EL-SUR

Martes 08 de Octubre de 2024

Guerrero, México

Opinión  

Anituy Rebolledo Ayerdi

Made in China  (Segunda de siete partes) La palabra “China” se escuchará de nuevo en Acapulco cuando fondee en su bahía el primer velero cargado con mercaderías orientales y al que se le denominará Nao de la China aunque su procedencia sea de Manila. Se abrirá así la ruta comercial entre la Nueva España y … Continúa leyendo Anituy Rebolledo Ayerdi

Septiembre 03, 2002

Made in China

 (Segunda de siete partes)

La palabra “China” se escuchará de nuevo en Acapulco cuando fondee en su bahía el primer velero cargado con mercaderías orientales y al que se le denominará Nao de la China aunque su procedencia sea de Manila. Se abrirá así la ruta comercial entre la Nueva España y su colonia Filipinas, cuya duración de dos siglos y medio la convertirá en la más duradera de la historia. También la más exótica en riquezas, la más interesante en personajes, novedosa en trampas y corruptelas y colmada de historias, mitos y leyendas.Una leyenda precisamente narra cómo fue que la ruta Filipinas-Acapulco, concebida inicialmente para comerciar exclusivamente con especies, se diversificará en las dimensiones conocidas. No en balde el archipiélago bautizado Filipinas en honor del rey Felipe II, sin que hubiera habido defecto de por medio, se conocía como el de las Especierías.Los ocupantes chinos de un zozobrante junco son auxiliados por una embarcación española y llevados sanos y salvos a Manila. Aquellos mismos náufragos regresarán un año más tarde a Manila para agradecer a sus salvadores con obsequios artesanales de su tierra. Deslumbrados por tan exóticas y hermosas chinerías, los mercaderes isleños decidirán incorporarlas en futuros cargamentos hacia la Nueva España. Ahí estaban la porcelana, la loza, los muebles con incrustaciones de concha y carey, las sedas de Catay, el satín pequinés, las lacas, los marfiles, los metales, el arroz y el té.Los “sangleyes”, además de expertos en la talla del marfil, se distinguieron como hábiles mercaderes. Llegarán a dominar el comercio del Sudeste Asiático y particularmente el del archipiélago. Eran los “sangleyes” chinos convertidos al cristianismo residiendo en Filipinas, donde formarán escuelas para imitar las artesanías continentales.Otros productos y objetos desembarcados en Acapulco: pimienta, jengibre, canela, clavo de olor, damascos, cambaya, algodones de la India, alfombras y tapetes de Persia, el mango de Manila, las hortensias, los crisantemos, las orquídeas y el tamarindo.

 Trampas de China  

La corrupción en la sociedad colonial alcanzaba niveles sólo comparables a los de la mexicana actual. Los productos ofrecidos como made in China no eran siempre originales o de calidad óptima. Algunos tibores, por ejemplo, se convertían en tepalcates con un simple suspiro; las sedas se rasgaban con el viento y las lacas se descargaban con el sol. Las imitaciones, lo chafa y el gato por liebre desprestigiaban sin razón a toda una nación. Se les  conocerá con los nombres genéricos de “trampas de China” y “fraude de la China”.El caso de la porcelana china, inventada por los chinos y tenida como la mejor de todos los tiempos y pueblos, fue diferente. La que llegaba a Acapulco había sido pedida con tiempo por alguna familia linajuda de la Metrópoli. Se dice, por ejemplo, que los Ahedo conservan hoy mismo algunas piezas de la primera vajilla llegada a la Nueva España. Los chinos, por otra parte, tenían la buena costumbre de dejar los productos de mayor calidad para sus dignatarios y exportar lo no tan bueno aunque finalmente resultaba superior.El galeón de Manila transportaba en cada viaje mercancía con valor oscilante entre los dos y los tres millones de pesos. Aquí, sin embargo, se cubrían derechos de importación únicamente por el diez por ciento de tal valor. Los aduaneros se hacían de la vista gorda frente a un contrabando de grandes proporciones, sin contar la fayuca bajada por viajeros, tripulantes y monjes bajo las sotanas. La Nao de Acapulco, como se le conocía al llegar a Manila, transportaba la misma suma pero en plata.Ocupado en promoverse como aspirante a ocupar la silla de San Pedro en Roma, con el nombre seguramente de Juan Diego I, matando así dos pájaros de un tiro, el cardenal Norberto Rivera Carrera no se ha enterado de muchas cosas sobre su catedral metropolitana. Que una reja de oro, por ejemplo, fue desembarcada en Acapulco y subida 2 mil metros a lomo de mula en 1730. Habría sido forjada en Macao, China, mediante la técnica de la tumbaga. La voz malaya designa una aleación de oro y cobre por mitades. El famoso “oro chino”, pues.

