EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Desde el mismo páramo

Gibrán Ramírez Reyes

Enero 20, 2020

Pensándolo Bien

 

Desafíos a la libertad en el siglo XXI se imprimió en diciembre de 2019, aunque recoge las participaciones de un coloquio que tuvo lugar el 26 de mayo del mismo año. Es decir, hubo un buen trecho entre el coloquio y la publicación de lo que ahí se dijo (que puede casi resumirse en que el populismo es malo y el liberalismo bueno). Hubo tiempo de editar, corregir, incluso de arrepentirse. Pero Mario Vargas Llosa optó por la honestidad e hizo un servicio público a la historia intelectual del presente: prefirió que el libro naciera muerto. Dio cuenta de que no es que los intelectuales del neoliberalismo no entiendan lo que está pasando, sino que más bien, como dijo Monsivaís, ya pasó lo que estaban entendiendo. Dice en ese libro Vargas Llosa
“¿Hay algún país latinoamericano que haya salido ya del subdesarrollo? Probablemente ninguno. Pero hay uno que parece a punto de salir de ese subdesarrollo atroz que crea enormes injusticias en el campo social, en el campo jurídico, en el campo cultural, y sobre todo que no garantiza esa igualdad de oportunidades que es un principio que los liberales defendemos. Ese país es Chile. Es un país que está a punto de dejar de ser un país subdesarrollado. Ha prosperado extraordinariamente, sobre todo desde la caída de la dictadura de Pinochet y gracias, fundamentalmente, a unas reformas económicas que se hicieron durante esa dictadura y que tanto la izquierda como la democracia han tenido la lucidez de mantener en todos estos años. Eso ha traído a Chile una notable prosperidad desde el punto de vista económico y desde el punto de vista político ha ayudado a enraizar esa democracia de la que los chilenos, prácticamente en todo el arco político, se sienten orgullosos…”
Por si no hubiera quedado claro, Vargas machaca: Pinochet pisoteó los derechos humanos “pero hay una cosa que hizo bien y fue la reforma económica. Una reforma económica que es el modelo que (sic) todas las democracias del mundo que han verdaderamente prosperado y avanzado en el campo de la libertad –que es una sola– y que, como digo, los chilenos han sabido mantener todos estos años con beneficios formidables para el país”. Repito que se imprimió en diciembre. Las protestas ya habían desbordado las calles. Los carabineros ya ha-bían dejado tuertas a más de 20 personas por tirar a los ojos en las protestas, sin contar los muertos y los miles de hospitalizados.
No hay en el libro, en Vargas Llosa ni en todos los intelectuales del neoliberalismo, una reflexión sobre los fallos estructurales de los diagnósticos económicos y políticos de los decenios más recientes. Acaso desde la muerte de Octavio Paz, reinaron en su espacio las versiones menos complejas del entendimiento político, las de los eslóganes propagandísticos (la dictadura perfecta o la democracia sin adjetivos, ambas fórmulas muy dañinas para el entendimiento) y no hubo ya quien les jalara las orejas o los corrigiera. Vargas Llosa quizá morirá como vivió, congruente consigo mismo, congruente hasta el ridículo. Que la realidad se joda.

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