EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión  

Agustín de Iturbide, ¿libertador de México?

  (Tercera parte) Concluimos el anterior artículo en el tiempo en el que Iturbide, ya como jefe del movimiento separatista, proponía a los sectores políticos del país el plan concebido en La Profesa, con algunas enmiendas hechas por él, que incomodaron a los conjurados y los hicieron sentir defraudados; en especial el virrey don Juan … Continúa leyendo Agustín de Iturbide, ¿libertador de México?

Octubre 30, 2018

 

(Tercera parte)

Concluimos el anterior artículo en el tiempo en el que Iturbide, ya como jefe del movimiento separatista, proponía a los sectores políticos del país el plan concebido en La Profesa, con algunas enmiendas hechas por él, que incomodaron a los conjurados y los hicieron sentir defraudados; en especial el virrey don Juan Ruiz de Apodaca se encontraba sumamente molesto e incómodo con Iturbide, hecho que lo llevó a publicar un bando prohibiendo a sus gobernados que leyeran las comunicaciones del jefe del Ejército Trigarante, a quien tachaba de desleal; el Ayuntamiento de México hizo otro tanto en un manifiesto que publicó, exhortando a los vecinos de dicha capital a permanecer fieles al rey y a resistir las seducciones de la anarquía; tampoco al arzobispo y al clero les agradó la actitud de Iturbide, pues ellos pretendían que la independencia se lograra para conservarle el reino a Fernando VII, pero no como rey constitucional como lo precisaba el Plan de Iguala, sino como monarca absoluto; se dieron cuenta por primera vez que el comportamiento de don Agustín sugería sin duda alguna, que éste deseaba el cambio para su beneficio personal.
Mientras se decidía quien iba a ocupar el nuevo trono mexicano, Iturbide proponía en el apartado 5 del mismo documento, que se formara una Junta Provisional Gubernativa, que funcionaría hasta que se instalaran las cortes (los congresos), siendo precisamente este punto el que también había molestado notablemente al virrey Apodaca, quien igualmente había propuesto una monarquía absolutista no constitucional, pues como ya se comentó, la pretensión personal de Apodaca era apoderarse del trono del nuevo imperio mexicano, cuando se confirmara que Fernando VII o algún miembro de su familia no aceptaran venir a la ex colonia; pero ante las ambiciones personales de Iturbide, don Juan Ruiz de Apodaca estaba perdiendo su oportunidad e intentó frenarlo sin éxito alguno, hasta que en los inicios de julio del mismo año, fue destituido por tropas españolas quienes molestos por tantos avances del Ejército Trigarante en la colonia, manifestaron no estar de acuerdo con su manera de gobernar y le exigieron la renuncia; el dirigente de este golpe militar, el Mariscal de Campo Francisco Novella, fue declarado virrey, sin el reconocimiento del Ayuntamiento de México ni de la diputación provincial; aun así, la débil legalidad del régimen fue violentada y se estableció un gobierno ilegal, hecho que obligó a las cortes españolas a mandar un nuevo Jefe Político, para tratar de pacificar al virreinato; y así llega a México don Juan de O’Donojú, quien al bajar en Veracruz –población bajo el mando del general realista Dávila, pero rodeada por las fuerzas insurgentes de Santa Anna– y observar con temor durante algunos días la anarquía que reinaba en la colonia, y que solamente la capital y dos o tres ciudades de importancia estaban en manos de los realistas, acepta una invitación de Iturbide para reunirse con él en la Villa de Córdoba, pacta con él y reconoce la independencia del nuevo país en agosto de 1821, mediante los tratados firmados en esa población. De hecho, los tratados de Córdoba eran la confirmación del Plan de Iguala con un agregado: “que en caso de que el Rey Fernando VII o algún miembro de su familia no aceptasen venir a México, las Cortes del Imperio Mexicano quedaban en libertad para designar al sustituto”. Este punto mejoraba las condiciones para que Iturbide cumpliera su ambicioso plan de escalar hacia el trono anhelado.
Esto fue facilitado porque O’Donojú era un hombre liberal, afiliado a la masonería, enemigo del absolutismo y había sido perseguido por Fernando VII; por otro lado, el nuevo virrey oficial no era ningún improvisado, pues era Teniente General del Ejército que se había desempeñado como ministro de Guerra y Marina durante la lucha contra los franceses, cuando España estaba invadida por los ejércitos de Napoleón; su nombramiento como virrey se lo debía a los diputados americanos de ideas avanzadas, especialmente a Ramos Arizpe, quien intervino ante las logias masónicas para que influyeran en el nombramiento. Obviamente, el experimentado O’Donojú sabía que lo mejor para él era apoyar las ambiciones de Iturbide, o se exponía a caer prisionero y quizá ejecutado; por el contrario, Iturbide adquiría con el apoyo del nuevo virrey, un aval invaluable para sus propósitos.
