Vicente Fox niega que sea el malo de la película que muchos están viendo en México. “La mía es una buena historia
norteamericana”, le dijo a un reportero de The Washington Post que lo siguió en sus presentaciones de libros por tres ciudades.
“Hay historias de amor de pioneros luchadores y mujeres valientes, de bandidos con rifles, hermosas damas… Y como las
mejores historias norteamericanas, la mía ofrece la esperanza de que cualquier chico de rancho puede llegar a ser presidente de
una gran democracia”. Según él, tenemos que agradecerle por todo lo que hizo, subirlo en el pedestal eterno y rendirle tributo.
Pero no. A Vicente Fox hay que darle un castigo político, pues cometió un acto criminal.
Fox no es un criminal desde el punto de vista penal, sino por la forma como ejecutó la política energética, que ha hecho un daño
a millones de mexicanos que no se han dado cuenta. Comenzó desde que entregó Pemex a Raúl Muñoz Leos, un ejecutivo de la
multinacional Dupont de mala fama y peor comportamiento, cuya esposa había tenido relaciones con la ex primera dama Marta
Sahagún, lo que pavimentó su llegada a la empresa sostén de las finanzas públicas nacionales. La definición de criminal no se
refiere a los presuntos actos de corrupción que supuestamente permitió Muñoz Leos en beneficio de la familia presidencial. Se
trata de cómo, en el sexenio foxista, se fue mutilando por completo la capacidad de Pemex como empresa nacional, y allanando
el camino para la privatización que ofreció el propio Fox a inversionistas europeos cuando en un viaje a Bruselas en el primer
tercio de su gobierno, les aseguró que la privatización era un hecho. Nunca pudo completar ese paso, pero el daño estaba hecho.
El estrangulamiento de la presidencia foxista a Pemex se puede ver de manera más o menos sencilla a través de datos
fundamentales. Durante su sexenio, la paraestatal pagó impuestos por más de 250 mil millones de dólares, aportando el 9% del
Producto Interno Bruto. En contraste, el total de impuestos del sector privado durante el mismo periodo, durante el cual se
añadieron nombres nuevos a la lista de multimillonarios de la revista Forbes, y los que ya estaban escalaron a saltos puestos en
el ranking mundial, representó apenas el 2% de la riqueza nacional. No es novedad que la carga fiscal de Pemex sea brutal, o que
Fox haya sido el iniciador de la sobretasa a la paraestatal. Lo que fue “criminal”, como describe el profesor e investigador de la
Universidad Iberoamericana Antonio Montoya, una de las cabezas de un proyecto multidisciplinario nacional que se enfoca a
temas de seguridad nacional, fue cómo al mismo tiempo, el gobierno foxista fue secando los recursos naturales de la nación.
En seis años, de acuerdo con sus investigaciones, Pemex incrementó su aportación al gasto público del 35% que promedió en los
sexenios anteriores, a 40%. Pero no fue a infraestructura o en apoyo directo a una política industrial nacional, sino que esos
recursos se destinaron sobretodo a gasto corriente. Es decir, el recurso natural no renovable más preciado, se utilizó para
financiar al gobierno y disfrazar su endeudamiento interno. Nunca autorizó al sector energético la construcción de refinerías o de
petroquímicas, pero sí la creciente exportación de crudo.
El resultado es que durante su sexenio se exportó la mitad de las reservas probadas del país, cayendo de 31 mil millones de
barriles a 15 mil millones de barriles. La falta de inversión hizo cada vez más onerosa la operación de Pemex, como se puede
comprobar en que la empresa sólo logra reponer a la reserva el 28% de cada barril extraído, ocupando el penúltimo lugar en el
mundo, donde el 70% de las empresas petroleras tienen una reposición superior al costo de extracción. Aún más, en 2000 el
costo de extracción era de 5 dólares por barril; hoy se encuentra entre 9.50 y 10 dólares, el doble. En palabras de Montoya, no
hubo inversión, pero se ordeñó a Cantarell, el pozo más generoso que ha tenido México que produce el 55% del crudo, y que se
está agotando aceleradamente.
La política de Fox de acelerada extracción y exportación de crudo sin valor agregado, ha llevado al país por senderos peligrosos,
que tienen como síntomas onerosos el que México tenga que importar el 40% de la gasolina que consume, y que en
petroquímica, Fox regresara a México seis años, llevándolo al nivel de producción que tenía en 1994. Fue una política,
presuntamente deliberada, para entregar a Pemex a manos extranjeras por la puerta de atrás. El debate sobre la necesidad de
permitir inversión extranjera en la empresa siempre escondió las maniobras de Fox a través de Muñoz Leos.
El ex presidente va por la vida mintiendo, soslayando sistemáticamente el golpe que dio al destino nacional. El presidente Felipe
Calderón ha señalado en dos ocasiones que México sólo tiene petróleo para nueve años, pero no muchos le están haciendo caso.
Los diferendos políticos por la elección en 2006 esconden mucho del fondo de las cosas, al minimizar sus palabras o, de plano,
descalificarlas. La realidad es mucho más grave de lo que ya parece. Si uno revisa la última década en materia de comercio
exterior, puede apreciar que el saldo negativo se ha reducido, porque las exportaciones han estado lo suficientemente sólidas. El
déficit comercial acumulado en el periodo fue de 67 mil 150 millones de dólares. Sin embargo, estos datos incluyen dentro de las
exportaciones al petróleo y la industria maquiladora, cuyo impacto para la economía mexicana es limitado. Si se eliminaran
ambos rubros, el déficit comercial acumulado de 1999 a 2006, hubiera sido de 405 mil millones de dólares; casi 6.5 veces más
de lo registrado.
En el sexenio de Fox, más de 600 empresas maquiladoras se fueron de México, al perder ventajas comparativas no sólo en el
costo de la mano de obra, sino por los deficientes servicios de agua, energía eléctrica y en menor medida por la inseguridad. En
cuanto al petróleo, no hay nada que permita ser optimista para revertir el diagnóstico de que se acabará en la segunda parte de
la próxima década. Señor Fox, ¿qué hizo usted a este país? En una entrevista este viernes con el periódico Dallas Morning News,
Fox se declaró en contra de que el Congreso lo investigue “porque no creo que ningún presidente deba ser presa de una cacería”.
Se equivoca señor Fox. Usted se la ganó a pulso. Hay que ponerlo a juicio histórico y político, no sólo, en caso de comprobarse,
por lo que presuntamente se robó junto con su familia política, la de la señora Sahagún, sino por esa política traidora con los
recursos naturales mexicanos, condenando a este gobierno y al que venga en el 2012, a una costosa pesadilla como resultado de
su entreguismo a manos extranjeras. Ese diseño fue criminal y tendría que responder por ello.
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