EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Don Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza

Fernando Lasso Echeverría

Agosto 23, 2016

(Primera parte)

Don Juan Ruiz de Alarcón fue un dramaturgo y poeta novohispano de los siglos XVI y XVII que trascendió en el tiempo por sus obras literarias escritas durante su estancia en España, y que ha sido considerado como originario de Taxco, porque en esta ciudad vivieron varios años sus padres, cuando se iniciaban los asentamientos humanos en ella. Sin embargo, no se han encontrado documentos que comprueben su nacimiento en este lugar, y todo parece indicar que éste ocurrió en la Ciudad de México; el mismo Juan Ruiz de Alarcón repitió muchas veces durante su larga permanencia en España que él era nativo de la capital colonial de la Nueva España, pero Julio Jiménez Rueda –uno de los biógrafos de este personaje– argumenta razonablemente que como en aquella época el lugar de origen era sumamente importante en la genealogía personal o familiar, nuestro personaje afirmaba ser originario de la capital colonial para no mencionar un lugar totalmente desconocido en aquel tiempo en la madre patria, país imperial en donde su sociedad trataba a los criollos –a quienes se les denominaba “indianos”– con gran discriminación. Por otro lado, Juan fue un hombre que nació jorobado y de pequeña estatura –aunque sin llegar a ser un enano– características que empeoraban su situación social y que lo convirtieron durante toda su vida en blanco de burlas y risas, haciéndole muy difícil su existencia en un mundo lleno de prejuicios y vanidades. A pesar de ello, sus contemporáneos lo describen como un individuo de temperamento extrovertido, vivaracho,y amigo de las fiestas.
Pero la historia empezó así: el domingo 9 de marzo de 1572 se desposaron en la pequeña iglesia que servía por entonces de catedral en la Ciudad de México (la actual catedral empezaría a construirse un año después) el hidalgo don Pedro Ruiz de Alarcón y la dama doña Leonor de Mendoza, vecinos –según declaración propia– del real de minas de Taxco, lugar donde se descubrieron en 1532 las primeras grandes minas de plata en la Nueva España. Bendijo la unión el señor cura don Francisco Moreno, originario de Sevilla y llegado a la Nueva España seis años antes. Fungieron como testigos gentiles hombres de calidad en México: don Luis de Villanueva, oidor de la Real Audiencia; don Francisco de Velasco, medio hermano de don Luis Velasco segundo Virrey de la Nueva España; otro de los testigos lo fue don Luis de Velasco el Mozo –más tarde Marqués de Salinas y tres veces virrey en el nuevo mundo– familiar de los anteriores; y figuraba también como tal, don Alonso de Villaseca, considerado el hombre más rico de la ciudad. El hecho de que certificaran la boda, personas de tal alcurnia, indicaba que los novios eran gente importante, que tenía antecedentes familiares de linaje en España y nexos con familias muy distinguidas de la Colonia. La novia por ejemplo, estaba emparentada con una de las familias más antiguas y nobles de España: la de los Mendoza, por lo tanto, tenía lazos de consanguinidad con el propio virrey de la Nueva España, don Antonio de Mendoza y los Ruiz de Alarcón, no le iban muy en zaga en cuanto a merecimientos nobiliarios, pues procedían de la tierra de los Alarcón, con gran prosapia en la provincia de Cuenca.
Después de su matrimonio –el mismo año de 1572– la pareja Ruiz de Alarcón de Mendoza, vuelve a Taxco en donde fija su residencia, pues ahí se encontraban los ascendientes de ambos, quienes eran dueños de minas desde 1535 y se les consideraba como personas “onrradas y principales”; ahí procrearon sus dos primeros hijos (Pedro y Gaspar); los otros tres de sus cinco hijos conocidos (Juan, Hernando, y García) nacieron en la Ciudad de México, aunque es justo mencionar que tampoco en los archivos históricos de la catedral capitalina se han encontrado documentos que comprueben su nacimiento en esa ciudad. Se piensa que también haya habido hijas en este matrimonio, pero de ellas no existe huella alguna.
A finales de la década de los años 70 del siglo XVI, hubo un éxodo de la región taxqueña –que incluyó a la familia de Alarcón y Mendoza, mudada a la Ciudad de México– debido a dos factores básicos: el decaimiento económico de la región taxqueña, causado por la súbita disminución de trabajadores indígenas después de 1576, quienes fueron diezmados por un terrible brote epidémico de matlazáhuatl o tifo, ocurrido durante 1576 y 1577; y una baja en la cantidad y calidad de la plata sacada de sus minas. Por otro lado, es muy probable que el traslado de la familia Ruiz de Alarcón a la Ciudad de México, haya sido influido también por el deseo de tener una vida más cómoda, y la necesidad de proporcionar a los hijos varones una educación adecuada; en ese tiempo Taxco no tenía nada que ofrecer en materia de diversiones, elegancia o cultura, y por supuesto, nada en cuanto a educación más o menos parecida a la que podía adquirirse en la madre patria; de hecho, sólo en la Ciudad de México y quizá en Puebla, existía esta posibilidad para lograrlo en la Nueva España. Así mismo, era frecuente que muchos de los propietarios de minas en esta región, que tenían lazos amistosos o de parentesco con los círculos sociales aristocráticos en la Ciudad de México, radicaran en ella, y sólo se trasladaban a sus propiedades en Taxco, ocasionalmente.