Durante la campaña de Iturbide por la Nueva España, con la finalidad de invitar a las fuerzas realistas a que se unieran al Plan de Iguala o bien someterlos por las armas si no accedían, la mayoría de ellos se unieron al bando insurgente, con excepción del general José de la Cruz, Intendente de Nueva Galicia (Guadalajara), quien siempre anheló el virreinato y desde que llegó de España le había restado mucha autoridad al virrey Apodaca; sin embargo, cuando iba a ser atacado en su plaza la desocupó y huyó hacia Durango, dando lugar a que aquella importante ciudad cayera sin derramamientos de sangre en manos de los trigarantes. Por otro lado, Novella no estaba en condiciones de pacificar al país, y toda su actividad se limitaba a sacar procesiones rogando al cielo un milagro, pues los antiguos insurgentes antes amnistiados volvían a la lucha, y los realistas, paulatinamente se pasaban al campo trigarante.
Finalmente, el 19 de agosto de 1821, la Ciudad de México fue rodeada por el Ejército Trigarante, y estando la ciudad cargada de simpatizantes de la independencia de la colonia, Novella –después de efectuar varias juntas de notables– optó por entregar la plaza pacíficamente; luego, Iturbide y O’Donojú invitaron a Novella a una reunión con ellos, en un lugar inmediato a la Villa de Guadalupe, y quedó acordado que las tropas realistas salieran de la ciudad y fueran sustituidas por las trigarantes; así mismo, aceptó que O’Donojú, fuera recibido en el Palacio Virreinal con el mismo ceremonial acostumbrado a la llegada de los virreyes.
Fue entonces cuando el Ejército Trigarante entró a la capital colonial por el paseo de Bucareli; lo encabezaba Iturbide –el jefe de ese cuerpo militar– surgido de la unión de las fuerzas insurgentes con las realistas, cuyos comandantes fueron convencidos por don Agustín de que esta medida era la mejor para los intereses de la ahora ex colonia española; eran las 10 de la mañana del 27 de septiembre de 1821, e Iturbide iba seguido de su Estado Mayor y de un numeroso cortejo de personas importantes y distinguidas de la ex colonia; detrás de ellos marchaban 16 mil hombres con notables diferencias; primero iban las fuerzas ex realistas formadas por criollos y peninsulares, encabezadas por sus comandantes españoles de cuna, muy bien equipadas y uniformadas con elegancia, y al final las tropas insurgentes sin uniforme, con la mayoría mal vestida y mal armada, plagada de mestizos, indígenas y mulatos, que eran encabezadas por sus líderes como Vicente Guerrero, quienes eran vistos con curiosidad crítica por los habitantes de la ciudad. Iturbide se detuvo en la esquina del convento de San Francisco, donde el ayuntamiento le hizo entrega de las llaves de la ciudad, continuando su camino hacia el palacio, donde al lado de O’Donojú, presenció el desfile del ejército.
Así se consumó la independencia de México, por medio de un arreglo entre elementos antagónicos, que aunque parecían unidos, en el fondo no era asi, pues los antiguos insurgentes eran representantes de una tendencia democrática y liberal, en tanto que Iturbide y sus partidarios tendían siempre a mantener el viejo sistema colonial y los privilegios del clero y demás clases privilegiadas, por lo que era de esperarse que aparecieran más temprano que tarde las discordias entre uno y otro bando, y así sucedió.
La Suprema Junta Provisional Gubernativa propuesta en el Plan de Iguala como cuerpo Consultivo, y ratificada en los Tratados de Córdoba, estaría formada por 38 notables de la Nueva España, que fueron seleccionados por el mismo Iturbide, y éste, en forma sagaz, escoge entre ellos a los principales miembros de la conjura de La Profesa, quienes sin el apoyo político que les brindaba Apodaca, aceptaron de muy buena gana intervenir como miembros de la Junta gubernativa, hecho que vuelve a reunir sus intereses con los de Iturbide. Cuando se formó esta Junta –un verdadero gobierno aristocrático– la encabezó el virrey O’Donojú, y quienes la integraban eran obispos, oidores, nobles de la alta sociedad novohispana; militares distinguidos de alto grado, tanto retirados como en activo; abogados y burócratas importantes, y un gran terrateniente, sin tomar en cuenta –ni en forma simbólica– a ningún insurgente, tal como fueron ignorados antes para signar el Plan de Iguala. Son los mismos personajes que posteriormente firmaron el acta de Independencia de la Nueva España. ¿Qué valor pudo tener este documento, sin la firma de don Vicente Guerrero, el último insurgente que mantenía encendida la llama de la lucha independentista, y que con su aceptación a la invitación que le hizo Iturbide, hizo posible la paz en la colonia y la unión de las fuerzas insurgentes con las realistas?
