EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El antídoto

Jorge Camacho Peñaloza

Marzo 08, 2019

El hecho es que, tanto Hitler como Stalin, formularon promesas de estabilidad para ocultar su intención de crear un estado de inestabilidad permanente.
Hannan Arendt

Para nadie es desconocido el perfil de gobernante que tenemos en la Presidencia de la República.
Con todo y sus altos porcentajes de votación y ahora de aprobación sobre como esta conduciendo el gobierno, continúa representando un poder que dirige y gobierna desde una perspectiva presidencialista porque se ve y se siente en la cúspide del poder, manejando una perfecta estrategia de exaltación de imagen basada en el deterioro de la imagen de los gobernadores a través de los ya famosos “inocentes” y “espontáneos” abucheos, y caudillista porque como gobernante cree que quien le ha dado el poder es el pueblo que lo ama y a quien él ama, de tal manera que estamos ante un régimen que se sostiene más que por un vínculo político, por uno de amor entre gobernante y gobernados.
Con este tipo de régimen político que Andrés Manuel López Obrador está intentando levantar, desde hoy podemos decir que en los próximos seis años se corre el riesgo de que sea nulo el avance de la modernización de la democracia mexicana; que la gran excluida, el patito feo de la vida política y democrática del país es la ciudadanía, las organizaciones de la sociedad civil, de quien López Obrador ha dicho que son un instrumento de conservadores, que le tiene mucha desconfianza a todo lo que llaman sociedad civil o iniciativas independientes.
López Obrador no quiere ciudadanía, quiere pueblo, no quiere organizaciones de la sociedad, quiere consultas populares sólo para que le den forma popular a sus decisiones, eso, justamente eso, es populismo, sistema que hace creer al pueblo que es él el que gobierna a través de su siervo el gobernante. Cuántos de estos han sido verdaderos dictadores y obstáculo para la instauración de una democracia institucional, de leyes y ciudadana.
Para que el Estado sea democrático, se respeten las instituciones, la ley, rinda deveras cuentas y sea honesto, necesita ciudadanos, no pueblo; no seguidores, ni militantes, tampoco sólo votantes, necesita ciudadanos organizados a los que López Obrador les tiene desconfianza, prefiere un pueblo manso, manejable y terso, que abuchee a quien le digan; a la ciudadanía organizada ningún apoyo y recurso para su construcción, al pueblo todo su amor reflejado en pensiones, becas y becas para todos.
Es muy lamentable que para el nuevo gobierno de López Obrador la ciudadanía siga siendo la figura enana del sistema político mexicano, cuando la ciudadanía es la figura central de un sistema democrático moderno, estamos regresando al régimen en el que el gobierno se vincula sobre bases más clientelares, más patriarcales y paternalistas que sobre formas jurídico-políticas, y la ciudadanía, entendida como sujeto político y una forma jurídico-política de vida pública y de vincularse con el poder estatal, seguirá siendo desdeñada no sólo por el gobierno sino también por la propia población.
El problema es que al pueblo se le dirige, se le pregunta y sólo contesta sí o no, y la ciudadanía reclama, ordena, propone, denuncia, se vincula al gobernante con poder político y el pueblo con admiración y simpatía. La única manera que tenemos para que no nos atasquemos en el avance de nuestra democracia es que nos organicemos y actuemos como ciudadanos, no como pueblo en el Coliseo, que no nos quieran ver la cara, que le digan a Félix y a Irma Eréndira que Andrés Manuel no es el gobierno ni el Estado, no es Luis XIV.
Y también que alguien le diga a Andrés Manuel López Obrador que sí, el pueblo es el soberano, pero la titular del poder político es la ciudadanía, quien otorga el poder no es el pueblo, es la ciudadanía, esa que conoce sus derechos y facultades, así como las obligaciones y facultades de los gobernantes, que la diferencia entre una sociedad desarrollada y democrática y otra menos desarrollada y menos democrática no es su gobierno o pueblo, sino la calidad de su ciudadanía, el verdadero antídoto para las dictaduras.
Vuela vuela palomita y ve y dile: Al que te oiga que ya demos el paso de ser raza o paisas y nos veamos como ciudadanos, así no habrá gobernante por más popular que sea que se quiera convertir en nuestro tirano.