Fernando Lasso Echeverría
Mayo 03, 2016
Cultura es un concepto impreciso para la mayoría de las personas en general, hecho que causa confusiones; las definiciones que uno encuentra –así sean cortas o amplias– son vagas, y como debe ser, con influencias sociológicas, antropológicas o filosóficas que aumentan en las personas comunes, las dudas sobre su significado. Mencionamos algunas como ejemplos de lo que aquí afirmamos: Cultura es el conjunto de modos de vida o costumbres y grado de desarrollo artístico, científico e industrial, en un grupo social determinado. Cultura es la humanización de la realidad en la que vive el hombre. Cultura es el conjunto de comportamientos y costumbres, valores y tradiciones, reglas y tabúes que forman el marco donde se desarrolla la vida de una sociedad concreta. Cultura es la totalidad de los conocimientos que aprenden los seres humanos, como una forma de vida, de pensar, de actuar y de sentir.
Para Max Scheler, la cultura es el propio mundo del hombre, afirmando que cultura es humanización, considerada ésta como el proceso que nos hace adultos maduros; para un ex ministro de cultura francés, cuando Mitterrand era primer ministro, la cultura era simplemente “la vida misma”; y para un maestro de la zona de la montaña, cultura es “todo lo que nos rodea”, y es por ello quizá que nunca podremos afirmar que una persona que radique en Chilpancingo o Acapulco sea más culta que aquella que viva en la zona de la Montaña. ¿Por qué? Entre varias razones, porque estamos hablando de tres medios culturales diferentes, que se van a reflejar en modismos y lenguaje, hábitos, gustos y costumbres desiguales. Porque los grupos étnicos puros son más fieles a su cultura regional, contrariamente a lo que sucede en la población urbana, que es presa fácil de la transculturización promovida por la televisión, la prensa escrita y las redes sociales. Por ello, también sería una tontería afirmar que un empresario rico de la Ciudad de México es más culto que un obrero de cualquier zona del país, o que los profesionistas somos más cultos que los campesinos, o que un hombre rubio y barbado sea más culto que un mestizo o un indígena. En alguna ocasión escuché de una maestra de educación básica que hablaba de un hombre alto y blanco que había conocido, y afirmaba con admiración que “el individuo se veía muy culto”, y esto es un barbarismo racista que confirma el mal uso del término, pues el aspecto físico de una persona tampoco tiene nada que ver con la cultura de la misma.
El error más común de la gente es confundir cultura con sabiduría. Indudablemente que “una persona culta” no es quien sabe y conoce mucho, ni quien predice y domina con arreglo a las leyes científicas un máximo de sucesos. Al primero se le llama erudito o sabio, y al segundo, investigador o científico. El hombre culto es aquel que posee una estructura personal que constituye la unidad de un estilo de vida, y sirve para la percepción del conocimiento, la comprensión, la valoración y el tratamiento del mundo que los rodea, concepto que cuadra perfectamente con la definición de cultura del maestro montañés que dijo: “La cultura es todo lo que nos rodea”, externando así en forma acertada que la manera de vestir, de hablar, de construir sus casas, sus creencias, y sus hábitos alimentarios y costumbres en general era lo que constituía su cultura. Es por ello que acertadamente hablamos de culturas (en plural) cuando nos referimos a poblaciones diferentes, y estamos aceptando tácitamente que la cultura indígena no es igual a la cultura europea u occidental, o a la cultura oriental de los chinos o japoneses, y que por lo tanto, no podemos comparar el nivel cultural de un individuo originario de Olinalá, con otros de Londres o Tokio, que podrán estar viviendo en un medio moderno y con tecnología de punta, que tampoco los hace más cultos que a nuestro paisano olinalteco.
México mismo es multicultural, y muchas entidades federativas se distinguen por su música representativa que las identifica, su manera de hablar, su forma de vestir; por su gastronomía y otras características propias de ellas, y nuestro estado igual, pues las culturas de Tierra Caliente, las costeñas y las de la zona central y la de la Montaña, son típicas e inconfundibles; esto obviamente lo podemos notar en su manera de hablar y en su manera de pensar; en su música y sus bailes, en su manera de vestir, en la estructura de sus viviendas, en su gastronomía y tantas cosas más que los hacen diferentes, los distinguen, y que sus habitantes presumen con orgullo. Esto es lo que forma la cultura de los pueblos; aquellas situaciones, que como lo hemos estado mencionando reiteradamente, no tienen nada que ver con su nivel educativo o económico.
