EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

ESTRICTAMENTE PERSONAL

Dolor en la espina

Raymundo Riva Palacio

Abril 25, 2005

   ESTRICTAMENTE PERSONAL

 

Qué mal domingo y qué buen domingo fue este para Andrés Manuel López Obrador. En un día de euforia justificada, López Obrador traía un gesto duro, un rictus de dolor. Cojeó durante los casi nueve kilómetros que marchó hasta el Zócalo de la capital federal, apoyado en los brazos y hombros de sus hijos, arrastrando en ocasiones los pies. Hace dos meses se lastimó jugando beisbol y desde entonces está afectado por dolor del nervio. El sábado por la noche fue tratado para que soportara la caminata del domingo. Algunos dudaban incluso que este lunes pudiera levantarse de la cama. “No quiere caminar”, dijo un agudo observador cuando aún no terminaba el mitin de respaldo a López Obrador en su pleito político con el gobierno federal, “sino ya sentarse en la silla presidencial”.

La jornada a favor de López Obrador había terminado como un canto a la victoria. Ciertamente fue tumultuosa, y los ríos de personas que caminaban hacia la plancha del Zócalo mucho tiempo después de que empezaran los discursos formando una cola cuyo fin no se veía en el horizonte, hacían pensar que el millón 200 mil de participantes que calculó el gobierno del Distrito Federal, pudieran no ser una cifra exagerada. “La política ya no volverá a ser la misma después de este mitin”, confió sin reservas uno de los políticos de mayor confianza de López Obrador. “No son tiempos de neutralidad”, secundó Porfirio Muñoz Ledo, con una larga trayectoria en el sistema de partidos en México y que este domingo fue el único orador, además del jefe de Gobierno, ante miles de personas. “Se está de un lado o del otro”, agregó. Pero esa apreciación no parece ser del todo correcta.

La marcha contó con una importante movilización corporativa. Desde principio de la semana pasada funcionarios delegacionales pidieron a taxis piratas y medios de transporte público llevar gente a la manifestación a cambio de comida y un pago por el día, tal y como se hacía durante las épocas de gobiernos priístas. También se vio el esfuerzo clientelar del gobierno capitalino cuando decenas de paraguas en el Zócalo protegían a los viejitos y a las madres solteras que han sido beneficiadas por la política lopezobradorista. Sin embargo, cualquiera que pretenda ubicarla en el ámbito partidista y corporativista, estará cometiendo un error. La manifestación no puede ser reducida a ese ámbito, pues existieron, y quizás en números superiores, las personas que por su propia voluntad decidieron respaldar a López Obrador. Muchas de ellas eran ciudadanos ordinarios, había ex funcionarios priístas, panistas y, asimismo, pequeños contingentes integrados por funcionarios del gobierno de Vicente Fox, a quienes unió, detrás del respaldo al tabasqueño, su inconformidad y molestia con el Presidente.

En efecto, si las pancartas sobre el Zócalo mostraban el talante corporativo de la movilización, los cartelones contra Fox, algunos notablemente agresivos en su lenguaje, enseñaban el hastío por la forma de actuar del gobierno federal. Estos no eran, como en otras marchas, producto único de jóvenes, que no se contaban, por cierto, entre el mayor número en la marcha. Eran por lo general de clases medias adultas, que hicieron con su apoyo a López Obrador un improvisado plebiscito en contra de la administración foxista. La composición de la marcha que no fue parte del corporativismo fue una de sus señales más significativas. Hubo personas que decían que jamás votarían por López Obrador en las elecciones presidenciales, pero cuyo enojo y decepción con Fox eran muy superiores a su discrepancia con el perredista. López Obrador los reconoció en su discurso y se refirió varias veces a ellos. Ahí está la clave de su futuro político personal, o dado el caso, del candidato del PRD a la Presidencia, para las elecciones de 2006: el voto volátil.

La manifestación empezó a mostrar en la calle lo que se ha venido apreciando en las encuestas presidenciales: que existe un quiebre en las preferencias electorales y que, como en el 2000, están dadas las condiciones para convencer al gran electorado sin filiación partidista a que cambien de orientación la forma como votaron en la anterior elección. El PRD necesita en el mejor de los casos unos 3.5 millones de nuevos votos por encima del techo histórico del partido para estar en condiciones de ganar, y al menos 11 millones en el peor escenario posible que enfrenten. Once millones está fuera de discusión, pero 3.5 es una meta posible. El PAN puede traer una estrategia con Fox en contra de López Obrador, pero la insatisfacción en contra del Presidente está creciendo aceleradamente. El PRI puede observar que aunque va bien amarrado con Fox en esta lucha, ese voto útil que los derrotó hace cinco años está empezando a revivir. Tienen arrinconado a López Obrador por la vía jurídica, pero mediáticamente, el tabasqueño volvió a golpearlos este domingo. No son las mejores noticias para sus opositores, cuyo nervio ciático debe haberles dado más dolores que a su adversario este domingo, aunque lo que se vea es que López Obrador y no ellos es quien está herido.

 

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