EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

¿Basta un perdón?

Jorge Camacho Peñaloza

Julio 22, 2016

Más vale pedir perdón, que pedir permiso.

Refrán popular.

Ha sido la nota más plasmada como titular principal por los medios en los últimos tiempos, el perdón ofrecido por el presidente de la República en un evento que se creía escenario propicio para hacerlo, la promulgación de las leyes del Sistema Nacional Anticorrupción.
El escenario era ideal, el guión impecable, el histrionismo inmejorable, sin embargo, fue todo lo contrario, pedir perdón por el caso de la casa blanca ha sido a todas luces contraproducente a la investidura presidencial al grado de exhibir, malogradamente para el país, que en ella opera un lado más personal que institucional.
Como persona, todo servidor público puede ofrecer perdón y reconocer sus errores en el ámbito de su vida privada, pero en el ámbito de la función pública tenemos que someternos al escrutinio no sólo de los procedimientos administrativos y de sanciones correspondientes, sino de la ética de la responsabilidad.
Sin embargo, ofrecer perdón es algo humanamente loable, reconocer errores, dar la cara y asumirlo, aunque no tan tarde y pasado el daño que se ha hecho, pero en la función pública es distinto.
Desde la investidura presidencial, reconocer un error a partir de la ética personal, es fundamento para dimitir, porque no se le puede portar sólo con un buen comportamiento ético, sino político, en razón de que desde la investidura presidencial las fallas dañan no sólo el ámbito privado, sino a toda la sociedad, y quien daña a la sociedad es como si estuviera cometiendo un delito.

Sin duda, en lo personal ofrecer perdón no es muestra de debilidad sino de fortaleza, sin embrago, desde la investidura presidencia es muestra de creer que la investidura presidencial es un asunto personal, de que se está conduciendo la cosa pública con criterios más personales que institucionales.
La ética personal es buena e incluye el reconocimiento de los errores, pero la ética de la responsabilidad pública nunca debe estar por abajo del perdón ni de la ética personal, en la ética de la responsabilidad, sobre todo desde la investidura presidencia no hay justificación para las fallas personales.
Sin duda el sentir generalizado de la sociedad es de desaprobación a ese perdón, y menos en el contexto de la promulgación de las leyes del Sistema Nacional Anticorrupción, porque sonó a un ‘fui corrupto, perdónenme’, como dejando el antecedente de que se puede ser corrupto y después pedir perdón, como aconseja aquella máxima cínica de más vale pedir perdón que pedir permiso. Cuántos perdones tendríamos que escuchar entonces.
Este es un perdón que quiso quedar en el plano de las percepciones, del arranque de una nueva etapa en la historia de la honestidad en el país, como un borrón y cuenta nueva.
Pero más bien sonó a un perdón por el gobierno fallido, por las contundentes encuestas de total desaprobación al desempeño presidencial, al contundente castigo ciudadano a su partido por los gobiernos corruptos en los estados que perdió en la pasada elección.
Pero la corrupción no se perdona, se castiga, por eso mal hicieron quieres sugirieron que en ese contexto el Presidente pidiera perdón, porque me temo que la mayoría de los mexicanos no se lo darán como tal, lo que en lugar de ayudar a la investidura presidencial, acabó por dañarla.
Por eso más allá de reconocer su entereza personal para pedir perdón, es indignante ver cómo el presidente de la República le pone a la corrupción, frente a todos los mexicanos, la cereza del perdónenme; que en el sistema político quepa la posibilidad de decir perdón y que no pase nada, fue decir a los mexicanos que no hace falta todo un sistema nacional para combatir la corrupción, con un perdón basta.

Vuela vuela palomita y ve y dile: al Presidente que ora sí se fue lejos al poner un perdón por encima del Sistema Nacional Anticorrupción.