Guerrero ha sido siempre desde el siglo XIX –con el polifacético Ignacio Manuel Altamirano– cantera de notables intelectuales y artistas, así como de científicos, quienes a falta de un organismo rector cultural de carácter público, produjeron sus obras y actuaron aisladamente, pues la política cultural no existió en nuestro estado hasta abril de 1983, fecha en la que el gobernador Alejandro Cervantes Delgado envió una iniciativa al Congreso local para crear el Instituto Guerrerense de la Cultura, cuyo principal objetivo fue formular la política de desarrollo artístico y cultural, aplicarla y vigilar su cumplimiento; procurar el rescate, conservación y fomento de las tradiciones y manifestaciones de cultura popular, la integración del patrimonio cultural del Estado y promover la investigación científica y humanista.
Sin embargo, no obstante que la política cultural debe ser una política prioritaria de Estado, por diversos motivos, este Instituto se ha desenvuelto dando tumbos dentro del mar de indiferencia gubernamental, que en mayor o menor grado, han tenido los diversos gobiernos que siguieron al de Cervantes; por ejemplo, mención especial debe hacerse del hecho que a partir del gobierno de José Francisco Ruiz Massieu y durante muchos años, el Instituto Guerrerense de la Cultura, dependió de la Secretaría de Desarrollo Social, privándosele de su personalidad jurídica y patrimonial y aumentando con ello su dependencia burocrática, hecho que le restó efectividad a su ya pobre programación, pues carecía de recursos y patrimonios propios.
Otros hechos negativos innegables han sido el que el titular del Instituto Guerrerense de la Cultura –con alguna honrosa excepción– siempre ha sido una persona sin el perfil adecuado, lo cual se ha reflejado en administraciones incompetentes y desinteresadas en la cultura; algunos han sido deshonestos con el manejo del raquítico presupuesto institucional, afectando las actividades de la cultura en el estado; otros han promovido y logrado el cambio de sede de la Institución –ahora está en Acapulco y antes estuvo en Taxco– con la finalidad de vivir en forma elitista y descuidando notoriamente al resto de las regiones de la entidad… y ¡el colmo! tuvimos a una “castañuelera” pasada de moda y con una ignorancia total sobre el estado, que dirigía el Instituto desde la Ciudad de México.
Conviene recordar que en años pasados ha habido mucha obra editorial costosa gubernamental, de lujosos textos excluidos de la gran masa poblacional, porque éstos no se han vendido al público en general, ni distribuido en forma gratuita entre personal docente o en los Ayuntamientos del Estado; éstos llegaron exclusivamente a los altos funcionarios de nivel federal y estatal –para presunción personal del gobernante en turno- aunque se consiguen –inclusive sin abrir- años después de su publicación, en librerías de “viejo” ubicadas en la Ciudad de México. Estas fastuosas obras, han sido editadas, con absoluto desconocimiento del Instituto Guerrerense de la Cultura respecto al autor o al tema, organismo que además, sólo excepcionalmente ha tenido recursos económicos para costear una edición, tan buscadas por múltiples escritores guerrerenses, sin recursos para publicar sus obras.
El Instituto Guerrerense de la Cultura fue convertido reciente y acertadamente en Secretaría, inclusive, antes de que esto sucediera a nivel nacional. La creación de la Secretaría de Cultura del estado consolidó –al menos teóricamente– una estructura jurídico-administrativa idónea para responder a las necesidades apremiantes del desarrollo de la cultura en Guerrero, pues como ya se mencionó, el Estado debe hacer de la política cultural, una política de Estado prioritaria; es un hecho innegable que la promoción y difusión cultural fortalecería y extendería la presencia del gobierno en todos los ámbitos de la entidad, y ayudaría a propiciar la unidad institucional así como la identidad cultural de los guerrerenses, con el consiguiente beneficio de la democratización de la cultura. Todo ello, con un respeto irrestricto a la autonomía individual y creatividad colectiva.
