EL-SUR

Miércoles 09 de Octubre de 2024

Guerrero, México

Opinión  

Anituy Rebolledo Ayerdi

Made in China  (Quinta de siete partes)  Don Angel Wong  Un hombre hecho y derecho pero todavía veinteañero, así era Angel Wong Chuck, a su llegada a México procedentes de su natal Kowloon, China. Su padre lo habrá convencido de venir a ciudad Mante, Tamaulipas, para incorporarse a las prósperas empresas por él edificadas. Pondría … Continúa leyendo Anituy Rebolledo Ayerdi

Septiembre 06, 2002

Made in China

 (Quinta de siete partes)

 Don Angel Wong  Un hombre hecho y derecho pero todavía veinteañero, así era Angel Wong Chuck, a su llegada a México procedentes de su natal Kowloon, China. Su padre lo habrá convencido de venir a ciudad Mante, Tamaulipas, para incorporarse a las prósperas empresas por él edificadas. Pondría a prueba en ellas los diplomas obtenidos con excelencia en las escuelas de su tierra. La reputación del viejo Wong era tan sólida en Tamaulipas como su propia fortuna. No podrá escapar por ello mismo de las envidias y resentimientos estimuladas por la paranoia antichina desatada tiempo atrás en Sonora.La vida en el norte resulta altamente riesgosa para una familia china. Angel Wong optará entonces por alejar a la suya. Viaja a Salina Cruz con la lejana esperanza de encontrar una salida al exterior. No faltará en el puerto oaxaqueño quien le aconseje viajar a Guerrero donde nadie molesta a los chinos. Se decide por Acapulco y vendrá solo para tantear el terreno. Correrá con tan buena suerte que consigue a las primeras de cambio una buena chamba. Lo acompañará más tarde su esposa, doña Macedonia Morán García, a quien había conocido en Ciudad Victoria, Tamaulipas. Se instalan llegando al puerto en el campamento de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, de cuyo restaurante se hará cargo don Angel. La SCOP se localizaba en donde hoy se levanta la Comercial Mexicana de la Costera y Tadeo Arredondo.

No obstante haber vivido 23 años en China, entre Cantón y Hong Kong, don Angel no manifestará en ningún momento nostalgia por su patria lejana. Tampoco abordará a la hora de la sobremesa el tema del Fay Chuncoc –o sea, “regresar a China”– obligado entre chinos lejos de casa. Sólo muerto me echarán de Acapulco, solía decir el señor Wong. Su única liga con el Oriente remoto será la religión budista practicada desde su infancia, aunque no por ello dejará de acompañar a doña Mace los domingos a misa.Cuando se reúnan para jugar dominó los paisanos Angel Wong Chuck, Juan Wong Ham, Lorenzo Lugo Chío y Enrique Chonguín Chong, nadie entenderá lo que platiquen, ciertamente. Pero tampoco a nadie escapará las explosiones de rabia o contento cuando alguno del cuarteto haga un mal cierre o se quede con la mula de “seises”. Las mentadas de madre, está lingüísticamente comprobado, suenan igual en español, chino o arameo.Su papá, al decir de Licha Wong, la menor de cuatro hijos, desesperaba en ocasiones con el español. Y con razón porque en el idioma chino no hay declinaciones, ni conjunciones, tampoco tiempos y ni siquiera modos. El verbo, desnudo e invariable, se acompaña de partículas que le van dando un cierto sentido dentro del contexto de la frase. Por si fuera poco, en la versión cantonesa del chino no existe ni la r ni la doble rr, de manera que se sustituye pronta y cómodamente por una l. ¡Qué difícil, calajo!Del tronco macizo de los Wong de China y los Morán de Tamaulipas las ramas hoy se multiplican formando una fronda auténticamente  acapulqueña. Los Wong-Morán: Maximiliano, Pedro, Angel y Alicia. Los Wong-Reyes: Maritza, Angel, Carlos, Esperanza, Susana y Gabriel. Los Wong-Carrillos: Celina, Mirna y Pedro. Los Wong-Cruz: Jessica y Maximiliano. Los Bernúdez- Wong: Alicia y Ramón.

