EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Algunas reflexiones sobre el término “populismo”

Fernando Lasso Echeverría

Septiembre 04, 2018

 

Si revisa usted los diccionarios más prestigiados del mercado editorial, verá que el término de populismo lo describen como una doctrina política que pretende defender las aspiraciones e intereses del pueblo (Espasa); este mismo diccionario afirma que fue una corriente de pensamiento social, político y cultural nacido en Rusia en el siglo XIX, y que su creador fue Alexander Herzen; el diccionario de Grijalbo nos lo describe como un ideario o política que defiende los intereses populares; no obstante, habría que mencionar que en sentido general, los sectores socialistas y comunistas del mundo han utilizado este término para definir a los gobiernos que, aun favoreciendo a los sectores populares y principalmente a la clase obrera, no pretenden acabar con el capitalismo.
Estos diccionarios también hablan de un populismo norteamericano (productivismo) implantado en Estados Unidos en la última década del siglo XIX, que era partidario del intervencionismo estatal, y llaman populismo latinoamericano a todos aquellos regímenes instaurados en América Latina que se caracterizaron por el apoyo y movilización de masas, las reformas sociales, el esfuerzo de industrialización y la ruptura parcial con los anteriores sistemas oligárquicos. Merece mención que a pesar de que la Real Academia Española no contiene este término en su diccionario, ésta lo menciona como “una tendencia política que pretende atraerse a las clases populares”, y que el escritor y filósofo español, Fernando Savater, dice que el populismo es el “curandero” de la política, que ante problemas reales plantea soluciones ilusorias que nacen y anidan en la ignorancia. A lo anterior puede agregarse que Barack Obama –en una conferencia dada en 2014– le dijo a Peña Nieto que el populismo es “una lucha por la justicia social”, al refutarle a éste su afirmación de que el populismo es “un peligro que podía destruir lo construido”; recientemente el ex presidente uruguayo don José Mujica afirmó que no utiliza la palabra “populista” porque la usan para un barrido y un regado; es decir se la acomodan a todo aquello con lo que no se está de acuerdo o molesta…eso es populismo. Después de leer todas estas definiciones, lo único que puede concluirse es que “populismo” es un término muy ambiguo o poco claro.
Diversas opiniones –como la de Ylarri– coinciden en que un movimiento populista se caracteriza por un liderazgo caudillista y carismático, fuerte movilización y participación popular, diálogo directo entre la dirección del movimiento y la base social, retórica nacionalista, falta de planificación económica apropiada, desconfianza en las instituciones públicas existentes y rechazo a los profesionales de la política. No obstante, es notorio que entre estas particularidades no hay ninguna que identifique al populismo con la ideología izquierdista o de la extrema derecha. Otros autores afirman que el populismo es una reacción a una crisis económica muy severa, acompañada de políticas incumplidas e ineficacia gubernamental, en las medidas para aminorar o solucionar los problemas socioeconómicos presentados en un país; también se asevera que el populismo es rechazado por los sectores conservadores, porque lucha contra la pobreza aumentando los impuestos a los ricos y sometiendo al empresariado a la política. Finalmente, se afirma que el populismo es un movimiento sociopolítico que pretende que el “pueblo” ostente el poder en los estados democráticos, en contra de las élites o clases dominantes. Por ello los regímenes populistas obtienen un gran rechazo de parte de los sectores privilegiados de la sociedad, promotores indudables de un capitalismo más liberal y salvaje; por otro lado presentan asimismo una imagen poco confiable ante las entidades financieras internacionales, como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial.
Sin duda este vocablo existe desde que la humanidad practica la política, y vale la pena aclarar que este calificativo es intemporal, pues forma parte de la actividad política de cualquier momento histórico; por otro lado –quizá lo más importante– este término no caracteriza a una corriente política o económica específica, como lo cree la mayoría de quienes lo usan; en realidad, es un mecanismo de manipulación psicológica, que el político –independientemente de su tendencia ideológica– lo usa para convencer a la gente a que simpatice con su causa y vote por él, generalmente proponiendo soluciones fáciles e inviables ante la problemática socioeconómica de la población, que ilusionan a la mayoría y logran con ello que la población lo favorezca con su voto en las elecciones; generalmente todo ello acompañado de una crisis socioeconómica que mantiene a la población molesta y desilusionada con el gobierno que está en funciones.