Los cinco hijos varones del matrimonio Ruiz de Alarcón y Mendoza estudiaron y se matricularon en la Real y Pontificia Universidad de la Ciudad de México, situación privilegiada que sólo familias acaudaladas de esa época podían lograr. Como los alumnos de la Universidad ingresaban alrededor de los 20 años de edad sabiendo latín como requisito indispensable, de los archivos correspondientes –que presentan el año de incorporación a la Universidad– se calcularon en forma aproximada las edades de los hermanos del biografiado, pero de Juan no se encontró la matrícula de ingreso, por lo que algunos investigadores lo colocan como tercer hijo y otros como el último de ellos. Pedro –el mayor de los hijos– ingresó en 1592; Gaspar en 1594, Hernando en 1597 y García en 1598. Existe una diferencia de tres años entre Gaspar y Hernando, lo que hace pensar más en la posibilidad de que Juan, en verdad sea el tercer hijo. Pedro y Hernando se ordenaron como sacerdotes y ejercieron sus actividades pastorales iniciales a partir de la primera década del siglo XVII, en Tetipac y Atenango del Río respectivamente, comunidades indígenas que pertenecían a la Jurisdicción de Taxco; después de algunos años, a Pedro le fue concedido por el Consejo de Indias, primero, el nombramiento de Capellán del Colegio de San Juan de Letrán, en la Ciudad de México, y poco después, fungió como rector de la misma institución hasta su retiro; Gaspar y García volvieron a Taxco para colaborar en las empresas mineras de la familia y ahí se pierden históricamente hablando, pues no hay más información sobre la vida personal de ellos.
Merece mención que Hernando –quien aprendió a hablar perfectamente el náhuatl– trascendió como sacerdote en la región donde practicó su oficio por su conducta humanitaria y compasiva con los indígenas, y también por haber escrito un Tratado sobre las supersticiones y costumbres gentílicas que hoy viven entre los indios naturales de esta Nueva España, obra considerada posteriormente un valioso trabajo muy erudito y escrupuloso, que se basaba en una recolección de oraciones y conjuros que los indios usaban para dirigirse a “demonios” familiares, dotados de poder sobre el fuego, las enfermedades, los peces, la comida, las cosechas, el sol y la naturaleza toda.
Es un hecho pues, que de Juan se ignora la edad y el lugar que ocupó en la relación de hijos, en la cual –repito– algunos investigadores lo ubican como tercer hijo y otros como el quinto; estos últimos creen que nació en 1580 o 1581 en la Ciudad de México, sin embargo –como ya se dijo– la Universidad exigía a los alumnos que pretendían ingresar que supieran latín, lo cual haría de Juan Ruiz de Alarcón un precoz genio –si hubiese sido el último de los hijos– pues hubiera ingresado de 11 años a esta institución hablando ya esta lengua, que generalmente requería tres años de estudios previos; en la Universidad existen constancias de que el famoso dramaturgo realizó de junio de 1596 a mayo de 1599, cuatro cursos completos de cánones y que el quinto lo concluyó en la Universidad de Salamanca, a donde viajó a principios de 1600, al parecer becado por un Patronato fundado en España por un antepasado de los Ruiz de Alarcón, para ayudar a parientes pobres. El 25 de octubre de 1600 se le concede el grado de bachiller en Derecho Canónico, e inmediatamente –buscando una carrera laica– entra a estudiar el bachillerato en Derecho Civil, que termina dos años más tarde; no obstante, Ruiz de Alarcón, a pesar de haber hecho los cursos necesarios, no obtuvo en Salamanca su licenciatura en ninguno de los dos derechos. Fernández Guerra afirma que Ruiz de Alarcón no pudo o se negó a hacer, los altos gastos que a todo estudiante imponía la graduación de las licenciaturas, y que en Salamanca comprendían –además de los derechos universitarios y la cena a todos los concurrentes al acto– los pagos al maestrescuela, padrino, examinadores, ordenanzas, maestro de ceremonias y hasta a los músicos y campaneros de la catedral. Por otro lado, en Salamanca abundaban los abogados y existían –por ello– pocas oportunidades de trabajo; esto provocó su traslado a Sevilla, en donde estaba un pariente suyo –el padre Ruiz de Montoya– quien le facilitó su ingreso a la curia eclesiástica, brindándole posibilidades de laborar en ella, a pesar de no tener la licenciatura formal.
