Raymundo Riva Palacio
Noviembre 10, 2022
En vísperas de la elección intermedia en Estados Unidos, el corresponsal de N+ en Washington, Ariel Moutsatsos, dijo de manera casi premonitoria: “nos va a ir mal, pero nos puede ir peor”. Se refería a las pocas señales de que los republicanos no estaban tan fuertes como parecía, y que los demócratas podrían tener más energía para ir a votar este martes. Tras el cierre de casillas, aunque aún está en vilo el control del Senado –que se inclina hacia los demócratas– y el de la Cámara de Representantes –que se perfila para ser recuperado por los republicanos–, la frase fue probada en el laboratorio electoral y las noticias para México, si no catastróficas, tampoco son alentadoras. Con sus diferentes grados de tensión y presión, una cosa resultó clara: los demócratas y republicanos nos tomarán de piñata durante los dos próximos años, rumbo a la elección presidencial.
Las elecciones fueron muy competidas, y aunque los demócratas pudieron contener el tsunami rojo republicano, quedaron con pocos espacios de maniobra y legisladores demócratas en posiciones clave que impactan las relaciones bilaterales con México, tendrán que abrazar banderas republicanas en materia de seguridad, migración, agricultura y energía, para evitar que en 2024 sean derrotados por las figuras emergentes del conservadurismo republicano o extremistas respaldados por el ex presidente Donald Trump.
Martha Bárcena, ex embajadora de México en Estados Unidos, señaló que más allá de quién controle el Capitolio, los grandes temas de la agenda bilateral serán la migración, la seguridad fronteriza, el tráfico de fentanilo –que causó 108 mil muertes en aquel país el año pasado–, el programa del Título 42 donde México recibe a venezolanos y centroamericanos que busquen asilo allá y la militarización, como un tema que involucra aspectos que tienen que ver con la democracia. Y hoy, por razones distintas, republicanos y demócratas coinciden en los puntos centrales de la agenda. Como botón de muestra, la migración.
La bandera republicana, impulsada por decenas de candidatas y candidatos respaldados por Trump, fue sellar la frontera con México, como dijo el ex presidente a la cadena Fox esta semana que haría, como primera acción, de recuperar la Casa Blanca. Anna Paulina Luna, una extremista republicana que arrebató una curul demócrata en el sur de Florida, incluyó en su campaña la propuesta de restablecer la construcción del muro. Si los republicanos se quedan con la mayoría en la Cámara de Representantes, quien probablemente presida el influyente Comité Judicial, que trata todos los temas criminales y de migración, será Jim Jordan, otro trumpista cofundador del Freedom Caucus, de extrema derecha.
Una de las banderas en la plataforma conservadora y radical de los republicanos –que no son lo mismo–fue la migración, donde el gobierno de Joe Biden ha sido criticado y acorralado durante dos años. Un mes antes de las elecciones intermedias, el poderoso senador texano Ted Cruz, crítico del presidente Andrés Manuel López Obrador, firmó una carta junto con otro influyente senador, Lindsey Graham, amenazando al secretario de Seguridad Territorial, Alejandro Mayorkas, de juicio político, por su manejo de la frontera con México, cuyas deficiencias caen en “incumplimiento grave del deber”.
La beligerancia republicana acorrala a los demócratas, que aunque obtuvieron victorias en los distritos fronterizos con México, tuvieron muchas dificultades para lograrlo por la mudanza sostenida de hispanos hacia el conservadurismo. En las elecciones presidenciales en 2018, el sólido apoyo del 30 por ciento de los hispanos entre 18 y 44 años, cayó a 21 por ciento este miércoles. Demócratas con amplia experiencia en Washington como el texano Henry Cuéllar, sufrió para mantener su curul en un distrito que hace frontera con México, pese a que había sido muy crítico de la política migratoria de Biden.
Otro campo donde los demócratas se tendrán que correr todavía más hacia el universo republicano es el energético, donde su defensa de las empresas estadunidenses en México no basta. Un ejemplo es el de Vicente González, que preside el Caucus de Petróleo y Gas de la Cámara de Representantes, que elogió la queja de la Oficina de la Representante Comercial de la Casa Blanca por las presuntas violaciones mexicanas al acuerdo comercial norteamericano, que acompañó con una crítica a López Obrador por “su desprecio atroz y flagrante” a la ley, y que también estuvo en riesgo de perder su curul.
El corrimiento demócrata hacia las líneas republicanas tendrá que ser más activo y sonoro, para no verse suaves y condescendientes con López Obrador, que es la crítica creciente en Washington contra el embajador Ken Salazar, que no ha sido relevado todavía por su cercanía con Biden. Un tema potencial de fuerte presión es el de las exportaciones de maíz modificado genéticamente, que planteó a López Obrador John Kerry, el enviado para el Cambio Climático de Biden, durante su reunión en Hermosillo. El presidente no quiere saber nada del tema.
Las posición de López Obrador, de acuerdo con un reciente estudio de la consultora World Perspectives, impactaría el 70 por ciento de la dieta mexicana y durante una década incrementaría el precio del maíz en 19 por ciento y de la tortilla en 16 por ciento. Para la economía estadunidense, durante el mismo periodo se tendrían pérdidas por 73 mil millones de dólares y más de 35 mil personas se queden sin trabajo. Estos desempleados se encuentran en las regiones rurales de Estados Unidos, que son profundamente republicanas y crecientemente trumpistas, y fueron un dolor de cabeza para los demócratas en las elecciones intermedias, que incluso podrían hacerles perder los escaños de Georgia y Wisconsin.
Las elecciones intermedias no suelen ser buenas para el presidente, y los resultados, aunque fueron tan competidos como otras, tiene como diferencia cualitativa que el trumpismo avanzó entre el electorado, y algunos republicanos que no están con Trump, son más radicales. Este fenómeno ideológico provocará el desplazamiento hacia posiciones más extremas, y la necesidad demócrata de confrontar a sus adversarios con políticas, mensajes y beligerancia. Si la lucha en el ’24 es por un proyecto de nación en torno a la democracia, la piñata mexicana bien vale una campaña.
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