Entre otros objetivos hay que hacer hincapié en que la cultura y el crecimiento económico deben estar vinculados. La cultura –por medio de las actividades artísticas– está correlacionada con el desarrollo económico de la población; esto es notorio en el turismo y las pequeñas y medianas industrias artesanales; por ello es importante el apoyo gubernamental a escuelas de pintura, de música y de artesanías; sin embargo, hasta ahora los gobiernos no han provisto realmente de mecanismos eficaces para impulsar estas actividades, o las han realizado en forma limitada, aislada y discontinua. Por otro lado, se deben establecer vínculos sustentables entre las políticas culturales y educativas, mediante el fortalecimiento de la relación entre el sector cultural y el educativo estatal, y lograr así lazos fuertes entre la cultura y la escuela, que sostengan condiciones reales de comunicación, creación, producción y disfrute del arte y la cultura entre la población estudiantil. Con los mismos propósitos, deberán planearse actividades de estrecha coordinación con otras instituciones, como la representación de nuestro estado en la Ciudad de México, el INAH, el DIF, la UAG, la Coordinación Estatal de Bibliotecas, RTG, los ayuntamientos, el INEA, la Unidad Regional de Culturas Populares, los Cobach y otras instituciones educativas de ese nivel, así como tantas asociaciones civiles culturales que se han formado a lo ancho y largo de la entidad, que solamente están esperando un llamado y un acercamiento con la institución rectora de la cultura en el estado.
Hay mucho por hacer, pero es necesario y fundamental que nuestro gobierno ayude a la población guerrerense a recuperar su palabra cultural, facilitándole a esta, los medios de expresión y estimulando su capacidad artística mediante la Secretaría de la Cultura, el organismo rector creado para ello. Por supuesto, se requiere de un proyecto factible y realista, acorde a la idiosincrasia de los guerrerenses y digno de su talento, que cubra toda la geografía del estado, todas las cabeceras municipales, con un alcance profundo que propicie la participación ciudadana, sobre todo de los jóvenes que forman la mayoría de la población, de las comunidades indígenas, de los campesinos y de las clases medias, con especial atención a los niños, para infundir en ellos el hábito de la lectura, e interesarlos en el estudio de la historia y de la literatura en general.
Lo anterior sería facilitado con la instalación de casas de cultura municipales verdaderamente activas y funcionales, y no “mausoleos” culturales abandonados en las cuales no se para nadie; que deberán estar bajo el mando de líderes culturales locales, capacitados por la institución rectora de la cultura en el estado; que cuenten con todo el apoyo de los tres niveles de gobierno, y en las cuales, deberán promoverse y llevar a cabo talleres artísticos y de manualidades, para mejorar la capacidad personal que coadyuve a mejorar la economía familiar; que promuevan conferencias, exposiciones itinerantes, conciertos musicales y otras actividades novedosas que inciten a la población a visitarlas; casas de cultura, en donde se formen pequeñas bibliotecas con textos adecuados que estimulen la lectura al niño y al joven y porque no… con la presencia de una o dos computadoras, para un verdadero uso educativo y cultural.
Existen en nuestro estado excelentes talladores de madera, distinguidos pintores, músicos brillantes, notables literatos y dramaturgos así como otros tipos de artistas y artesanos, que deberían ser invitados para dirigir talleres o cursos que atraigan a los jóvenes y los ayuden a formarse. ¿Cuántos jóvenes artistas guerrerenses, se frustrarán generacionalmente, por falta de guías y orientadores que les transmitan sus conocimientos? ¿Cuántos jóvenes se han dedicado a actividades ilícitas, por carecer de otra opción? Creo honestamente, que la Secretaría de Cultura estatal, podría ayudar mucho en este rubro. Pero si algo deberá quedar claro, es que para que esto se cumpla, se requiere dinero; se necesita que el gobierno estatal se interese verdaderamente en la cultura y le brinde a las actividades culturales un verdadero apoyo, para que esta institución cumpla satisfactoriamente su cometido. La cultura, no se siembra y disemina en la población, solo con buenos deseos y en forma elitista.
Esperamos que estas breves reflexiones sean de alguna utilidad para el nuevo gobierno de la entidad, y en especial para la Secretaría de Cultura, y lo aprovechamos también para ofrecer nuestros servicios como Asociación Civil cultural para ponerla en práctica, pues entendemos que cumplir con ella no es responsabilidad exclusiva de las autoridades correspondientes, sino de todos los guerrerenses.
* Presidente de Guerrero Cultural Siglo XXI AC.