El hecho de que Iturbide no haya tomado en cuenta a ningún insurgente para formar la Junta, fue tomado con gusto por el bando conservador ex realista, pero con molestia por la parte liberal insurgente, hecho que finalmente provocó la gestación de dos partidos opositores; esta acción de Iturbide fue la confirmación del odio, la antipatía y el desprecio que el jefe del Ejército Trigarante abrigaba por aquellos patriotas, a quienes tan encarnizadamente había perseguido, no hacía muchos meses antes. La ratificación de esto lo fue el que una de las primeras disposiciones de Iturbide haya sido el prohibir que en los memoriales que se le presentasen pidiendo empleo, grado militar o cualquier otra gracia, se alegasen servicios prestados a la insurgencia, pues solamente serían válidos y reconocidos los que se hubiesen prestado a partir del 2 de marzo de 1821, fecha de la jura del Plan de Iguala. A los generales insurgentes Vicente Guerrero, Nicolás Bravo, Guadalupe Victoria, Ignacio López Rayón y muchos otros, no se les tomó en cuenta para nada y solamente a algunos se le dieron comisiones muy modestas. Esta inconformidad hizo que surgiera la lucha abierta de dos partidos opositores: el partido Conservador, que dueño del poder con Iturbide a la cabeza “iba en caballo de hacienda”, y el partido Liberal, operando en las sombras de manera soterrada pero activa, hecho que le valió para lograr ser mayoría en el futuro Congreso nacional.
Para ese entonces, Iturbide tenía todas las barajas en su poder, y las repartía a su conveniencia; logró que la Suprema Junta Provisional Gubernativa formara una Regencia, especie de Ejecutivo encargado de llevar a la práctica las determinaciones tomadas por la Junta, mientras se nombraba al nuevo monarca; la Regencia la integraron cinco individuos presidida por él; los otros cuatro lo fueron O’Donojú, el canónigo Manuel de la Bárcena, Isidro Yáñez y Manuel Velázquez de León; a los pocos días fallece O’Donojú –hecho que aumenta el poder de Iturbide– y lo suple el obispo de Puebla, don Antonio Joaquín Pérez. Para manejar las actividades administrativas, se formaron cuatro ministerios: Hacienda, Guerra, Justicia y Relaciones; las personas nombradas para hacerse cargo de esas responsabilidades, eran de mediocres antecedentes, según lo asevera el historiador Lorenzo de Zavala en su Cuadro Histórico de la Revolución de México en donde expone ampliamente la ineptitud de cada uno de estos ministros.
El 24 de febrero de 1822 se reunió en México el primer Congreso Nacional, formado por una mayoría de liberales, entre los que figuraban quienes andando el tiempo, serían personajes famosos en la historia del nuevo país, tales como don José María Fagoaga, el canónigo de Oaxaca, don José de San Martín, don Carlos María de Bustamante, y José María Izazaga (de Coahuayutla), que habían acompañado al general José María Morelos en sus campañas; también estaban don Francisco de Argandar, Fray Servando Teresa de Mier, don Rafael Manguino, don Hipólito Odoardo y otros. La diputación juró, en sesión solemne celebrada en la catedral, cumplir fielmente el desempeño de su cargo y la Cámara de Diputados se instaló en el templo de San Pedro y San Pablo.
En el Congreso se manifestaron en principio tres tendencias: los borbonistas, que fieles al Plan de Iguala y a los Tratados de Córdoba, pedían el cumplimiento de éstos y se instaurara una monarquía con un miembro de la familia real española; los republicanos, todos ellos antiguos insurgentes (entre los que estaban algunos miembros del Congreso de Chilpancingo convocado por Morelos) y finalmente los iturbidistas que tenían minoría. No pasaron muchos días sin que los miembros de la Regencia y los diputados del Congreso tuvieran sus primeras dificultades, por lo cual esta corporación, por medio de un decreto se declaró soberana, hecho que agravó las desavenencias entre el Regente Iturbide y el Congreso.
Mientras esto pasaba en la capital, un fuerte núcleo de tropa española al mando del general Dávila, no abandonaba al país y continuaba en Veracruz posesionado del fuerte de San Juan de Ulúa, constituyendo una amenaza para una independencia definitiva; en mayo de 1822 se recibieron noticias de España, relativas al desconocimiento que las Cortes habían hecho de los Tratados de Córdoba, declarándolos nulos y por consiguiente, desconociendo la independencia de México. Esta noticia, lejos de intimidar a los nuevos funcionarios, provocó lo contrario; los borbonistas, al perder toda la esperanza de ver en el trono de México a Fernando VII o algún familiar de él, se sumaron a los iturbidistas, quienes reforzaron sus filas y estimularon las mal disimuladas ambiciones de Iturbide, que empezaron a manifestarse claramente.

* Ex Presidente de Guerrero Cultural Siglo XXI AC.