda y Porfirio Camarena Castro y por la primera minoría el perredista Félix Salgado. En el plano local, durante el periodo 1993-1996 la izquierda gobernaba en apenas seis de los 85 municipios existentes (Alcozauca, Atoyac, Coahuayutla, Malinalte-pec, Teloloapan y Zirándaro) y contaba con ocho diputados en la 54 Legislatura local.
Treinta años después se escribe otra historia. El hegemónico PRI se encuentra herido de muerte en buena medida por la suma de agravios sociales acumulados desde el diazordazismo, por lo menos. En territorios considerados tradicionales graneros de votos y escenarios de sus más oscuras facetas de ejercicio político en el poder como Guerrero, la hegemonía ahora la tiene un partido que ha logrado desde 2018 hacerse de todos los espacios de representación popular en todos los ámbitos, consumada por la llegada a la presidencia de la primera mujer y el dominio en ambas Cámaras del Congreso como no se veía desde 1982.
Tanto en el gobierno estatal como en el Congreso local, Morena tiene el control absoluto y 29 Ayuntamientos de 85 existentes, un ideal al que aspiró siempre la izquierda, sus dirigentes y seguidores.
En estas tres décadas, la tragedia social por la violencia institucional y criminal y el drama humanitario por la fuerza destructora de la naturaleza se obstinaron en disputar el predominio en el estado. Detrás del asesinato de reconocidos líderes sociales y figuras políticas asoma una renovada guerra sucia de baja intensidad; las masacres de Aguas Blancas, El Charco y la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, han marcado profundamente a una generación que ahora padece la presencia en todos los ámbitos de la vida social del crimen organizado, que actúa con desafiante impunidad ante la incapacidad y repliegue de la autoridad.
La recurrencia de fenómenos naturales está causando severos daños a las infraestructuras de la entidad, lo que frena su marginal desarrollo. Cuando se pensaba que Paulina era un meteoro atípico, la naturaleza se volvió inclemente. Ingrid y Manuel, Otis y John han dejado a su paso una estela de destrucción apocalíptica que a un mismo tiempo acumula agua, dolor y desesperanza tanto en localidades costeras y comunidades serranas de toda la geografía suriana caracterizada por terrenos agrestes y montañosos, ideales para el azote de los ciclones.
Hace 30 años, el 1° de octubre de 1994 se publicó mi primera colaboración en El Sur gracias a la confianza y generosidad de su director, Juan Angulo. Cursaba por entonces la preparatoria y colaboraba en la emisora de RTG en Taxco. El pionero texto hacía un recuento sobre el feminicidio de una empleada doméstica ocurrido en Salamanca del que se acusaba, sin pruebas, al joven poeta Pablo Molinet.
Desde entonces he escrito una miscelánea de temas que se fueron intercalando por mi formación profesional como economista y administrador público, con el convencimiento de que los escritos se ocuparan únicamente del estado por ser una fuente inagotable de asuntos sobre los cuales reflexionar.
El Sur ha sido una gran escuela sobre cómo abordar y analizar con base en hechos y evidencia, los innumerables acontecimientos sociales, las coyunturas políticas y la incontable protesta social en un estado insurrecto y guerrero. Estar al lado de plumas referentes del periodismo nacional y de destacados opinadores locales ha supuesto un auténtico reto y un verdadero honor. Y más, que esos modestos trabajos formen parte ya de la hemeroteca.
La historia reciente de Guerrero ha sido reseñada en este periódico desde su nacimiento hace más de 31 años que he acompañado como lector, colaborador y ciudadano. El ejercicio de escribir y reflexionar sobre tópicos de interés general ha resultado estimulante, especial-mente por ser Guerrero un territorio siempre indescifrable, combativo y semillero de épicas que han definido el rumbo de la nación.