El político populista hace promesas de gobierno que en realidad no se alcanzarán jamás, y este es un accionar que en mayor o menor grado todos los políticos practican; es decir, el que un candidato de izquierda prometa que si él llega al poder todos los jóvenes tendrán acceso a la educación superior, es un compromiso populista que muchos candidatos ofrecen pero que nunca se cumple por diversas razones fáciles de comprender, pero el político lo usa con pasión y enjundia en sus intervenciones públicas, convenciendo de ello a las multitudes; Salinas de Gortari en su época de presidente –defendiendo al neoliberalismo– afirmaba que con el “libre mercado” que estaba implantando en el país, todos los mexicanos íbamos a salir de pobres a mediano o largo plazo, pero la realidad fue que si no formabas parte de su grupo o tenías relación cercana con alguien que lo integrara, la riqueza creada con esa política económica no te iba a salpicar jamás y, por supuesto, tampoco a la población en general; esto también fue populismo.
Es indudable pues, que este vocablo es un concepto utilizado mucho en el medio político –generalmente en sentido peyorativo– y su uso se exacerba durante las campañas electorales, generalmente como una estrategia de los candidatos para ofender o denigrar a sus oponentes e imponiéndoles a su auditorio un concepto dudoso y nada claro del término. Y generalmente esto sucede porque en realidad el porcentaje mayoritario de las personas que lo usan, ignoran el significado real de la palabra y lo utilizan muy superficialmente y sin freno alguno. Es impresionante como –en la palestra– la gente de derecha, con los ojos brillantes por la pasión, lo utiliza contra políticos de izquierda, reflejando rechazo y menosprecio por el oponente cuando usan el calificativo, sin tener un conocimiento claro de su significado; no obstante conviene aclarar que este término se puede utilizar en forma correcta al revés…. es decir, un izquierdista se lo puede aplicar a un político de derecha cuando éste lo merezca a criterio del orador, pues con frecuencia existen características populistas en el accionar de ambas corrientes.
Hasta aquí es obvio que el político que practica el populismo generalmente se presenta como un combativo y simulado redentor de las clases sociales bajas –que forman las mayorías poblacionales– frente a las clases sociales dominantes; es el que hace promesas electorales ofreciendo atractivos proyectos de gobierno que –según él– beneficiarán a la población mayoritaria, a sabiendas de que pocos o ninguno de estos se consumarán, porque la mayoría no son realizables, pero aun así las usa demagógicamente para ganar votos y llegar al poder; y esto –como ya se mencionó– lo hacen no sólo los políticos de izquierda, sino todos los que pretenden un cargo de elección popular sean del partido que sean… Son las famosas promesas de campaña –generalmente impracticables– que el político olvida o hace a un lado ya alcanzado su objetivo, porque o no se pueden cumplir, o su cumplimiento crearía mayores problemas socioeconómicos que los que pretende resolver, y que empeorarían la situación del gobierno y quizá la de la misma población.
En síntesis, el populismo es un término vago y confuso que utiliza el político de cualquier ideología a conveniencia propia para denostar a su contrincante y conseguir la aceptación de los votantes, sin importar las consecuencias. El político de extrema derecha lo usa para señalar que el “populismo” de izquierda ha ahuyentado las inversiones y sumido a la población en la pobreza, y el político de izquierda le contesta que quienes los acusan de populistas son aquellos que gozaron durante años de ganancias inmensas a costa de la pobreza del resto de la sociedad; no obstante es indudable que cuando la noción de populismo se utiliza de manera positiva, estos movimientos se convierten en propuestas serias que buscan construir el poder con la participación popular y la inclusión social. Son momentos históricos de un país, en los cuales se cree con toda honestidad haber encontrado el modelo económico que ciertamente funcionará para su pueblo; se convierte en la revolución pacífica que todos estaban esperando y que cambiará para siempre su calidad de vida. Pero para que esto tenga éxito se requiere el tiempo necesario para el cambio, además de una programación económica sin fantasías ni demagogias, para que los riesgos naturales de un cambio de rumbo, no se acentúen y aumente el peligro de un fracaso.

* Ex presidente de Guerrero Cultural Siglo XXI A. C.