 Los barrios chinos

 El barrio de los chinos en Acapulco, allá por el siglo XVII, fue anterior al barrio chino de San Francisco, derivado éste de una escala técnica de la Nao de Manila antes de enfilar costeando el litoral hacia Acapulco.Queda claro que Andrés de Urdaneta, recién salido de un claustro de siete años con su orden de los agustinos, fue quien encontró el camino de Filipinas a Acapulco. El también cosmógrafo y navegante vasco consumará su hazaña al regresar al puerto el 3 de octubre de 1565. En esa fecha entrará a la bahía de Santa Lucía su galeón San Pedro para dejar abierta la ruta comercial más importante y duradera de la historia. Una réplica de la nave de Urdaneta es hoy un cascarón apolillado en el parque Papagayo y una pequeña en bronce fue hurtada. Ocupaba un nicho especial en la glorieta de Icacos y a nadie del gobierno municipal importó su pérdida. ¿O fue complicidad?

Un viaje de Acapulco a Filipinas duraba de 50 a 60 días porque el galeón aprovechaba los vientos del noroeste. Cuando llegaba al paralelo de Manila viraba al oeste para encontrar un mar tranquilo y viento fresco. El regreso, complicado porque los vientos contra alisios forman una muralla casi impenetrable, podría llevarse de cinco a seis meses.

La experiencia hará ver a los navegantes que los días de viaje se acortaban si seguían una corriente marítima y de vientos favorables con dirección a lo que entonces era la Alta California. Como el ahorro de tiempo era significativo, de hasta tres meses, el virrey de la Nueva España ordenará fundar un puerto de escala con el nombre de San Francisco. El galeón de Manila se reabastecía, los marinos se emborrachaban, obsequiaban artículos chinos a las damas y faltaban quienes comerciaran con fayuca. Luego la nave seguía su ruta costeando hasta a Acapulco. El mercado chino de San Francisco será confinado con el tiempo a un barrio exótico y enigmático, vicioso y cruel.El barrio chino de la ciudad de México, nada que ver con el anterior, es apenas la cuadra de la calle de Dolores en el centro citadino. Se concentran allí café de chinos, restaurantes de comida cantonesa, tiendas de chinerías y giros de todos colores. El único reconocimiento perdurable a ese entorno sin misterios se titula El complot mongol, la novela de Rafael Bernal que inaugura en 1969 el género negro mexicano.

–Nunca les entiende una a ustedes los chinos

–¡Oh!. Lengua china mu difícil, mu difícil. Hay muchos calateles que aplendé, señol Galcía… Mu difícil.

–¡Pinches chales, nunca saben nada!

 China acapulqueña  

En el barrio chino de la ciudad de México tienen su restaurante Siete Mares la china acapulqueña Lyn May. La mujer de ojos rasgados posee el nalgatorio más exhuberante de todos cuanto se ofrecen al morbo del respetable y sus movimientos lúbricos confirman como problema de salud pública la eyaculación precoz. Talúa, “la diosa blanca de los ritmo negros”, así llamada en sus noches apoteósicas de cabaret, le descubrirá a la señora May los resortes íntimos de la pelvis y la cadera. Nunca, sin embargo, las moverá con el vibratto y la inocente lujuria de la bailarina solo comparables con Tongolele. Talúa, quien lo imaginaría, canta hoy en la calle por una cuántas monedas.

 Las malas noticias no acaban  

La “chinita acapulqueña” Lyn May no es ni lo uno ni lo otro, ni china ni acapulqueña. Si hemos de creerle a la señora Minerva Benavides, el nombre verdadero de la vedette es Guadalupe Mendiola Mayares, hija de Severiano Mendiola Sánchez y Alejandra Mayares Benavides, ambos originarios de Nuxco, donde habría nacido Lyn May.La señora Benavides, localizada por nuestro colaborador Godofredo Serna en Los Naranjos, asegura ser la madre de crianza de la famosa artista.

–Soy su tía pero me la trajeron de muy chiquita y aquí creció en el barrio. hoy ya no se acuerda de una. Así es la vida…

¿Sus facciones orientales? Tantito por los ancestros, tantito por las restiradas y el maquillaje. Hoy el maquillaje hace milagros.