Lo anterior condujo a Ruiz de Alarcón a buscar la certificación de sus grados académicos obtenidos en Salamanca en la Universidad de la Ciudad de México, lugar a donde volvió de España en 1608, convencido –por sus frustrantes experiencias en la capital imperial– de que quien carece de dinero y de amigos poderosos, le es prácticamente imposible mejorar en la vida, tema por cierto muy reflejado constantemente en las obras de teatro que posteriormente crearía; la Universidad tenía el poder de revalidar los estudios hechos en Salamanca y sus ceremonias eran menos costosas, o finalmente don Juan tenía en su país de origen, amigos capaces de ayudarle con los gastos. Así pues, el 5 de febrero de 1609, después de inscribirse como “pasante” en la Facultad de Derecho, el candidato presentó el certificado de sus estudios salmantinos y solicitó examen para su licenciatura, y tres días después expuso su tesis que versaba sobre la emancipación temporal de esclavos y sobre los efectos legales de ciertas cláusulas testamentarias, ante ocho doctores en derecho que integraban el tribunal; la exposición del graduado dejó satisfechos a los sinodales, y por unanimidad de votos, le fue concedido y formalizado el grado. Un licenciado en derecho tenía la opción de recibir el doctorado, después de presentar un nuevo examen oral y público; el 12 de marzo del mismo año, Ruiz de Alarcón solicitó y obtuvo permiso del claustro en pleno para doctorarse en derecho canónico y civil “sin pompa” o sea, sin el costoso ceremonial de siempre, por estar en tiempo de cuaresma y además por carecer de los recursos necesarios, pero extrañamente nunca recibió el grado de doctor a pesar de que siguió viviendo en México otros cuatro años.
Fue en su época de estudiante salmantino cuando Ruiz de Alarcón se aficionó al teatro, ya que en Salamanca se presentaban las mejores compañías teatrales, algunas de las cuales tenían obras de Lope en su repertorio, y era el espectáculo preferido de los estudiantes; pero hasta su regreso a España, Ruiz de Alarcón no escribía comedia formalmente, aunque seguramente ya tenía esbozos de algunas de las que después lo volverían famoso; ejercía su profesión legal en México con vigor y pasión, que se traducía en éxito en los tribunales, no solamente por su capacidad profesional, sino también por la ayuda que recibía de amigos influyentes para resolver los asuntos legales, que tenía bajo su responsabilidad; así mismo se desempeñó a partir de 1511 como asesor legal del Corregidor de la Ciudad de México, situación que mantuvo hasta 1613, año en el cual volvió a España, no obstante la estabilidad profesional y económica que había alcanzado en su país. Y esta situación al parecer fue influida por la muerte de su madre –ya viuda, antes de morir– cuya presencia física era lo que más lo ligaba a la Colonia, y por otro lado, su jefe el Corregidor, concluía su periodo ese año y él no sabía si el futuro mandatario municipal iba a seguir empleándolo como asesor, ya que su principal apoyo político, Luis de Velasco, residía ahora en Madrid como presidente del Consejo de Indias.
Igualmente, había algo que incomodaba a don Juan: cuatro veces fue rechazada su solicitud para ejercer como catedrático de la Universidad, cuando hubo vacantes; habría que aclarar que en torno a estas elecciones para catedráticos universitarios en México, se sabía que –al igual que en Salamanca o la Sorbona– había toda clase de manipulaciones y corruptelas: los competidores sobornaban con dinero, banquetes y favores a cuantos votantes podían y amenazaban a otros si no votaban por ellos. Y esa era la realidad, que se vivía en la máxima casa de estudios de la colonia, que daba como resultado, que entrara el solicitante más adinerado y más mañoso, a pesar de todas las protestas que se suscitaban posteriormente.
Todo lo anterior lo hacía sentir que era el momento de buscar fortuna en Madrid, el centro del poder real, cerca de la vivificante presencia de su majestad, y en donde se encontraba ahora su principal “padrino” político: don Luis Velasco. Así pues, por segunda y última vez, este pequeño jorobado criollo parte de San Juan de Ulúa en el verano de 1613, en un penoso viaje transatlántico que lo llevaría a su madre patria, dejando atrás hermanos y amigos, el alto valle del Anáhuac, su querida Universidad, las calles que recorrió, los productos típicos de esta tierra, los rostros y las costumbres de los indios, el mágico mundo de Taxco, y la espléndida Ciudad de México, en la cual había nacido. (Continuará)
* Presidente de “Guerrero Cultural Siglo XXI” AC.