 Chinos en el Fuerte

 Construida en 1617 con el nombre de San Diego, santo protector del virrey Diego Fernández de Córdova, la fortaleza de Acapulco quedará convertida en cascajo como consecuencia del terremoto del 21 de abril 1776. La destrucción de la ciudad será total y no faltarán quienes aconsejen cambiarla al macizo peninsular –hoy Las Playas– sin encontrar ningún eco una vez normalizada la situación.Lo que si se atendió inmediatamente fue la restitución del fuerte sandieguino. Y es que la riqueza transportada por las naos de Manila no podía quedar expuesta a la acción depredadora de los piratas. Algunos atrevidos la perseguirán incluso hasta la Bocana pero siempre le sacatearán a las poderosas bocas de fuego del Castillo. Por eso, para fines de 1777, se aprobarán los planos de la nueva fortaleza cuya construcción arrancará formalmente en  marzo 1778. La de ahora mismo.La obra atraerá lógicamente a trabajadores de todas partes y ello quedará reflejado en un censo levantado en 1777 por el alcalde Juan Josef Solórzano. Sería este el primer ejercicio de ese tipo en el puerto. O venían por chamba o huían de la terrible epidemia de viruela y sarampión declarada en el altiplano.Se registrará entonces la más alta concentración de chinos en Acapulco. Sumarán 129 contra apenas 31 españoles. A los peninsulares, como se sable, les resultaba inhóspito el puerto por el calor , la humedad, las miasmas y los mosquitos. El censo del alcalde Solórzano desglosa 61 chinos casados, 35 varones y 26 mujeres; 3 viudos y 10 viudas; 12 solteros y 14 solteras, 13 niños y 8 niñas. Ello daba 63 hombres y 58 mujeres totalizando 129 chinos  integrados en 43 familias.Los mulatos tenían la mayor presencia con 1292 de ellos. Los indios sumaban 611; 279 los lobos, 129 mestizos y finalmente 112 negros. La casta de los lobos, de acuerdo con una clasificación racista del virreinato, eran los nacidos de indio y salta atrás. El salta atrás era producto de español y albina.El primer censo de la historia de Acapulco, y quizás el único confiable, arrojará en 1777 un total de 2565 acapulqueños.Las castas, a propósito, ya clasificaban un producto como “chino” y este era el nacido de español y morisca (hija de mulata y español), mientras que el jíbaro era hijo de lobo y china. Nada que ver, por su puesto, con los nacidos en Asia.

 La china poblana  

China se le llamará aquí a una princesa oriental cuando desembarque de la Nao de Manila causando gran expectación entre los miles de asistentes a la Feria de Acapulco. El rostro terso y aceitunado de la mujer de 18 años deslumbra por su exótica belleza y su vestido es objeto de un espectacular clamoreo femenino. Consiste en una camisa blanca ricamente bordada y gran escote. La falda es ancha de lana carmesí adornada con franjas y lentejuelas. Gruesas trenzas son ceñidas a la cabeza con listón rojo y calza chinelas verdes.La China no era china, por supuesto, sino hindú. Luego de muchos avatares a partir de su rapto por piratas, Mirra, de tal era su nombre, será adquirida como esclava por el comerciante poblano Miguel de Sosa. De ahí nacerá el mito de la China Poblana cuyo vestido lleno de lentejuela será nuestro traje nacional.