EL-SUR

Sábado 12 de Octubre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Correspondencia entre marginales

Federico Vite

Enero 31, 2017

La ciudad de las ratas (Traducción de Guadalupe Marando, Eduardo Muslip y María Silva. Argentina, Cuenco de plata, 2009, 143 páginas) es el único libro de ficción que Copi escribió en francés. Fue publicado por primera vez en 1979. La novela es un largo relato epistolar enviado por Gouri a su maestro Copi para informarle de sus peripecias al lado de su amigo Rakä, quien conoce “el mundo y sus costumbres”, “las cataratas del Iguazú, el estrecho de Magallanes y el delta del Amazonas, que son, como todos sabemos, las tres maravillas naturales de este mundo”. Copi es un traductor y un copista en La cité des rats, es el encargado de ordenar las misivas en las que descubre una fábula perturbadora, iconoclasta y mórbida.
Gouri da cuenta de su ingreso a la aristocracia de roedores, presencia la muerte de Dios y el advenimiento del reino del Diablo de las Ratas; la unión entre una niña mulata y un asesino indigente, el desprendimiento de una isla, un pedazo de París, que navega en mar abierto, acosada por las armadas rusa y estadunidense, hasta encallar en un continente incógnito. En el corazón de la nueva patria, el narrador y su tripulación, ratas, locos y hambrientos, descubren una primitiva y laberíntica construcción que fue La ciudad de las ratas. En resumen, el lector tiene una muestra de esa experiencia que tuvo Gouri al emprender un éxodo a su tierra prometida.
Para cumplir el objetivo del autor, construir el periplo, Copi se vale de cambios de tono; va de una trama costumbrista a un relato de terror, de una novela de viaje a una historia pornográfica y de pronto ingresa al plano de la parábola. Las cartas sirven de puente para lograr el ensamble de tonos en el libro, otorgan variedad estilística y explican las metamorfosis de los personajes marginales que consuman una cruzada. Esquemáticamente, misiva tras misiva, Copi edifica una novela realista que culmina en un documento de corte fantástico. Hace que los roedores visiten al Dios de los hombres en la Sainte-Chapelle, está muy arrepentido de haber dejado libres a los seres humanos tras la expulsión del Paraíso. La capilla explota, el Dios de los hombres asciende a los cielos y el Diablo de las Ratas ordena que se funde una ciudad donde puedan convivir en paz ambas especies marginales. Las ratas liberan a los presos y organizan una orgía en la que humanos y roedores toman consciencia de su papel en la historia y caminan juntos rumbo a un viaje iniciático para recomenzar toda la historia antes conocida por el hombre y por los roedores.
Copi describe un mundo apabullante, lleno de amenazas para quien se atreva a existir a plenitud. Más que una ingeniería imaginativa desbordante, el libro posee una cuota de eso que la literatura en mayúsculas suele retratar: la transgresión. El protagonista de esta obra transgrede lo cotidiano de su entorno marginal, sus mitos y sus creencias. Cruza los umbrales. “Esta aventura es mi vida, por cierto, y no la cambiaría por ninguna otra, pero es haber perdido la inocencia […], inocencia que no volveré a tener porque mi cerebro está crispado”, destaca Gouri en una de las misivas.
Sería muy infantil decir que La ciudad de las ratas es un documento sobre la pérdida de la inocencia, porque más allá de ese tópico, como la cúpula de la trama, se ve con precisión la habilidad de Copi para lograr que sus personajes pongan en crisis el concepto de marginalidad. Esa es la gran enseñanza. Quien recorra con paciencia y con asombro los textos de este escritor notará lo exasperante de las criaturitas que se engallan hasta transformarse en monstruos reflexivos, abrumados por los actos colaterales de la destrucción y de la violencia.
La función del copista y traductor de las cartas de Gouri es cerrar la pinza del relato, corona la estructura circular de la novela con una breve descripción de las razones por las que una rata fue capaz de aprender a escribir y a disfrutar el poder evocativo del lenguaje escrito.
Uno de los cuentos más famosos de Roberto Bolaño, El policía de las ratas, es un gran homenaje a este libro que ha sido apenas traducido y raramente publicado, pues la familia de Raúl Damonte Botana, mejor conocido como Copi, teme que la obra de este argentino sea malinterpretada, que se use como una apología de la violencia o como una larga y preciosa balada a favor de la inmoralidad, el horror y el desacato.
Copi fundó, junto a Roland Topor, Alejandro Jodorowsky y Fernando Arrabal, el grupo de acciones teatrales Pánico. Fue conocido por los parisinos como el autor de La mujer sentada, una historieta que publicaba frecuentemente en Le Nouvel Obvservateur. Era uno de los escasos latinoamericanos que en la década de los 60 se oponía al renacimiento del romanticismo en París, simple y sencillamente buscaba otra forma de expresar la insolencia de estar vivo; no le interesaron las indagaciones estéticas plagadas de arrumacos y ensoñaciones adolescentes. Se rumora que leía a Cortázar, era imposible no hacerlo tras la publicación de Rayuela (1963), y pensaba que ese autor era un claro ejemplo de la reproducción esquemática del sentimiento amoroso. Que tengan un martes austral.